El saqueo en las tumbas de tiro arrasa conocimientos irrecuperables: Lorenza López Mestas
Por desgracia, coincidió el colegiado Leonardo López Luján, en que toda la región Occidente del país ha sido víctima del saqueo sistemático que alimenta el mercado negro
Por cada dos o tres tumbas que son encontradas por los arqueólogos en la región Occidente del país, existen “miles saqueadas”, donde los conocimientos han sido borrados y no se recuperan, lamentó la arqueóloga Martha Lorenza López Mestas Camberos, al participar en el ciclo La arqueología hoy, que coordina Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional.
La especialista, quien se desempeña como coordinadora Nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dictó la conferencia “La tradición funeraria de las tumbas de tiro en Jalisco” en el Aula Mayor de El Colegio Nacional, y de manera remota a través de las redes sociales de la institución.
Al explorar una tumba, sostuvo, “también empieza uno, perdón que lo diga, a maldecir: es decir, todo esto que empiezo a ver aquí podría entenderlo mejor si yo tuviera la oportunidad de excavar una tumba más, sí y no, verdad, porque eso implica dos vidas, pero por otro lado es toda la información que se ha ido por el caño cuando alguien está lavando la pieza para venderla, toda esta información que se pierde cada que una tumba es saqueada”.
“Yo solamente veo hermosas piezas en todos los museos del mundo. Sí, son muy bonitas, son súper llamativas, pero lo importante es cuando empezamos a encontrarlas ahí, cuando con ayuda de la escuela de restauración empezamos a ver textiles hechos de fibra de maíz. Uno dice, ¿cómo?, ¿qué tan antiguo es el papel amate? Pues porque ahí hay papel amate. Todo eso se pierde cuando llega un saqueador. Por eso digo, uno empieza a maldecir, da mucho coraje porque es un conocimiento que se pierde y que no se recupera”, agregó.
López Mestas, quien durante 30 años ha dirigido proyectos de investigación y conservación en el Occidente de México, expuso los conocimientos que se han obtenido explorando las tumbas de tiro, espacios destinados a los muertos, como la tumba de Huitzilapa y otras como la de Colinas de Santa Anita o El Arenal, en Jalisco, así como las encontradas en Colima y Nayarit.
Por desgracia, coincidió el arqueólogo Leonardo López Luján, “toda esta región y otras del país han sido víctimas del saqueo sistemático para alimentar un mercado negro en el que participan mexicanos, desgraciadamente, y que concluye en países sobre todo de Europa o de Norteamérica. Es realmente lamentable que todas estas piezas salgan de nuestro país y que destruyan los contextos”.
“Y no es algo, no es un fenómeno nuevo, no, ahora tal vez se ha acentuado, pero, sin duda, no es algo nuevo y los objetos que forman parte de las ofrendas de las tumbas de tiro se encuentran entre los predilectos”, agregó el colegiado, quien antes de la participación de López Mestas se refirió a las costumbres en otra parte del Occidente mexicano, particularmente entre los pueblos purépechas del lago de Pátzcuaro.
“Dichas prácticas son descritas con texto e imagen, debo decirlo, en la Relación de Michoacán, documento compuesto en 1539 y 1540, 41, por el fraile franciscano Jerónimo de Alcalá y sus informantes indígenas. Esta fuente, indispensable para el estudio de los antiguos purépechas, se atesora hoy en el monasterio de El Escorial, allá en España”, recordó.
López Luján se refirió a la lámina XXVI de la Relación, donde se menciona por primera ocasión la costumbre purépecha o tarasca de cremar los cadáveres y más adelante, en la lámina XXXIX, donde se representa la muerte y las exequias del Cazonci, “es decir, del gobernante supremo”, a través de diferentes escenas que fueron pintadas en el documento.
En una de las escenas, “observamos una suerte, digamos, de radiografía de la residencia del Cazonci, al interior de la cual yace su lecho de muerte. Lo visitan una mujer, además de médicos, caciques, señores, guerreros y subalternos, quienes no disimulan su rostro de tristeza. El gobernante aparece envuelto en mantas y postrado en un tipo de litera. Al morir, nos aclara el texto de la relación: lavaban su cuerpo y lo vestían con insignias de oro, de turquesa, de plumas e incluso de huesos de pescado”.
En la penúltima escena, refirió, “dos personajes atizan el fuego que durante toda la noche reducirá a cenizas el fardo funerario. Esto sucedía ante las concubinas, ante las plañideras, quienes derramaban así su pesar en forma, claro está, de lágrimas”.
La vida en el más allá
A partir de los fechamientos y las evidencias arqueológicas que los especialistas han localizado, dijo Lorenza López Mestas, “en Jalisco ya tenemos, digamos, una base sólida para poder diferenciar los cambios sociales que se suscitaron en esta región”. La arqueóloga se refirió al centro del estado, específicamente la zona de valles intermontanos alrededor del volcán de Tequila y del valle de Atemajac.
El periodo de estudio, dijo, es el preclásico tardío y clásico temprano, aproximadamente entre 200 años antes de Cristo a 400 años después de Cristo. “Todo esto, más o menos lo hemos logrado afinar a partir de una serie de fechamientos de radiocarbono de muestras que provienen de contextos funerarios principalmente, y de algunos otros contextos de carácter habitacional en muy diversas excavaciones, desde las tumbas de tiro de Huitzilapa, Santa Anita, La Higuerita, y excavaciones en sitios un poquito más tardíos”.
Las ofrendas encontradas al interior de las tumbas de tiro, explicó, han sido ligada con las de la superficie: “Así que podemos ver una región muy compleja, muy interesante, en donde las manifestaciones que tienen que ver con la práctica de la guerra, los enfrentamientos bélicos entre estos grupos nos llevan a ver estos mecanismos por medio del cual estos dirigentes, si podemos llamarlos tal vez caciques, utilizaban a la guerra también como un medio para legitimarse y obtener prestigio”.
Entre los objetos que se depositaban en las tumbas, los arqueólogos han localizado cerámicas o maquetas en las que se representan diferentes escenas de la vida del personaje como batallas o enfrentamientos, “pero no solo eso, también podemos ver la práctica de tomar cautivos, como se puede ver en figuras típicas de esta tradición en Jalisco, Colima y Nayarit, en donde se observa cómo se somete al cautivo tomado en guerra, se le humilla y se le coloca en posiciones sumamente incómodas y lastimosas, para posteriormente formar parte del sacrificio”.
También, agregó, “tenemos otras prácticas comúnmente representadas entre estas ofrendas, las que tienen que ver con la práctica del juego de pelota y cómo este pudo funcionar como un elemento integrador. Su importancia no nada más está dada por las maquetas o por las representaciones humanas en posición de jugar a la pelota, sino porque también las canchas de juego de pelota están prácticamente ubicadas en todos los sitios del centro de Jalisco que datan de esta temporalidad”.
“Tenemos panteones de tumbas de tiro en el Valle de Atemajac, ahora Guadalajara, tenemos panteones de tumbas de tiro como los que describió Isabel Kelly en Alcusagüe, Colima, en donde la característica es tumbas digamos pequeñas que no tienen una profundidad mayor a los dos metros con cámaras en donde se depositan dos, tres personas, pero en donde las ofrendas incluso son bastante, digamos, modestas”, señaló.
En cambio, “en esta misma región del centro de Jalisco, que es donde prácticamente se han encontrado las mayores tumbas de tiro, vamos a encontrar un fenómeno muy interesante para empezar a distinguir a los gobernantes, es decir, esta persona es tan importante que no se entierra en cualquier lugar, en cualquier panteón, sino que su tumba se va a colocar debajo de estos sitios, de estos huachimontones o complejos circulares como los de San Andrés, Cerro de los Monos y el Arenal, en donde desgraciadamente las tumbas fueron previamente saqueadas”.
Estas tumbas, “pueden ir desde ocho o diez metros hasta 20 metros de profundidad, como es el caso de la tumba del Arenal o Frijolar, registrada por Corona Núñez, desgraciadamente ya saqueada, en donde podemos ver un tiro de acceso de 18 metros”.
Lo importante, señaló, “es imaginar lo que implicaba, con las herramientas prehispánicas, excavar en la tova volcánica, que es durísima, en túneles, o más bien fosos que tienen un metro, dos metros máximos de diámetro, en este caso cuadrangular, y subir con tinajas, sacos, toda esa arena, imagínense lo que implica respirar ahí, preparar, como pueden ver estas cámaras funerarias, para que el dirigente descanse ahí. Esto quiere decir que totalmente hay una idea de cómo es el espacio de la muerte, de cómo es la vida más allá”.
Fuente: El Colegio Nacional