El español de México se definió en el siglo XVIII: Concepción Company Company
Conforme avanzó el español, lamentó, también se arrastró una “desgracia cultural” para las lenguas originarias
El español de México se definió en la segunda mitad del siglo XVIII, fuertemente enriquecido con las lenguas indígenas. Así somos hijos del mar, también “somos hijos del siglo XVIII, que ha ido progresivamente remodelándose hasta llegar al español actual de México”, afirmó la filóloga y lingüística Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional.
Cómo parte del ciclo Una travesía por el español americano, la colegiada impartió la conferencia “El siglo XVIII. Un momento clave para nuestra identidad”, en el Aula Mayor de la institución, donde afirmó que la manera actual de hablar del mexicano quedó definida en ese periodo: “Empezamos a oír el español de México en la segunda mitad del siglo XVIII“.
De acuerdo con Company, durante ese siglo se dieron dos procesos vinculados que permitieron la aparición de un español mexicano enriquecido con las lenguas indígenas: el progresivo aumento del estatus del español como lengua patrimonial y la “profunda simbiosis léxico-sintáctica” que permitió un mestizaje lingüístico.
Es decir, “palabras del español y palabras indígenas creando construcciones”, como en el caso de ‘dar atole con el dedo‘ o ‘sacar el mole‘. Paralelamente, en el siglo XVIII, “lo que se ve es que todo el mundo llega a los juzgados hablando en español, un español más fluido, menos fluido, pero ha avanzado el monolingüismo a expensas de invisibilizar a los indígenas”.
La relevancia que va cobrando el español, sin embargo, arrastró “una desgracia” que persiste hasta nuestros días. “Las lenguas amerindias eran lenguas mayoritarias y patrimoniales, siguen siendo lenguas patrimoniales, pero no son mayoritarias y son lenguas minorizadas; minorizadas significa que están hechas a un lado, porque si el indígena no aprende español, no encuentra trabajo, prácticamente es así”.
“Los hijos hablan menos lengua indígena y los nietos ya no hablan ninguna lengua indígena. Es una catástrofe, porque no ha habido una política pública de Estado como la tuvo Alfonso X, como la tuvieron los reyes católicos. Desde las independencias, a la fecha no ha habido una política de Estado que rescate el poder vivir en lengua, tu vida cotidiana hacerla en tu lengua materna, excepto si tu lengua materna fue el español. (Las lenguas indígenas) fueron lenguas patrimoniales y mayoritarias hasta el siglo XVIII”, sostuvo.
La definición del español mexicano, enriquecido con las lenguas indígenas, acarreó una “gran paradoja cultural con efectos lingüísticos” que, con el paso de los años, constituyó racismo.
Por ejemplo, “prieto”, hasta finales del XVII es simplemente un color, pero a partir de finales del XVII, es un color negativo”. Company citó un fragmento del relato de una monja del siglo XVII y se refirió a Carlos de Sigüenza y Góngora, mostrando como ambos “están equiparando al indio con negros, que es el de la escala social más baja que hay en la Nueva España, y, por desgracia, esto no mejora, y aunque estamos a finales del XVII, no mejora”.
“Indio en el siglo XVIII ya va asociado a cobardía, a borrachera, a embriaguez, que es lo mismo, a discriminación. Entonces, hay una gran paradoja en el español de México que se asumió de esta manera. Es una gran paradoja cultural con efectos lingüísticos. A mayor integración y enriquecimiento del español con lenguas indígenas, y a mayor sincretismo de español y lenguas indígenas, particularmente el náhuatl, que era lengua franca para todo el periodo virreinal, mayor discriminación social y cultural hacia el indígena”.
La crítica de Company incluyó el Diccionario de Americanismos producido en 2010 por la Asociación de Academias de la Lengua Española, ” una asociación que nos conjunta a las 20 academias de lengua española”. La lingüista expresó que al buscar la palabra “indio”, “son páginas y páginas donde no hay una sola acepción positiva, y está para Bolivia, está para España… es una cosa que alucina”.
Rasgos muy mexicanos
La gestación del español actual, en la definición de la identidad lingüística del mexicano, explicó Concepción Company, incluye rasgos que hoy pueden pasar desaparecidos, pero que marcan una particularidad en la forma de hablar el español. La lingüista mencionó seis rasgos que el español mexicano prefiere:
“La frecuencia de indigenismos, cuando se van a las nubes, es en el siglo XVIII y no antes; la preferencia por diminutivos que no indican disminución de tamaño; la preferencia, nos encantan los posesivos que no poseen nada; nos decantamos por el pretérito simple y no el pretérito compuesto; en la segunda mitad del XVIII y no antes, es cuando el verbo coger se especializa para acto sexual y entonces, tomar y agarrar tienen que tomar las funciones de coger”; además, agregó el “leísmo de respeto“: “si hay una viejita y la van a ayudar a subirse al camión, señora, ‘le’ ayudo, y si quieren ganarse al maestro, ‘le’ ayudo, ‘le’ cargo el portafolio”.
Respecto a los indigenismos, abundó, en el periodo de contacto con los españoles, rápidamente se mezclaron entre 20, 25 indigenismos como canoa, huracán, hamaca, chile, ají, cacique, cacao, tiza, “pero no entran más indigenismos en el español peninsular de España. En cambio, el español de México no sigue la pauta del español general, sino que hay un incremento notable de siglo a siglo, y el último siglo novohispano, el siglo XVIII, es el auge de la gran entrada de indigenismos”.
“Si ustedes leen literatura del siglo XIX, como Payno, Astucia, Los bandidos del Río Frío, que son unas novelas, que mis amigos dicen son horribles, pero que a mí me gustan, porque están llenas de español de México y pueden ser leídas en voz alta, están llenas, llenas… también la literatura del siglo XX está llena de indigenismos, es decir, México tiene una fuerte presencia de un español muy indigenizado“.
Además, agregó, “nos encantan los diminutivos. Los diminutivos pueden servir en cualquier lengua del mundo que los tenga para dos cosas: o para indicar que algo es pequeño, como una mesita, un lapicerito, o para, dado que es pequeño, y la distancia entre los interlocutores se achica también, para indicar afecto”. A partir del Corpus Diacrónico y Diatópico del Español de América (Cordiam), la colegiada señaló que el uso de diminutivos aumenta.
“Lo que se ve es cómo aumentan los diminutivos en el siglo XVI y en el siglo XVII para Ciudad de México, altiplano central, Tlaxcala, Texcoco, Estado de México, y en el XVIII, ¡pum!, se van a las nubes: ‘pegadita’, vente aquí ‘pegadita’, ‘que tanto es tantito’, y lo puedo repetir muchas veces”.
Pero también “adoramos los posesivos: ‘Me desayuno mi toronja’, pues ¿de quién va a ser?, si ya puse el desayuno. Los mexicanos decimos ‘confirmo mi asistencia’, pues ¿de quién va a ser? Adoramos los posesivos: ‘¿cómo va a querer su rebanada?’, nos dicen en el supermercado y no he comprado nada. El español de México siempre tiene muchos más usos posesivos que el español de España“.
Un rasgo más del español mexicano es el uso del pretérito simple. “Los mexicanos adoramos el pretérito simple. Si me dicen, ‘¿gustas un café?’; ‘No, gracias, ya desayuné o ya tomé’. No ‘ya he tomado’. Y debo decir que es un rasgo no sólo mexicano, es americano. La preferencia absoluta por el pretérito simple. ‘Ya comí, ya desayuné, ya dormí mal’, en vez de ‘he dormido mal’, ‘dormí mal’, ‘comí mucho’. Cuanto más al sur bajamos en el continente, en Hispanoamérica, en el subcontinente Hispanoamérica, más pretérito simple oímos“.
Una de las razones por las que el español mexicano se definió en el siglo XVIII fue la migración de indígenas hacia el centro del país, cuando se dio la venta de las tierras de tequio, de tierras comunitarias o de tierras individuales de propiedad, que desplazaron a los indígenas fuera de sus tierras originarias.
“Esto ocurre en el siglo XVIII, porque antes estaban separados pueblos de indios y pueblos de españoles. Bueno, por ‘pueblos’, pueden ser el barrio, pero se llamaban ‘pueblos de indios’ y ‘pueblos de españoles’. Eso provoca una migración masiva a núcleos urbanos. Los indígenas se emplean como mano de obra en casas de españoles, de criollos peninsulares, y también de indígenas caciques, empezando una gran convivencia en espacios colectivos públicos e íntimos: la casa, el mercado, la iglesia, la plaza”.
“Antes estaban en encomiendas y estaban separados, y llegaban y trabajaban para los españoles y se regresaban a su barrio, a su pueblo de indígena. Esa convivencia estrecha, íntima, es lo que explica los fenómenos lingüísticos. En suma, lo que hay es una profundísima simbiosis o mestización de la lengua española enriquecida con lenguas indígenas, fundamentalmente el náhuatl, en el siglo XVIII y no antes”.
Definitivamente, concluyó Company, “no entenderíamos cómo hablamos hoy si no hacemos una parada de nuestra travesía en el siglo XVIII. El siglo XVIII es un periodo clave para entender la actual configuración gramatical, léxica, cultural, identitaria del español de México hoy”.
Fuente: El Colegio Nacional