El 1% de la población más rica del planeta emite más del doble de los gases de efecto invernadero que el 50% más pobre: Amparo Martínez
La ecóloga Amparo Martínez explicó que “el calentamiento global responde a un mecanismo físico conocido, explicable y que se puede medir como un desequilibrio energético”
“Los derechos humanos están en una severa crisis, en México y en el mundo, pero en este país sólo se habla de pensiones, becas y apoyos, en ningún sentido de derechos”, señaló José Ramón Cosío, miembro de El Colegio Nacional, al coordinar la conferencia Cambio climático y justicia ambiental, como parte del Seminario Permanente de Derecho y Ciencia.
El abogado mexicano recordó que este seminario es realizado por El Colegio Nacional en colaboración con la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), así como por el impulso de la presidenta Norma Piña y de Alejandra Rabasa, directora general de Conocimiento Científico y Derechos Humanos SCJN. “A medida que ha avanzado el problema del cambio climático y las implicaciones, comenzamos a ver un decrecimiento, desde hace varios años, en cuanto a las posibilidades de los instrumentos jurídicos con los que contamos”.
“Si esta política desarrollista se apodera de los poderes judiciales, los poderes judiciales no sólo no van a hacer elementos de freno, de distribución de derechos, elementos de protección del medio ambiente, sino que exactamente al revés, van a hacer elementos del mismo desarrollismo”, explicó el colegiado.
Agregó que “no podemos simplemente pensar que estamos en el mundo de hace diez años. Creo que hay una severa crisis del constitucionalismo, con sus elementos de democracia, división de poderes, derechos humanos, legalidad y racionalidad jurídica que, desde luego, se está acompañando con la palabra desarrollista, con esto las posiciones del derecho serán profundamente precarias”.
En palabras del ministro en retiro de la SCJN, existe un problema central en la institucionalidad, para efectos de suponer que los instrumentos internacionales van a poder disciplinar a unos Estados que están en una loca carrera por las hegemonías, suponer que hay un tratado al que respetarán, preocupa, porque al contrario de lo que se piensa, hay Estados que comienzan a salir del propio sistema de los tratados o a abandonar las jurisdicciones.
“La preocupación que tengo es que, si este proceso desarrollista se apodera de la psicología de los gobiernos, la dinámica va a contraer enormemente instrumentos internacionales, debemos tener claro que no vamos a poder echar mano de algunas de las soluciones que se presentan. Un ejemplo claro es México, con el tren maya, el transístmico y el aeropuerto, se le dijo al presidente que había especies protegidas y el presidente siguió con su discurso desarrollista y vean ustedes el nivel de deforestación y de destrucción que hemos tenido sobre mantos freáticos en toda la zona de la península. Aquí no valen las evidencias científicas, una persona que está en una carrera desarrollista, las tira por la basura. No son los argumentos que este tipo de personas suelen hacer”, enfatizó el colegiado.
Al tomar la palabra, Alejandra Rabasa, directora general de la Unidad General de Conocimiento Científica y Derechos Humanos de la SCJN, sostuvo que existe un momento importante en el derecho internacional y en el derecho comparado que tiene que ver con las preocupaciones relacionadas con el cambio climático. Una preocupación que contempla la responsabilidad de las empresas, su transparencia con los inversionistas y su información sobre consumo responsable, pero también, la preocupación de los derechos humanos, en la que intervienen los riesgos que causa el cambio climático, el derecho al medio ambiente sano, al agua, a la integridad física y a la propiedad. “El derecho al futuro que está amenazado por los riesgos del cambio climático”.
De acuerdo con Rabasa, esta preocupación también se ha abordado desde el principio de progresividad, y desde “cómo los gobiernos y los Estados tienen una responsabilidad de plantear metas cada vez más progresivas para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero; para avanzar en las políticas de adaptación de los ecosistemas y de las sociedades al cambio climático; y para mitigar los riesgos a futuro que están ocurriendo por decisiones que no se toman con el nivel de ambición necesario en el presente”.
“Los tribunales se han convertido en un lugar muy importante en México, en muchos países de la región latinoamericana, como el caso emblemático en la Halla donde fue llevada a juicio Shell Internacional por su contribución al cambio climático en un litigio de derechos humanos, pensando también si las empresas son responsables de violar los derechos humanos por su contribución a fenómenos como las emisiones de gases de efecto invernadero de todo tipo, ya sea directa o indirectamente, de cualquier tipo en la atmósfera y con eso saber cuál es su responsabilidad”, agregó la especialista.
Subrayó que, en México, la Suprema Corte de Justicia se ha aproximado a litigios sobre el cambio climático y ha defendido que el Acuerdo de París, tratado que establece los compromisos sobre el cambio climático de los Estados, “es un tratado vinculante, no opcional para todas las autoridades del Estado de mexicano, es un tratado de derechos humanos que se rige bajo principios como el de precaución, el de prevención, el de participación pública a la mejor información disponible, y no regresión. Eso implica que todas las decisiones de la política mexicana tendrían que estar basadas en estos principios: en la mejor información disponible, en siempre buscar avanzar en las metas, en la reducción de emisiones y no tener regresiones”.
Un mecanismo físico que se puede medir
Por su parte, María Amparo Martínez Arroyo, del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, explicó que el calentamiento global responde a un mecanismo físico conocido, explicable y que se puede medir como un desequilibrio energético. “Lo que está pasando con el planeta es que está entrando más energía de la que sale, esto se debe a la acumulación de sustancias en la atmósfera que no permiten que salga y queda atrapada por estas sustancias que conocemos como gases de efecto invernadero, produciendo un calentamiento radiactivo y produce que se caliente todo el planeta. La acumulación de estas sustancias no es natural”.
“Ocurre porque desde la Revolución Industrial, se da un fenómeno en el que sacamos fósiles de la tierra y los volverlos combustibles, los quemamos de manera masiva y continúa, que nos lleva a la crisis del cambio climático que tenemos el día de ahora. El cambio climático es global, es acumulativo y es de largo plazo. Estas características no las debemos olvidar cuando estemos analizando casos locales y particulares. Los impactos no son homogéneos, tampoco son justos, les pega a todos, pero sus impactos son desiguales espacial y socialmente y no, en proporción de la responsabilidad de las emisiones”, expuso la especialista.
Comentó que, por el lado social, el 1% de la población más rica del planeta emite más del doble de los gases de efecto invernadero que el 50% más pobre de la población. “Creo que es importante tomarlo en cuenta cuando se quieren enfrentar problemas locales y saber quiénes son los responsables”.
En este sentido, Adrián Fernández Bremauntz, de la Iniciativa Climática de México, apuntó que el cambio climático es también producto de una deforestación histórica de grandes extensiones, por ejemplo, “Europa se reforestó, ha recuperado algo en las últimas décadas, pero una gran extensión de zonas en el planeta ha sido deforestada a pesar de que tenían una cobertura vegetal de selvas, de bosques, de manglares que eran un gran reservorio de carbón”.
“Una cosa interesante de donde abreva mucho lo que el derecho puede hacer, es el trabajo del Panel Intergubernamental del Cambio Climático, que ha producido seis reportes periódicos donde revisa el estado del conocimiento. Los científicos se dieron a la tarea con mucha seriedad, a lo largo de muchos años, de tratar de hacer una interpretación semicuantitativa y probabilística del nivel de certidumbre que tenía sobre diferentes aspectos del conocimiento vinculados con el cambio climático”, expuso.
Detalló que el primer reporte de evaluación, de hace más de dos décadas, atribuía este cambio a las actividades humanas. “Estos reportes tienen un lenguaje cuidadoso, los científicos no pueden estirar la liga por más que digan: me preocupa el planeta, tiene que haber una interpretación y una traducción del conocimiento científico con la mayor objetividad, y basado en qué tan robusto y confiable es el conocimiento. No hay un solo rincón del planeta hoy en día, en el que no se haya identificado impactos negativos del cambio climático”.
Recordó que cuando se les encomendó el reporte a los científicos en el año 2018, fue para tratar de explicar dos preguntas, la primera: ¿estamos a tiempo, desde las bases de la física y la química, de contener las emisiones de gas de efecto invernadero? De detener el incremento de la temperatura del planeta antes de rebasar el 1.5 grados. “La respuesta a esa pregunta fue sí, todavía es posible”. La segunda pregunta obligada fue ¿qué hay que hacer? “Y aquí fue donde se generaron adecuaciones, discusiones, negociaciones, y elementos de base para los elementos de los jueces. Los científicos dijeron en ese momento que habría que reducir las emisiones en el planeta por lo menos en un 45% antes del 2030”.
De acuerdo Fernández Bremauntz, la ciencia da una muy razonable claridad, escala y rapidez de la respuesta necesaria, lo que es fundamental. El estudio anterior permitió que los países rápidamente aceptaran como propio el objetivo de intentar llegar a cero emisiones. “En los países emergentes como México, desafortunadamente tenemos una distribución del ingreso tan sesgada, en el que un porcentaje muy pequeño de la población tiene mucho ingreso y que la mayoría de los mexicanos tiene un ingreso muy modesto. El punto es que estamos en un mundo en el que se nos está cerrando la ventana de oportunidad para intentar contener el calentamiento a niveles manejables”.
Al responder a la pregunta ¿Por qué tendrían que esperar esas minorías de alto ingreso y de alta huella de carbono a los países emergentes?, el experto aseguró que “porque tenemos que esperar hasta 15 años a que la constante sea que la tecnología, la movilidad, y todo constituya cero emisiones. No puede el planeta, darse ese lujo, de seguir emitiendo el 3% de gases de efecto invernadero producido por la población mexicana de mayor ingreso, estos datos son mayores que la de un habitante europeo occidental, es una huella mayor que la de un Estado. Si les damos concientización, información y llave en mano de cómo hacer su vida cero emisiones, es posible modificar esa realidad, pero tenemos que cambiar la cultura”, finalizó Fernández Bremauntz.
Fuente: El Colegio Nacional