Conocimiento y sabiduría
Kurt Bernardo Wolf
Universidad Nacional Autónoma de México
bwolf@fis.unam.mx
Filósofos con mejores credenciales que la mía seguramente ya han abordado este título con mayor profundidad. Bogdan Mielnik lo ha recorrido a su manera a lo largo de su propia vida, como otros científicos quienes dejan su marca con escritos y actos que perduran en la memoria de sus colegas como anécdotas, frases que se vuelven célebres, destellos penetrantes sobre la ciencia y el quehacer humano y la valía intrínseca de sus resultados de investigación en la estructura del mundo y de las ideas, las visibles y las invisibles. Creo que la mayor parte de los que trabajamos en ciencias exactas somos reticentes a divagar públicamente fuera del área de lo concreto y lo exacto. No es difícil hacerlo superficialmente, en situaciones sociales u oficiales, donde con la coraza de título y grado llevamos el vocabulario y el mensaje. Por esto valoro tanto conocer de Bogdan sus observaciones críticas ante el mundo extenso y ajeno donde vivimos. Me permito llamar al colega por su nombre de pila, que significa Dios-dado, con todo respeto.
Él y yo coincidimos en el aeropuerto en 1965, él regresando a Polonia y yo saliendo para estudiar mi posgrado. Y nuevamente coincidimos en otoño de 1969, él invitado al Instituto de Física Teórica en Gotemburgo, Suecia, y yo trabajando en ese mismo instituto como postdoc. Su conferencia versó sobre las relaciones de Baker-Campbell-Hausdorff para operadores generales, de un trabajo conjunto con Jerzy Plebańsk1, problema que también me había tocado abordar, afortunadamente en versiones simplificadas. Compartimos vino, cena y cuentos en alguna fonda con calefacción. Otoño es deprimente en países nórdicos; en Polonia agonizaba el régimen de Władysław Gomułka y la vida de trabajo, predecible en lo general, se volvía escabrosa para académicos disidentes y también para leales. Salir de ese país en esos tiempos se veía con sospecha; sin embargo, con base en su producción científica, Bogdan recibía invitaciones importantes y viajaba al extranjero, varias veces a México, al tiempo que participaba en la docencia de la Universidad de Varsovia. Nuevamente al final del otoño, el 13 de diciembre de 1981, Polonia experimentó un cambio de régimen: Wojciech Jaruzelski declaró la ley marcial que se tradujo en la represión contra Solidarność y sus intelectuales levantiscos. Bogdan se encontraba en México y decidió entonces quedarse aquí hasta ver mejores tiempos.
En los últimos años, ocasionalmente hemos intercambiado correos electrónicos y escritos que poco tienen que ver con lo que cada uno escribe en revistas científicas, sobre las absurdidades del Sistema (cualquiera que este sea y con mayúscula) que nos llevan a reír y/o llorar. Bogdan jamás usa invectivas; sus ensayos sobre la cuestionable cientometría vigente con su burocracia concomitante, tienen el hilo irónico de las novelas de Jaroslav Hašek sobre El Buen Soldado Schweik: el checo simple y cuerdo que sobrevive en el ejército del imperio austro-húngaro. En más de una entrevista2, Bogdan ha enfatizado que la política de reportes y promociones basada en el número de artículos arbitrados lleva a su aumento numérico pero no al avance de conocimiento integrado3. Queda poco estímulo para que el investigador contemple las cuestiones aparentemente laterales con las cuales ampliar, no sólo el panorama de su campo de trabajo, sino la sabiduría científica de la humanidad. Pronunciado con su particular acento, Bogdan supera la autoridad con la que yo podría argumentarlo.
¿Cuándo y cómo el conocimiento se integra y se vuelve sabiduría? Difícil decirlo sin definir estos conceptos más allá de sus muchos significados y no lo haré; en su lugar recurriré a la prosa libre de las ideas sueltas. Así, por ejemplo, los exploradores del siglo XVI tenían algunos conocimientos sobre la forma de la Tierra, sus mares y continentes; pero sólo hasta el siglo pasado el común de la gente absorbió la idea de que no es plana, que orbita en un sistema solar y que las estrellas son otros soles. Este correcto paradigma es ahora sabiduría repartida entre (casi) todos los integrantes nuestra especie.
La civilización incluye sabidurías colectivas coaguladas de muchas aportaciones particulares de conocimientos. Más cerca de casa, la relatividad y la mecánica cuántica han trascendido el conocimiento por sus primeros teóricos, para formar sabiduría en comunidades que incluyen hoy, además de físicos y matemáticos, también químicos, ingenieros –cibernéticos y técnicos– y empresarios que manufacturan GPS y microchips. Aunque no conozcan con precisión sus fundamentos, todos manejan con éxito las muchas aplicaciones que iluminan este siglo.
Concentrando el haz del discurso a un individuo, científico o no, la sabiduría se reconoce no sólo por los muchos conocimientos particulares que pudiera tener a mano, sino por la maestría con la que los articula y destila, reconociendo lo valioso y desechando lo accesorio.
Después de esta panegírica debo volver a la Tierra reconociendo que una sociedad compuesta sólo de pensadores no sería viable. Son necesarios los oficios de campesinos y obreros; de ingenieros y arquitectos; comerciantes y empresarios; administradores y políticos, que construyen el mundo real, sin el cual el nuestro no existiría4. Nuestro oficio tiene costumbres, reglas y habilidades donde el desempeño se manifiesta por escrito en el CVU; la sabiduría en cambio sólo se intuye conversando cara a cara, sea en el cubículo o en alguna fonda, entre el ruido y el calor de la humanidad despreocupada.
Como seguramente otras contribuciones a este número de Avance y Perspectiva atestiguarán, celebramos que los campos científicos en los que Bogdan Mielnik ha sido invasor adelantado son bien reconocidos: combinatoria, relatividad, supersimetría y fundamentos de la mecánica cuántica. Sin modestia posible, afirmamos que la validez de sus resultados científicos es ad æternitatem, y es en esa escala de tiempo que se podrán valorar sus contribuciones a la ciencia. Mientras tanto, en tierra, Bogdan ha navegado sus años entre Polonia y México, madurando conocimientos en sabiduría, como el buen vino cuyo sabor se torna más profundo y generoso con el tiempo.
Fuente: Revista Avance y Perspectiva