Ciencia y diversidad
Jesús Antonio del Río Portilla
En estos días, después de que en el Senado se aprobarán las iniciativas que mandó el presidente Andrés Manuel López Obrador, se han desatado críticas a los diversos acuerdos legislativos. En particular, una de las que atañen al sector científico es la Ley General de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación que fue ampliamente cuestionada por una porción muy amplía de quienes laboramos cotidianamente en este sector.
No es la primera vez que abordo el tema en estas líneas [1] donde he planteado ideas que comparto con colegas con genuino interés y vocación por contribuir al bienestar de la población de nuestro país.
En esta ocasión quiero reiterar algunas de las ideas que he compartido en estos textos.
Primero enfatizo la importancia que tiene la generación de conocimiento local para contribuir al conocimiento global. También es pertinente considerar que la ciencia internacional puede ayudar en la construcción de soluciones en diferentes entornos locales con miras a largo plazo. Como un ejemplo puedo mencionar, el uso de conocimiento global en el ámbito de las energías renovables, como el hecho de que hoy en día la energía solar fotovoltaica es más barata que la energía producida con combustibles fósiles; además de que las soluciones para brindar energía renovable en diferentes lugares deben ser construidas con la comunidad misma y la participación de los sectores científicos, tecnológicos y humanistas son elementos que debe tener toda estrategia para brindar energía de calidad y suficiente para cubrir las necesidades de la población.
En este sentido, reafirmo que, la integración entre el conocimiento empírico, desarrollado por personas locales, y el conocimiento científico es necesaria para mejorar el entendimiento de las interrelaciones y sinergias que las estrategias pueden brindar hacia la construcción del bienestar social.
Otro aspecto esencial es que la generación de conocimiento es un eje transversal en el combate a la pobreza, la desigualdad y el deterioro del ambiente; ya que tanto las ciencias e ingenierías como las humanidades son actividades que las personas pueden disfrutar y cultivar por igual, y que la participación de la sociedad en estas actividades puede generar efectos sinérgicos en la búsqueda de soluciones a los problemas. Para conseguir este impacto deseado de las actividades científicas es fundamental que la educación superior esté basada en la generación de conocimiento y sea considerada una inversión social imprescindible.
Tengo que reconocer que el sector científico mexicano es profesional y presenta un impacto positivo en la ciencia global, sin embargo, los datos indican que el impacto en la sociedad mexicana todavía no es el deseable, especialmente en el contexto de la desigualdad social en México. Es necesario mejorar el entendimiento de las interrelaciones entre las estrategias de sustentabilidad y su impacto en la sociedad, y seguir trabajando en la definición de indicadores idóneos para medir el progreso hacia el bienestar de la población mexicana.
Desde mi punto de vista, este impacto limitado de nuestro sector es causado por el escaso número de personas que laboramos en el sector. En la actualidad, somos cerca de 30 mil personas en estas actividades, pero para que podamos influir en nuestros entornos es necesario que el sector cuente con más de 80 mil personas activas generando conocimiento nuevo y amalgamando el conocimiento existente tanto en el mundo como localmente.
También podemos mencionar que la ciencia se construye con base en acuerdos entre las personas que se dedican a ella, basados en información verificada. Es decir, la comunidad científica está acostumbrada a discutir y, con base en información de calidad, construir acuerdos para continuar entendiendo y actuando en los entornos. A lo largo de muchos años, la comunidad científica ha privilegiado el diálogo para alcanzar consenso o mayorías incorporando a las otredades promoviendo la diversidad basada en información verificada. Específicamente, desde hace un poco más de cuatro años la comunidad científica mexicana ha mostrado disposición para dialogar con las actuales autoridades para compartir visiones y construir acuerdos hacia una ley general de los ámbitos de las humanidades, ciencia, tecnología e innovación.
Desde inicios del sexenio he manifestado mi opinión sobre la necesidad de contar con un sector científico participativo tanto en la conformación de soluciones de la diversidad de problemas que tenemos en el país, como en la posibilidad de definir política científica con estas intenciones.
Sin embargo, el día 28 de abril del presente año se aprobó una ley del sector que no incluye las voces de la comunidad científica sino que define una política científica centralista y autoritaria que omite la opinión de una gran mayoría del gremio científico y que no considera la diversidad. La aprobación se realizó con enorme premura y muy escaso lapso de análisis, y sin incorporar la diversidad de visiones requerida en el ámbito científico, lo que resulta en una ley deficiente, con el potencial de ser destructiva y excluyente.
Considero que nuestra población merece una ley general del sector que vele por su bienestar y la que se aprobó la semana pasada no apunta en esta dirección.
[1] https://delrioantonio.blogspot.com/search?q=ciencia
Fuente: delrioantonio.blogspot.com/