Christopher Domínguez Michael expone el intenso debate por definir una ciencia literaria alemana
Los intentos por definir una teoría literaria del siglo XIX ya no alcanzarían para entender la realidad literaria del siglo que se venía, dijo
Como parte del ciclo Grandes críticos literarios, el crítico literario Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, dictó la ponencia “Ciencia literaria alemana en 1930” en el Aula Mayor de la institución. “Con esta charla concluyo las conferencias en torno a la crítica alemana, y lo concluyo con la parte más olvidada, más anticuada, la que sufrió de manera más devastadora, por así llamarlo, aquello que fue el siglo XX, que es lo que se llamaba filología o ciencia literaria alemana”.
Domínguez Michael se refirió a la antología Ciencia literaria alemana, publicada en los años 50 por el Fondo de Cultura Económica, “escrita por puros profesores que, salvo el psicoanalista Carl Jung, son del todo desconocidos, o por lo menos lo eran para mí antes de tomar este libro. Es un libro académico de buen nivel, muy bien escrito, por profesores de distintas universidades alemanas”.
“El libro se publicó en Alemania en 1930, pero evidentemente ahí la mayoría de los profesores y académicos que lo escribieron, seguramente nacieron a mitad del siglo XIX, y da la impresión de que la estética que ellos enseñaban ya ni siquiera llegó a impactar con las vanguardias de los años 30”. No obstante, dijo, es un intenso intento por entender la ciencia literaria alemana.
De alguna manera “es un libro de cultura general, porque está escrito antes de las vanguardias, antes del psicoanálisis, antes del desembarco del marxismo en la teoría literaria, y con una idea de la ciencia que, incluso, en comparación con Francia, donde ya la lingüística de Ferdinand de Saussure había hecho impacto, aquí seguían con la vieja filología alemana”.
En realidad, agregó, “no era tan vieja, porque las grandes universidades alemanas se vuelven esos castillos cerrados del saber, aquellos que trataron muy mal a Nietzsche, por ejemplo, hacia 1870, y esto no en balde coincide con la derrota de Francia en la guerra franco-prusiana, se había impuesto la cultura alemana contra la civilización francesa, y las salvaguardas de esa victoria eran las grandes universidades alemanas. El propósito de este libro y de esa manera de entender la literatura está en el título: La ciencia literaria”.
Búsqueda de una generación
Uno de los cuestionamientos clave que se centran en el debate sobre la creación de una ciencia literaria alemana, señaló Domínguez Michael, es la definición del concepto de ‘generación’. “¿Son todos aquellos que iban en tercero B de primaria? ¿Son todos aquellos que tenían 20 años cuando apareció el primer libro importante de Goethe? ¿Son aquellos de distintas edades que estuvieron expuestos al impacto del idealismo alemán en la Universidad de Jena a principios del siglo XIX?”.
O, quizá, “una generación es un crisol donde gentes de diferentes edades coinciden alrededor de ciertas ideas de ciertos maestros. Ya era una época en la que José Ortega y Gasset era muy influyente en Alemania, incluso el chiste en España es que Ortega era el primer filósofo de España y el quinto de Alemania. Y bueno, la teoría de Ortega de las generaciones fue muy popular y es bastante sensata”.
De manera “bastante reciente”, explicó el colegiado, se tiende a utilizar la figura del siglo para medir el tiempo histórico, político y cultural. “Por siglos se entendía no solo un periodo de más o menos 100 años, sino una época, en este caso, de esplendor, y así se empieza a hablar, por ejemplo, del siglo de Pericles en la antigua Grecia, o del siglo del César Augusto, etc. Y se adquiere esta medida de que los 100 años, como las 24 horas del día, son una temporalidad que nos permite ubicarnos”.
Así, el siglo XIX se impone como el siglo del Romanticismo. Pero “¿dónde empezaba y dónde terminaba? ¿En qué medida era un fenómeno nacional y en qué medida no lo era? El Romanticismo nace a fines del siglo XVIII, primero en Alemania y luego en Francia. Visto por los jóvenes románticos alemanes, era una expresión nacional que se opone a la universalidad de la ilustración francesa”.
Todavía no se hablaba de críticos literarios y el debate estaba en formular una manera de hacer de la literatura un sujeto del examen científico. En medio de esa definición surgió la pregunta: ¿qué hacer con Goethe?: “Ellos tenían toda la vocación de ver en Goethe como una figura fundacional, pero resulta que Goethe, a la mitad de su larga vida, se le aparece el romanticismo como un fenómeno literario que a la vez viene de él y a la vez se opone a él”.
“Se le aparece en la persona de su joven amigo Schiller, con el cual tiene una gran intimidad y obliga a Goethe a ponerse al día, lo cual para Goethe fue, desde luego, muy estimulante, pero también muy trabajoso. Entonces, si Goethe era la figura fundacional del romanticismo, había un problema. Y si Goethe era, como creían otros, el fin de una época, había otro. Se enfrentan al problema de cómo ubicar una obra tan larga. Y lo mismo ocurría con otras figuras, no de la literatura, pero sí del pensamiento, como Kant o Hegel”, dijo el crítico literario.
Definir una generación se convierte en algo complicado y se complejiza aún más con la idea de nación y de orgullo nacionalista. “Entonces entra la ciencia a tratar de meter orden en este asunto y se llega a la conclusión, estamos hablando ya de principios del siglo XX, que en cada siglo hay más o menos cuatro generaciones, cuatro periodos de 25 años, que son los que van desde que alguno de nosotros o todos nosotros nacemos”.
“Llegamos a los 25 años, que es cuando ya se está terminando la primera etapa de la educación universitaria, y uno ya está en condiciones de empezar a producir sus primeras obras artísticas. Con todas las excepciones del mundo porque siempre ha habido obras tardías y siempre ha habido obras precoces. Estas cosas, que parecen muy simples, eran los grandes debates científicos de la filología alemana”.
Domínguez Michael utilizó lo que fue la ‘Guía Roji’ para ilustrar la forma en que se buscó definir momentos de la literatura alemana, en un intento de mapearla. “Y empieza la señalización literaria de esas carreteras: esta es la carretera del Clasicismo, según se entiende en Francia a fines del siglo XVIII, esta es la del Romanticismo y se empieza a hacer, propiamente hablando, un mapa, una ‘Guía Roji’, que es una cosa que ya no existe, pero que algunos de los que están aquí saben perfectamente lo que es”.
Ya que se establece más o menos el concepto de generación, con cuatro generaciones en cada siglo, “empieza el problema de las excepciones y de distinguir dentro de las generaciones las subgeneraciones o los subgrupos o aquellos individuos que habiendo sido de una generación no comparten los valores de su generación. Por ejemplo, un Nietzsche no tiene nada que ver con su generación, es un enemigo de su generación, por eso lo corren de la universidad o lo maltratan. En cambio, Marx es un hombre que está muy acorde con su generación, que es la de los jóvenes hegelianos, gente que empieza a producir pensamiento en la década de los 40 del siglo XIX”.
Toda Alemania “se divide en los caracteres locales, que tenían que ver con la religión, con la historia política, con la historia militar, y con diferencias imperceptibles como lo que sería para nosotros ponernos a discutir la diferencia entre los yucatecos y los chiapanecos. El problema del alma nacional lo dividen en pedacitos, ya no es el alma nacional alemana, con el problema de que era un país que era una lengua sin nación. Alemania no existirá hasta la derrota de Francia en 1870, hasta el primer Reich”, dijo.
En medio del debate, “la literatura alemana decide ser una literatura a la vez preocupada en las oscuridades de la metafísica, su parte romántica, suicida y melancólica, pero a la vez es una literatura progresista, abierta al mundo, enamorada de la técnica”.
A la vez, “tienen la fantasía, que todos los países europeos la tuvieron a su manera, de que eran los herederos de Grecia, que se caracteriza, a diferencia de Roma, por su espíritu artístico. Los técnicos imperiales militarizados son los romanos, mientras que los griegos son los creadores del arte y de la filosofía; entonces están los alemanes helénicos, helenizantes, los romanizantes y la búsqueda de la identidad nacional es una permanente excursión al pasado para tratar de hacer ciencia de lo que era identidad nacional”.
Convertido todo ya en un embrollo, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914, y la irrupción de las vanguardias. “El siglo XX decide que hay que destruir todo ese trabajo que se había hecho en el siglo XIX, de tratar de organizar la ciencia literaria según los parámetros de la identidad nacional. Lo que se trató de hacer fue una construcción que hiciera de la literatura una ciencia con leyes predecibles, acaba siendo un ropero viejo que hay que tirar a la basura porque vienen las vanguardias, y las vanguardias no vienen solitas, sino vienen estimuladas por la ciencia, por el psicoanálisis de Freud”.
La interpretación de los sueños aparece en 1900, y la Teoría de la relatividad de Einstein es de 1905, “entonces la ciencia resulta ser no aquello que nos da certeza, sino aquello que nos quita la certeza, la relatividad y el psicoanálisis nos hacen sentir en un mundo como había predicho Nietzsche: sin Dios, donde las certidumbres teológicas se han derrumbado, pero no solo las certidumbres. Se acaba la confianza y la certidumbre absoluta de la ciencia, entonces viene el caos del que nace la literatura del siglo XX”.
Ese mundo, en el que se intentó definir una ciencia literaria alemana, “ya era un mundo que no alcanzaba para entender la realidad literaria del siglo que venía”, remató.
Fuente: El Colegio Nacional