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El yogur griego, nueva base para combustible renovable

El yogur griego, nueva base para combustible renovable

Una nueva técnica permite usar bacterias para convertir los azúcares y ácidos que quedan del yogur griego en moléculas que podrían usarse en biocombustibles o aditivos.

«Para ser sostenible, hay que convertir las corrientes de desechos donde se producen, y el estado de Nueva York es donde están las vacas, donde están los productores de lácteos y donde la locura del yogur griego comenzó en Estados Unidos, con Chobani y FAGE», dice en un comunicado el autor principal Lars Angenent, ingeniero ambiental y microbiólogo en la Universidad de Cornell (Estados Unidos) y la Universidad de Tübingen (Alemania). «Eso es mucho suero ácido que ahora mismo tiene que ser llevado a lugares lejanos para la aplicación terrestre, pero queremos producir productos químicos valiosos a partir de él», señala.

El suero residual de la producción de yogur griego se compone principalmente de lactosa de la leche, fructosa de las frutas y el producto de fermentación ácido láctico. Los investigadores usan bacterias para convertir esta mezcla en un extracto que contiene dos compuestos más útiles: ácido caproico (ácido n-hexanoico) y ácido caprílico (ácido n-octanoico), ambos ‘antimicrobianos verdes’ con los que se puede alimentar al ganado en lugar de antibióticos.

O, teniendo en cuenta las necesidades energéticas, el procesamiento adicional podría unir seis, siete y ocho carbonos centrales de las moléculas obtenidas en las cadenas de hasta los 14 necesarios para calificar como biocombustibles de ‘inyección directa’ para el combustible de aviación. Ambas opciones tienen atractivo económico y social.

«El mercado agrícola podría parecer más pequeño, pero tiene una gran huella de carbono, y convertir el suero ácido en una materia prima que los animales pueden comer es un ejemplo importante de los ciclos cerrados que necesitamos en una sociedad sostenible –resalta Angenent–. El mercado del combustible, por supuesto, opera a un precio menor, pero su demanda es prácticamente ilimitada».

Tradicionalmente, suprimir el oxígeno mientras se alimentan los desechos biodegradables a los microbios resulta en la producción de gas rico en metano a través de la digestión anaeróbica. En cambio, los investigadores conectaron dos reactores de ‘cultivo abierto’, el primero ajustado para microbios amantes del calor, aficionados a temperaturas de 50 grados Celsius y el segundo a una cifra más acogedora de 30 grados. Su estudio se publica en la revista Joule.

Después de sembrar cada reactor con un microbioma previamente estudiado y abrir la configuración al suero ácido y su propia rica variedad de bacterias (como la microbiota intestinal común de la familia ‘Lactobacillus’), el ácido capróico, el ácido caprílico y otros productos menores podrían extraerse continuamente durante un periodo de varios meses.

Fuente: Europa Press

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