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La primera colombiana en el barco de mujeres científicas a la Antártida

En 69 días, la bumanguesa Paola Tello pisará el casquete polar con una bandera. Propone que la industria del petróleo migre hacia recursos renovables. La escucharán otras investigadoras que quieren eliminar las brechas de género.

Paola Tello se grabó hace cinco meses a orillas de un lago de Guildford, Inglaterra, que está junto a su trabajo. Se hizo varias tomas hablando, en inglés y con su acento marcado de Bucaramanga. Al final tuvo lo que necesitaba: cinco minutos explicando que era científica, que era líder y que reunía los requisitos para viajar a la Antártida.

Ese deseo apareció cuando navegaba a medianoche por internet. Se topó con un anuncio del programa Homeward Bound, una iniciativa de dos australianas que están armando por segundo año su expedición al continente más frío del planeta e invitaban a otras 70 mujeres científicas a zarpar con ellas. La aventura tiene un objetivo: por un año todas se formarán en línea acerca de temas sostenibles, cambio climático, emprendimiento y liderazgo femenino. Se conocerán en persona el próximo febrero mientras bordean por 15 días el fin del mundo a bordo de una embarcación.

La idea es que en una década sus nombres estén en la lista de las 1.000 investigadoras que pisaron el polo Sur hablando de ciencia y de medio ambiente.

Y para esta ocasión, todas están a la altura de ambos temas. Hay expertas en genómica de las esponjas marinas, en cómo producir biocombustibles a partir de algas. O en divulgación científica para niños australianos por televisión. O en presidir comisiones de mujeres científicas alrededor del mundo.

Viajan desde 13 países distintos. España, Kenia, Francia, Italia, Noruega, Escocia, por mencionar algunas. Y gracias a ese video y a otros papeles, Tello es la primera colombiana incluida en el grupo.

Es física de la Universidad Industrial de Santander, de 31 años. Amante de las rocas y sus propiedades, y también de los niños. Trabaja para la compañía ALS Oil & Gas, un peso pesado de la industria petrolera.

Sabiendo que está metida en la industria más contaminante del mundo, su aporte en el sur será hablar de energías de transición. Sabe con certeza que los recursos renovables harían la diferencia ante el calentamiento global y la emisión de gases efecto invernadero. Dos asuntos que les sacan migrañas a los gobiernos actuales.

Las otras también irán con su investigación bajo el brazo. Quieren hacer la diferencia en un mundo donde las mujeres constituyen una minoría en el ámbito de la investigación. Según un informe de la Unesco sobre ciencia, sólo representan el 28,4 % a nivel global.

Un laboratorio polar

Cuando Paola Tello les dijo a sus padres lo que quería estudiar, ambos pensaron que era licenciatura en educación física, no física. Pensaron que iba a ser profesora, que eso para qué. Ella igual se matriculó y batalló por cinco años contra un monstruo de dos patas, la mecánica y la cuántica.

Al final se decidió por lo aplicable. Por explicarles a sus papás qué era lo que hacía y un convenio académico con Ecopetrol lo facilitó. Empezó a trabajar en petrosísmica, a hacer modelos para conocer las propiedades de las rocas. Saber si almacenan fluidos, aceites, y si estos pueden extraerse para obtener petróleo.

Así se enganchó. Se mudó a Bogotá para unirse a Gmas, una empresa de consultoría en geología y petróleos a cargo del profesor José María Jaramillo, uno de los mayores expertos en el tema a nivel nacional.

Allí se quedó un par años hasta que fueron mayores sus ganas por aprender inglés. Entonces voló a Guildford, una ciudad cerca de Londres, para explorar minerales. Medirlos dentro de las rocas, en calidad y en cantidad. De esa manera sabe las bondades de una roca, ya sea para sacar cuarzo, para fracturarla, etcétera.

Por esa misma época decidió juntar mujeres. Dos amigas, una en Holanda y otra en Estados Unidos, le ayudaron. Formaron la Geored de Mujeres Colombianas para saber quiénes estaban alrededor haciendo ciencia. El medio que escogieron para comunicarse, compartir información y conocimiento fue la plataforma LinkedIn.

No lo hubiera sabido, pero hasta ese momento, a principios de 2017, ya había cumplido todos los requisitos para ir a la Antártida.

Preparando maletas

Llegar al final del mapa cuesta. Tello, al igual que las otras 69 mujeres, tiene que recaudar para los gastos de la expedición alrededor de 20.000 dólares. “Eso significaba para mí una casa en Colombia”, asegura.

Así que ha tocado puertas de manera incansable. Ya por lo menos consiguió el apoyo de una empresa que la surta de ropa para el frío, en un lugar donde la temperatura puede llegar a 93,2 grados centígrados bajo cero.

Logró que otras empresas se sumaran a su iniciativa, que corrieran con el gasto de la maleta, del viaje hasta la Patagonia argentina, de donde saldrá en unos meses. Y por ello el equipaje ya está a medio llenar. Llevará café colombiano, artesanías y un montón de cartas escritas por niños, acumuladas durante sus talleres en Medellín, Bogotá, Bucaramanga, Santa Marta y Barranquilla.

Una labor voluntaria en la que les cuenta sobre la Antártida, “una aventura para valientes”. Les habla de la historia del continente polar, de que por años las mujeres no pudieron ir allí y que ahora ella lo hará, que verá pingüinos que se deslizan sobre hielos a punto de derretirse y nadan en océanos llenos de plástico.

Así los une a su causa, al cuidado del planeta a través de pequeñas acciones, a procurar la salud de los ecosistemas. Ellos entienden la manera de cómo pueden ayudar. Por eso les envían a los pingüinos sus mensajes de apoyo. Les prometen que no van a arrojar basura a los ríos, que van a cerrar el grifo al lavarse los dientes y que apagarán las luces rápido antes de irse a acostar.

Esas sesiones no le dan dinero a Tello. Para ella es una debilidad, aunque se resta horas de sueño rebuscando por otros lados el dinero. “Lo hago porque yo quería ir a los colegios a hablarles a las niñas sobre ciencia y esta es la mejor excusa. Yo toda la vida he estado metida con chiquitos, mi mamá es enfermera de niños y yo me la he pasado como voluntaria. Además, los adultos me aburren, son muy humanos”, me dijo Tello al terminar una conferencia de adultos, que a veces da.

Al terminar el evento la gente se le acerca, ella les sonríe, les da un autoadhesivo de pingüinos para el celular, les pone un sello en sus agendas y ellos cruzan los dedos por su viaje, porque pronto lo hará. Ponen cara de niños emocionados mientras hablan de la Antártida.

Fuente: elespectador.com