Nuevos sensores inteligentes permitirán comprobar el estado de la comida y detectar contaminación bacteriana en los alimentos. Así lo hace un velcro desarrollado por el MIT que cambia de color para alertar del mal estado
Tanto para evitar el desperdicio mundial de alimentos como para mejorar la trazabilidad de los productos y evitar intoxicaciones alimentarias la tecnología puede suponer un importante apoyo. Partiendo de la ayuda de los abvances más punteros en sensores inteligentes ingenieros del MIT han creado un sensor que se asemeja a una tira de velcro que, atravesando el envase de plástico de los alimentos, puede conocer su estado y detectar bacterias.
El dispositivo perfora el envase y la comida a través de microagujas hechas de proteínas comestibles de seda que succionan el material por capilaridad. extrayendo líquido de la parte posterior del sensor De esta manera, el velcro inteligente es capaz de extraer muestras de contaminación bacteriana y deterioro. Existen dos tipos de bioenlaces especializados en el sensor que reaccionan ante las bacterias y determinados niveles de PH vinculados al deterioro de la comida.
Para hacer una prueba, uno de los responsables del equipo, Doyoon Kim compró pescado crudo en una tienda de comestibles local y les inyectó E. coli., Salmonella y un fluido de control no contaminado. El resultado mostró que las bacterias detectadas por la biotinta del sensor se volvieron rojas en aproximadamente 16 horas. No detectó salmonela, ya que el material elegido solo es sensible a E. coli. El otro sensor también se tornó rojo después de un par de horas más, lo que indica el deterioro.
Se trata de una novedad sumamente útil cuando se detecta un brote alimentario, pero también para que un futuro cercano los consumidores verifiquen si un producto después de su fecha de vencimiento está realmente estropeado.
“Hay muchos alimentos que se desperdician debido a la falta de un etiquetado adecuado y los tiramos sin saber siquiera si están en mal estado o no”, apunta Benedetto Marelli, profesor asistente en el Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental del MIT. La seda que forma las microagujas del sensor es totalmente comestible, no tóxica y puede usarse como ingrediente alimentario. También es lo suficientemente robusta a nivel mecánico para penetrar a través de un amplio espectro de tipos de tejidos, como carne, lechuga, pescado o cebollas.
El velcro está equipado con dos tipos de bioenlaces de polímero: el primero es un anticuerpo que reacciona a E. coli, expandiéndose de tamaño cuando se encuentra con el patógeno y empujando el polímero circundante que altera la forma en que el bioink absorbe y refleja la luz. Este último reacciona a ciertos niveles de pH relativos al deterioro de los alimentos.
El siguiente paso por parte del equipo es acelerar el proceso para que las microagujas puedan absorber el material de forma más veloz y los bioenlaces reaccionen más rápido. Cuando se optimice a un nivel comercial viable podrá ser de utilidad en distintas etapas de la cadena de suministro.
Fuente: ticbeat.com