“Hay un refrán que dice que Dios ayuda a los niños y a los locos. Bueno, a mí me decían que estaba loco. Pero siempre recordé una escena de Raíces, la vieja serie de tevé donde el esclavo Kunta Kinte –ya viejo, sin un pie, arruinado para trabajar– le dice al dueño: ‘Puedo comprarme a mí mismo. Tengo un dólar’. Y le dicen que sí, porque era más barato dejarlo ir que mantenerlo. Y Kunta Kinte se va con su libertad. Yo pensé así. Ya no quería depender de una empresa cuyas decisiones se toman a 13 mil kilómetros de distancia. Donde se dan un montón de situaciones, como que un día te dicen ‘señor, usted está afuera’, y vos tenías armada una idea de vida y terminás haciendo otra cosa, pero obligado”.
El empresario Sergio Garré (57) es claro cuando habla. No tiene pelos en la lengua, aunque se gana la vida precisamente al revés: haciendo que el pelo crezca… o que no se caiga.
En el año 2009, en consecuencia, se independizó de una multinacional farmacéutica “porque quería ser mi propio jefe”.
Pero esta historia tiene un prólogo. Dos años antes, durante el gobierno de Cristina Fernández, se había creado el Ministerio de Ciencia y Tecnología. El elegido para llevarlo adelante fue el científico Lino Barañao. Cuando Mauricio Macri asumió la presidencia en el 2015, el ministro –hoy secretario– continuó: un claro ejemplo de política de Estado. Allí, en el Conicet, investiga la doctora Claudia Anesini, a quien Garré conoce. Ella le preguntó si conocía, en el ambiente de la industria farmacéutica, alguien interesado en la fabricación de un producto que aplicaría una nueva tecnología.
“Desde el Conicet se comenzó a crear conocimiento con alto valor agregado, para generar otra matriz productiva, crecer y ofrecer al mundo productos innovadores”, señala Garré. Y amplía: “Cuando me enteré de estas tecnologías, un anticaspa y otra para crecimiento del cabello, ambas con extractos naturales y protegidas por patentes, dije que sería bueno tomar estos conocimientos para un mercado global, y me interrogué a mi mismo: ‘¿Por qué no puedo hacerlo yo?’. Convencí a mi entorno familiar y arranqué. Fui al Conicet, me atendió un funcionario y me pidió un plan de negocios. Lo armé en un año y me licenciaron las patentes. ¡A una empresa de cero! Era diciembre del 2011. Tenía una alegría bárbara. Vendí mi casa, me compré un departamento chiquito y puse ese capital para iniciar la empresa”.
Y, con la farmacéutica cubana Yramis Lugones Portal (44) como directora técnica, puso primera el laboratorio Garré Guevara –ubicado en la ciudad de San Martín, al noroeste del Conurbano–, donde trabajan veinte personas y se fabrica la línea de productos Eco Hair para combatir la calvicie.
“Tenemos un convenio de licencia exclusiva de las patentes hasta el 2022, con la posibilidad de renovarlo. Le pagamos regalías al Conicet: un porcentaje de la venta va al instituto donde se desarrolló el invento (el IQUIMEFA –Instituto de Química y Metabolismo del Fármaco–) y otra al bolsillo de los investigadores. Es un circuito virtuoso: pagamos impuestos, va al presupuesto, se invierte en el Conicet, se paga a los investigadores, ellos crean conocimiento, se aplican a productos innovadores, se venden y vuelve al Estado en regalías, que es lo que menos nos duele pagar”, cuenta entusiasmado Garré. La farmacéutica Lugones Portal añade: “Toda nuestra línea contiene la misma tecnología de base. El primer producto que hicimos, y que es líder, fue la loción. Luego surgió el champú y otros, como los de pestañas y cejas”.
¿En qué se basa la tecnología?
Lugones Portal: Es una innovación basada en extractos naturales de la jarilla –una planta autóctona argentina– y café descafeinado. En el IQUIMEFA estudiaron la eficacia de la combinación de ambos extractos en la detención de la caída del cabello y el crecimiento capilar. De ahí se obtienen los principios activos y se hace la fórmula de cada producto. Se hicieron estudios clínicos en humanos, donde se evaluó la eficacia y la seguridad.
Garré: Funcionó en el 85 por ciento de los casos después de 90 días de uso en la loción. Y en el 96 por ciento mejoraron las cualidades del pelo. Además, en el control de la caspa tuvo el 100 por ciento de eficacia. Estos estudios fueron publicados en 2015 por una revista científica suiza, Skin Pharmacology and Phisiology. Eso nos abrió la puerta de Inglaterra.
¿Cómo llegaron a venderles lociones y champús?
LP: Desde el principio, uno de los objetivos fue exportar la línea. De modo que tuvimos en cuenta cada ingrediente que usamos. Durante un año intercambiamos información para lograr el registro sanitario de los productos en Europa.
G: En el Ministerio de Ciencia y Tecnología está Cristian Desmachelier, un biólogo que trabajó en el Reino Unido, al que llamaron pidiéndole datos por alguna planta que sirva para la caída del pelo. Les respondió que no tenía una planta, sino un producto. A partir de esa casualidad nos contactamos.
LP: En Inglaterra estaba Prevention Hair Loss, una pequeña empresa que testea genéticamente la posibilidad de una caída temprana del cabello. Tenían eso y querían incorporar productos elaborados con ingredientes naturales –una línea fito-cosmética– y no con drogas químicas.
G: Nuestra línea también es innovadora para Europa. Mirá, en el mundo hay otros dos productos eficaces para la caída del pelo. Pero son químicos y tienen efectos nocivos para la salud: uno fue inventado para la próstata y causa disfunción sexual; otro, un vasodilatador, produce taquicardia e insomnio. Para nosotros, la sustentabilidad y la responsabilidad empresaria son importantes. En 2012, cuando lanzamos al mercado el primer producto, ya lo hicimos sin parabenos, conservante muy habitual aún permitido en la Argentina, pero cuestionado en Europa y prohibido en algunos países, porque dicen que puede provocar cáncer. Te cuento que después de Inglaterra cerramos exportaciones para Perú, Uruguay… ¡y Pakistán!
¡Hasta Macri usa su loción!
G: A él le informaron de nuestro caso y nos quiso conocer a través de la Secretaría de Ciencia y Tecnología. Así, el martes 13 de noviembre fuimos a la Casa Rosada. La reunión estaba pactada para media hora y nos quedamos una. No bien entramos nos pidió probar la loción.
¿Y usted usa su producto?
G: Por supuesto, la loción y el champú… ¡Yo no me puedo quedar pelado! (risas).
Fuente: infobae.com