Adiós al calor: el invento para que el césped artificial de tu jardín almacene la lluvia y baje 20 grados la temperatura
Un sistema de riego capilar convierte el césped artificial de jardines y campos de fútbol en una versión más cómoda y fresca que el natural
Después de un junio fresco, España está entrando en un julio con altas temperaturas. Algunas zonas de la península sufrirán máximas cercanas a los 40 grados. Con este calor, los más afortunados son los que tienen un jardín, terraza o parque con césped y sombra frescos que ayudan a bajar el termómetro. Para el resto, abocados al calor del asfalto, surgen nuevas tecnologías e inventos que refrescan la casa sin consumir electricidad para poder ahorrar en el uso del aire acondicionado.
Las ciudades empiezan a acoger soluciones donde la tecnología y la innovación construyen entornos más adaptados a los efectos del cambio climático como las inundaciones o el calor sofocante. Con nuevos materiales, los edificios pueden enfriarse más de 30 grados sin gastar energía, o las calles pueden evitar el efecto isla de calor tan característico de las junglas de cemento en las que vive más de la mitad de España.
El uso del césped es un recurso clásico para refrescar una plaza, jardín o terraza, pero siempre que sea natural. Si se usa césped artificial, aunque más cómodo que el cemento, puede alcanzar también altas temperaturas. Salvo si se recurre a este nuevo invento la Dra. Marjolein van Huijgevoort, hidróloga del Instituto de Investigación del Agua KWR, que convierte el césped artificial en un sistema de almacenamiento de agua de lluvia, al mismo tiempo que rebaja considerablemente la temperatura ambiente.
Césped con riego capilar
En comparación con el césped natural, el artificial presenta ciertas ventajas, pues no requiere de riego ni mantenimiento constante como tener que cortarlo periódicamente. Además, resiste mejor las pisadas o su uso para jugar o tumbarse en él. Por el contrario, este tipo de decoración se comporta como el asfalto ante las condiciones extremas del clima.
En época de lluvias no filtra como lo haría un jardín de hierba natural, por lo que el agua fluye rápidamente hacia el alcantarillado arrastrando sustancias tóxicas o microplásticos. Si las lluvias son muy intensas, el césped artificial no ayuda a evitar las inundaciones ni mejora la calidad del agua.
Otro de los inconvenientes es el calor que acumulan, al igual que el adoquinado de las calles, este tipo de césped contribuye al llamado efecto isla de calor. Para refrescarlo, se puede regar, pero el resultado dura poco tiempo y consume grandes cantidades de agua, además de fomentar la creación de bacterias. Por eso, este tipo de decoración requiere de cierto mantenimiento.
Todas estas desventajas se pueden suavizar con el sistema diseñado por la Dra. Marjolein van Huijgevoort. A la instalación tradicional de césped artificial se le añade una capa superficial donde almacenar el agua de lluvia. Esta va unida a un sistema de retención de agua con cilindros que transporta el agua almacenada de nueva a la superficie para evaporarla y refrescar el ambiente. Además, se incluye una almohadilla de choque.
«El proceso de enfriamiento por evaporación y ascenso capilar está controlado por procesos naturales y condiciones climáticas , por lo que el agua sólo se evapora cuando hay demanda de enfriamiento», explicó van Huijgevoort.
Una diferencia de más de 25 °C
El sistema de riego capilar se ha puesto a prueba en varias escalas: empezando por cuatro parcelas con un área de 5 x 5 metros cada una y terminando por el campo del club de fútbol VVA/Spartaan (Laan van Spartaan). De las cuatro parcelas, una era de césped natural con riego capilar. En este caso, la capa de almacenamiento y drenaje era de 85 mm con cilindros para evaporar al agua en la superficie, mientras que la capa de tierra era de 30 cm de espesor para el enraizado del césped.
En segundo lugar, se aplicó una capa de césped artificial tradicional con relleno de caucho granulado negro de 30 mm y relleno de arena de 10 mm. Después se instalaron otras dos parcelas con césped artificial refrescadas con riego capilar, la primera con 50 mm con relleno de arena de 45 kg/m2 y otra con un relleno más fino de 10 kg/m2.
Cada una de las cuatro parcelas se equipó con sensores para medir la radiación, la temperatura de la superficie y el aire, el drenaje, la evaporación del agua y la temperatura del caucho. La temperatura del césped artificial refrigerado fue comparable a la de las áreas con césped natural. Lo mismo que en el aire cercano.
En plena ola de calor en verano de 2020, el césped artificial estándar refrigerado alcanzó una temperatura de 37 °C, mientras que el césped artificial convencional alcanzó los 62,5 °C, es decir, una diferencia de más de 25 °C, afirma el estudio.
No solo importa la temperatura, durante el experimento las precipitaciones fueron de 262,8 mm. El césped natural almacenó el 96,5% de las precipitaciones y la reutilizó, mientras que el césped artificial convencional solo almacenó y evaporó el 13,8% de agua. En el caso de las dos parcelas artificiales con el sistema capilar se almacenó el 83,8% y el 69,6%, siendo la más efectiva la capa de césped sin relleno.
La diferencia de temperatura fue menos significativa en Laan van Spartaan. En el campo de fútbol el relleno de corcho del campo de césped artificial existente consiguió que se calentara más lentamente que en Marineterrein, donde se utilizó un relleno de caucho negro. En los días calurosos y con mucha radiación, el campo enfriado de VVA/Spartaan estaba entre 5 y 10°C más frío que el campo convencional. En las instalaciones de Marineterrein, la superficie con césped artificial sin refrigerar superó durante varios días los 50ºC, explican en el estudio.
Fuente: elespanol.com