Una feromona de alarma regula el ataque de las abejas
Las abejas deciden si pican o no en función de la presencia y concentración de una feromona de alarma. Los niveles de concentración de esa feromona determinan tanto el inicio como el final del ataque, dependiendo de la tasa de agresiones que sufre la colmena y de la diversidad de depredadores.
Científicos de la Universidad de Constanza, en Alemania, y de la Universidad de Innsbruck, en Austria, han verificado en un reciente estudio que las abejas pican o no de acuerdo al nivel de una feromona de alarma. Su concentración marca el comienzo y la culminación de cada ataque, en función de la cantidad de ataques que recibe una colmena y de la variedad de los agresores.
De acuerdo a una nota de prensa, en los comportamientos grupales de las abejas las feromonas también cumplen un papel vital como herramienta de comunicación, pudiendo generar un efecto «contagio» que lleva a una abeja a picar luego de que una compañera ya lo hizo.
Las feromonas son sustancias químicas que producen los seres vivos con el propósito de generar comportamientos en concreto en otros ejemplares de la misma especie.
Transmite señales volátiles que se diseminan por el ambiente: en el caso de las abejas, cumplen un rol fundamental en la coordinación de los ataques contra los depredadotes, según la nueva investigación publicada en la revista BMC Biology.
El impacto de las feromonas es sorprendente. Por ejemplo, algunos árboles atraen aves a través de sus feromonas para que eliminen a los insectos que los atacan.
En los seres humanos, el papel y existencia de estas sustancias ha suscitado múltiples debates científicos, pero se cree que podrían tener una función específica en los comportamientos sexuales.
Señales de defensa
Volviendo al mundo de las abejas, son las feromonas las que marcan la probabilidad de que una abeja pique: los investigadores comprobaron que las concentraciones medias elevan esta probabilidad.
Al mismo tiempo, utilizaron un modelo informático para descubrir los factores ambientales que inciden en este comportamiento de defensa, confirmando que el número de ataques recibidos y la variedad de los agresores puede estimularlo.
Las señales que viajan mediante las feromonas son las que marcarán el comienzo y el final de los ataques de las abejas, determinando acciones individuales y grupales.
Cuando los insectos advierten la presencia de un posible agresor se inicia el proceso de producción y difusión de la sustancia por el ambiente. Algunas abejas secretan las feromonas por propia decisión, en tanto otras lo hacen al picar, ya que poseen esta sustancia en sus aguijones.
Los niveles de feromona en el ambiente irán indicando a las abejas si el contraataque tuvo éxito: una concentración media estimula nuevos ataques, pero cuando el nivel es elevado se está comunicando que una gran cantidad de abejas ya ha picado al agresor o depredador. De esta forma, se determina el final de la contienda y el cese de las picaduras.
Primero el bien común
Una cuestión trascendente es el funcionamiento social de las colmenas. Se cree que las abejas y otros insectos sociales actúan en un plano colectivo que se ubica por encima del individual: las acciones de cada individuo siempre van ligadas al éxito de toda la comunidad y allí encuentran su sentido.
En este caso, una abeja puede decidir picar e incluso morir en dicha acción si observa que la abeja reina de la colmena se encuentra amenazada.
El motivo es simple y lógico: es la reina la responsable de la reproducción y de la transmisión genética intergeneracional. Al salvarla, la abeja entrega su vida por el bien de toda su comunidad.
Fuente: tendencias21.levante-emv.com