Una amenaza en aumento para la vida silvestre: la electrocución
Sudáfrica es un país de ranchos, granjas, reservas y parques nacionales, muchos de ellos están rodeados por kilómetros de cercados eléctricos. Este cercado mantiene alejados a los animales no deseados y a los intrusos humanos, además de que protege al ganado y a la vida silvestre que se encuentra en el interior.
Sin embargo, estas vallas también tienen un efecto secundario involuntario pero letal: con frecuencia matan a animales pequeños, en particular aves y reptiles que los científicos anhelan preservar. En general, las trampas de cables detonadores son las responsables, ya que se encuentran a 15 centímetros del suelo y están diseñadas para enviar una descarga eléctrica que ahuyenta a los leones hambrientos y a los cerdos salvajes que destruyen los cultivos.
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No obstante, no todas las criaturas reaccionan huyendo. Las tortugas que tocan un cable detonador se ocultan en sus caparazones en lugar de retroceder, mientras que, para defenderse, los pangolines se enroscan en el cable como una bola. Los animales se quedan quietos y reciben las descargas eléctricas hasta que sus corazones no lo soportan más.
“Los granjeros caminan a lo largo de la cerca y encuentran seis u ocho tortugas muertas en un tramo de 100 metros”, dijo Luke Arnot, cirujano veterinario y profesor en la Universidad de Pretoria. “En cuanto a las tortugas, normalmente pensamos en la caza ilegal y los incendios de matorrales, pero las vallas eléctricas son un problema igual de grave, si no es que mayor”.
De acuerdo con un estudio de 2008, unos veintiún mil reptiles en Sudáfrica mueren cada año luego de entrar en contacto con cercados eléctricos. Arnot ha intentado alertar por medio de artículos publicadosen revistas de agricultura y ganadería en los que describe con detalle soluciones prácticas y económicas; también ha concebido un conjunto de directrices para la instalación de cercas eléctricas con conciencia hacia la vida silvestre.
Los remedios que sugiere son simples: por ejemplo, levantar los cables detonadores para que estén más despegados del suelo o activar la corriente solo durante la noche, cuando merodean los depredadores.
“Estas cercas tienen la capacidad de diezmar poblaciones enteras y lo están haciendo”, afirmó Arnot. Pero la amenaza que estas representan para la vida silvestre “aún no les interesa a muchas personas”.
Sudáfrica no es el único país que está batallando con este problema, y las cercas no son las únicas culpables de las muertes. Los cables de alta tensión se instalan de manera aleatoria en países pobres; estos también electrocutan animales y, para las aves, tan solo chocar con ellos a menudo resulta ser mortal.
“Hay estudios de todo el mundo que documentan este problema”, señaló Scott Loss, ecólogo en la Universidad del Estado de Oklahoma.
La electrocución afecta a una amplia variedad de especies; para algunas, es tan común que pone en peligro su supervivencia. En los países al sur de África, se considera la electrocución como una de las principales amenazas para los buitres del Cabo, que están en vías de extinción, y para los buitres dorsiblancos, que están en grave peligro de desaparecer.
En Asia central, casi cuatro mil halcones sacres, en peligro de extinción, mueren electrocutados cada año. En Estados Unidos, Loss y sus colegas han calculado que decenas de millones de aves mueren al año por los cables de alta tensión.
Los científicos aún no están seguros de cuán grande es la amenaza que constituye la electrocución para muchas de las especies afectadas. “Las aves que están en problemas de conservación, como las aguilillas de cola roja y las águilas reales, están muriendo electrocutadas, pero no sabemos exactamente cómo esa causa de mortalidad contribuye a los cambios en las poblaciones de estas especies, si es que lo hace”, explicó Loss.
En áreas más silvestres es especialmente difícil hacer cálculos precisos, pues los animales carroñeros son veloces para olfatear los cadáveres caídos, comentó Simon Thomsett, ornitólogo y fiduciario del Fondo para las Aves Rapaces de Kenia.
“En las áreas silvestres de Kenia, las hienas y otros animales marcan caminos hacia los cables de alta tensión para llegar a las aves muertas”, comentó.
Los animales electrocutados no necesariamente mueren de inmediato. Thomsett dijo que “las aves pueden recibir la descarga eléctrica”, y luego volar cientos de kilómetros, para después morir una o dos semanas más tarde cuando sus extremidades heridas se atrofian y se necrosan.
“Esto hace que sea imposible revisar debajo de los cables de electricidad para cuantificar el número de muertes”, aseveró Thomsett. “Pero considero que esta es una amenaza en aumento y que la mayoría de los conservacionistas, celadores y gestores de conservación de la vida silvestre la subestiman demasiado”.
Incluso los animales grandes están en riesgo. En el transcurso de doce años, más de cien elefantes asiáticos, en peligro de extinción, murieron electrocutados en Odisha, India, principalmente debido al contacto con cables de alta tensión. En muchos otros países, jirafas, elefantes africanos, leopardos, búfalos cafres y rinocerontes blancos han sufrido el mismo destino.
En particular, los primates son víctimas frecuentes. En Asia, África y Latinoamérica, al menos treinta especies y subespecies, la mitad de las cuales están en riesgo de extinción, se ven afectadas por las descargas eléctricas. “Este es un problema generalizado, pero del cual se informa y se estudia muy poco, así que podría haber más especies afectadas”, comentó Lydia Katsis, graduada reciente de la Escuela Bristol de Medicina Veterinaria en el Reino Unido.
En julio, Katsis publicó una investigación en el International Journal of Primatology que identificaba los puntos importantes de electrocución para cinco especies de primates en Diani Beach, Kenia. La electrocución representa hasta un 20 por ciento de las muertes de primates y de los casos de lesiones que se reportan a Colobus Conservation, un grupo sin fines de lucro con sede en esa región.
En general, los primates que reciben una descarga eléctrica mueren de inmediato o por el impacto de la caída, pero si sobreviven al choque inicial, es probable que luego perezcan debido a infecciones derivadas de “lesiones espantosas” provocadas por la descarga, afirmó Katsis.
Además de los costos para la conservación, los animales que entran en contacto con los cables de alta tensión, o cualquier otra infraestructura eléctrica, pueden generar un gasto económico importante. En 2016, por ejemplo, en Kenia un mono de Vervet provocó un apagón en todo el país luego de tropezar con un transformador, lo cual dejó sin electricidad a casi 4,7 millones de hogares y negocios.
“Los animales han causado apagones, interrupciones y daños a la infraestructura que ascienden a miles de millones de dólares”, sentenció Constant Hoogstad, gerente sénior de asociaciones industriales en el Endangered Wildlife Trust, una organización de conservación sin fines de lucro ubicada en Sudáfrica. “Estimamos que un 60 por ciento de las fallas e interrupciones en las líneas de Sudáfrica tienen que ver con la fauna salvaje”.
Hoogstad y sus colegas trabajan directamente con Eskom, el proveedor de electricidad propiedad del gobierno sudafricano, para llevar a cabo distintas estrategias de mitigación. Estas incluyen hacer los cables de alta tensión más visibles para las aves, aislar los conductores en las puntas de los postes, y diseñar postes de manera que las aves no puedan entrar en contacto con componentes activos.
“Es muy importante resolver este problema con ingeniería”, opinó Hoogstad.
Los resultados han traído éxitos y fracasos. Para algunas especies, como la avutarda de Namibia, las intervenciones para reducir las colisiones con los cables de electricidad no han llegado muy lejos. Para otras, como la grulla del paraíso y los flamencos, la mortalidad se ha podido reducir hasta un 90 por ciento o más.
“La pregunta del millón” es por qué estas medidas funcionan para algunas especies y para otras no, admitió Hoogstad, quien trabaja con sus colegas investigadores para resolver esa interrogante.
Los esfuerzos del Endangered Wildlife Trust se están reproduciendo en Jordania, Namibia, Tanzania y Australia. En Estados Unidos, el Avian Power Line Interaction Committee, una organización sin fines de lucro cuyos miembros incluyen a más de cincuenta empresas de servicios públicos, también trabaja para reducir las muertes de aves.
Sin embargo, la mayoría de los países no cuenta con tales iniciativas, y en muchos lugares el problema solo empeorará, advirtió Thomsett.
Por ejemplo, en Kenia, los cables de alta tensión se instalan a una velocidad vertiginosa, a menudo en áreas protegidas y a lo largo de rutas principales usadas por las aves que migran. En octubre, los colegas de Thomsett encontraron los restos electrocutados de un águila marcial —el águila más grande África— debajo de cables de electricidad recién instalados cerca de la reserva nacional Masái Mara.
Los conservacionistas conocían a la joven ave: la habían marcado tan solo siete meses antes como parte de un estudio a largo plazo sobre la ecología y la supervivencia de esta especie en Kenia.
“Lo que es terrible sobre los cables de alta tensión es que todos y cada uno van a causar una muerte”, manifestó Thomsett. “Pero la gente aquí dice que no le importa porque necesitamos desarrollo para nuestro país”.
Fuente: NYT