Un bioreactor de algas contra el cambio climático es capaz de absorber tanto CO2 como 400 árboles
Un nuevo bioreactor a base de algas que “secuestra” el CO2 con una potencia 400 veces superior a la de un árbol podría ser uno de los comodines más prometedores para la lucha contra el cambio climático.
La ciencia ha sido muy clara. No solo debemos reducir nuestras emisiones de CO2 para atender la emergencia ambiental del siglo, sino que además debemos eliminarlo de la atmósfera para alcanzar el ambicioso objetivo establecido por el Acuerdo Climático de París: mantenernos dentro de los 1,5ºC de calentamiento global. En la actualidad, los medios de secuestro de carbono varían desde implementar una forestación masiva de un billón de árboles, desarrollar productos como bioplásticos, impulsar la meteorización mejorada, promover la transición a prácticas de agricultura regenerativa, hasta la captura directa de aire para la depuración química del carbono y luego su almacenamiento bajo tierra. Todas estas soluciones son caminos de esperanzas por donde la comunidad científica marcha con aplomo.
Verde esperanza
Ahora, las algas se postulan como una pócima milagrosa. Nuestra tan evolucionada especie encuentra en estos organismos unicelulares una herramienta de enorme potencial para depurar la contaminación del planeta. Las algas, como el resto de la vegetación, toman el CO2 para realizar la fotosíntesis, pero su tasa de secuestro es 400 veces superior a la de los árboles. A su vez, cuentan con otras cualidades únicas en pos de la escalabilidad: su capacidad de sobrevivir a temperaturas extremas, prescinden de grandes áreas de cultivo para su crecimiento, requieren muy pocos nutrientes para sobrevivir y pueden cultivarse en cantidades significativamente superiores que los cultivos terrestres.
Hypergiant Industries, una compañía de productos y soluciones de IA con sede en Austin, está aprovechando este poder único de las algas en su última tecnología. El Bioreactor EOS es la innovación para la captura de carbono, capaz de procesar aproximadamente 2 toneladas de oxígeno por año, lo que equivale al rendimiento de un bosque de 4000m2.
La inteligencia artificial aplicada en EOS maximiza el rendimiento del aparato ya que optimiza el crecimiento algal, logrando crear el ambiente perfecto para su desarrollo. La IA habilita el monitoreo autónomo y el calibrado continuo de las variables de temperatura, pH, luz, bio-densidad y el ingreso de CO2 a los ciclos de cosecha deseados. El resultado es la expedición de biomasa en forma de discos de hockey de carbono, los cuales pueden ser empleados como biocombustibles, aceites, productos bioplásticos, alimentos o incluso cosméticos.
Con una medida de ancho inferior al metro cuadrado, este compacto dispositivo se lleva la delantera en comparación con otros prototipos de biorreactores similares. EOS puede conectarse a los sistemas de HVAC (Heating, Ventilating and Air Conditioning) presentes en torres industriales y edificios de viviendas particulares, e incluso permite su conexión en serie creando granjas de biorreactores que podrían acoplarse a grandes fuentes contaminantes.
No obstante, EOS requiere una especial atención durante todo su ciclo de vida, desde la creación de los dispositivos hasta cómo se cosechan las algas y, por último, qué sucede con ellas una vez que completan su misión. Para que las algas se cuenten como un verdadero sumidero, deben ser convertidas en productos que mantengan el CO2 secuestrado a largo plazo y no una vía de retorno a la atmósfera.
Dos de las alternativas más transformadoras sería su aplicación en la industria alimenticia y energética. En este sentido, Kevin Bayuk, investigador principal de Project Drawdown, señala que el biodiesel derivado de algas puede reemplazar a los combustibles fósiles, y las proteínas de algas pueden reemplazar las proteínas de carne producida industrialmente.
Lo mismo aplica al reemplazo de fertilizantes convencionales por fertilizantes derivados de algas. Si bien este reemplazo no cuenta como una real reducción de carbono, tiene el potencial de impactar significativamente y detener los estragos ocasionados en la salud de tierras, ríos y océanos. Por ejemplo, los fertilizantes de origen algal ricos en macronutrientes como potasio y fósforo podrían desplazar el proceso intensivo de energía Haber Bosch utilizado en la creación de fertilizantes nitrogenados, cuyas emisiones de amoniaco desencadenan la eutrofización y acidificación del suelo.
Hypergiant no solo apunta a comercializar el biorreactor y vender instalaciones a clientes interesados, también tiene planes de externalizar el diseño y lanzarlo a la comunidad de fabricantes para facilitar su adopción global. “Queremos alentar la mayor cantidad posible de casos de uso, desde el aficionado en 3D que imprime sus propias piezas en su garaje, hasta la construcción comercial donde podemos colocar reactores en la parte superior de grandes rascacielos”, declara Ben Lamm, CEO y fundador de la compañía. La estrategia de Hypergiant se basa en su ética central de colaboración y el entendimiento de que “el desinterés es necesario para dar vida a la sostenibilidad”.
Anteriormente, una startup mexicana llamada BiomiTech había creado un avance similar consistente en un proyecto de torres que integran un sistema de biofiltracion de contaminantes atmosféricos a base de microalgas. El avance, en su momento, se promocionó también como capaz de filtrar el aire como lo harían 400 árboles. La tecnología, llamada BioUrban, estaba enfocada a mejorar la calidad del aire en espacios abiertos, cerrados y diferentes áreas de industria.
Hoy más que nunca, la humanidad necesita líderes que puedan pensar más allá del rédito final. Hoy más que nunca, el humanitarismo debe ser la inspiración de una era tecnológica altruísta.
Fuente: nmas1.org