El pasado 13 de junio la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) presentaban un desgarrador informe donde daban cuenta del rápido derretimiento que ha sufrido la Antártica, que sólo en los últimos seis años ha perdido 241 mil millones de toneladas de hielo.
Sin embargo, pese al desalentador panorama, un grupo de investigadores de la Universidad Estatal de Ohio, lograron determinar una fórmula que podría ayudar a detener, o ralentizar al menos, el derretimiento del continente.
Según los especialistas, la esperanza estaría en el lecho de rocas ubicado justo debajo de la Antártica Occidental, el que ha aumentado rápidamente a medida que el hielo se derrite.
¿Pero cómo puede ayudar? De acuerdo con los investigadores, el lecho rocoso tiene el potencial de proteger el hielo del agua de mar caliente derritiéndolo desde abajo, lo que potencialmente le permite ganar más tiempo para detener el deshielo.
«La tasa de elevación que encontramos es inusual y muy sorprendente. Es un cambio de juego», dijo el profesor Terry Wilson al diario inglés The Independent.
La investigación permitió establecer que cuando se carga con hielo, la roca que está debajo se comprime, mientras que cuando se quita la carga rebota como un resorte, lo que aleja el hielo del agua tibia del mar y evita el derretimiento de su parte inferior.
Asimismo se estableció que la velocidad a la que esto sucede está determinada por el manto -la capa rocosa de tierra que se encuentra debajo de la corteza- la que en realidad es mucho más caliente y más fluida de lo que se pensaba.
Esto significaba que el movimiento ascendente de la capa de hielo puede ocurrir en un período de tiempo de siglos o incluso décadas, en lugar de miles de años.
Según el profesor Rick Aster, coautor del estudio de la Universidad Estatal de Colorado, “esta elevación muy rápida puede frenar el derroche fuera de control y el colapso eventual de la capa de hielo”.
Los hallazgos, basados en datos de GPS recopilados de la superficie de la Antártida, fueron publicados en la revista Science.
Fuente: Agencias