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‘Sleep divorce’: ¿deberíamos dormir en camas separadas? Esto dice la ciencia

Una nueva tendencia alienta a las parejas con problemas de insomnio a dormir separadas. Pero en cuestiones del sueño, tanto ciencia como cultura juegan un papel importante

Hasta que la muerte, o el insomnio, nos separe. No sería raro que así sonasen los votos matrimoniales en un mundo en el que la calidad del sueño pende cada vez más de un hilo, a causa del ajetreado ritmo de vida, el uso generalizado de dispositivos móviles o la “obligación” social de compartir cama. Ahora, sin embargo, el llamado ‘sleep divorce’, o divorcio del sueño, promete encontrar una solución a este problema que afecta a entre un 20 y un 48% de la población adulta en España, según la Sociedad Española de Neurología.

Este nuevo término, acuñado en el libro homónimo de Jennifer Adams y Neil Stanley, experto independiente en sueño y miembro de la Sociedad Europea de Investigación del Sueño, se refiere a la priorización del descanso frente a la tradición de dormir en pareja, la “piedra angular de las relaciones en la cultura occidental contemporánea”.

En este sentido, la tendencia desafía estas concepciones y alienta a los matrimonios a dormir en camas o incluso en habitaciones separadas con el fin de reducir el insomnio provocado por los movimientos, los ronquidos o, en general, los hábitos de sueño del otro miembro. Lo que, según ellos, a la larga no solo se traduciría en una mejor salud individual, sino que también podría contribuir a crear una relación más sana y feliz, defienden los autores.

Dormir: una práctica tan biológica como social

Si bien cada año se realizan estudios que tratan de encontrar una explicación a la necesidad biológica de dormir, esta sigue siendo parcialmente un misterio para la ciencia. Se sabe que, tal y como te contamos en este artículo, el sueño cumple un papel fundamental en procesos como la eliminación de toxinas o la consolidación de la memoria.

Sin embargo, no está tan claro por qué podríamos morir si nos excedemos en la vigilia: de hecho, en un estudio realizado en 1989 en la Universidad de Chicago, los investigadores mantuvieron despiertas a diez ratas hasta que finalmente murieron, pero sus autopsias no revelaron una causa específica a su fallecimiento.

Sea como sea, no somos ni mucho menos una excepción en el reino de seres vivos al que pertenecemos: todos los animales de la Tierra dormimos, aunque de formas distintas. Y si miramos al detalle nuestra propia especie, la variedad se torna mucho más amplia a causa de la condición cultural: no solo nuestros hábitos de sueño son distintos a los de los tiburones o a los de los osos perezosos, sino que además una persona de España podría dormir de forma diferente que una de Papúa Nueva Guinea.

Así, tal y como explican los creadores del “divorcio del sueño” en su libro, mientras que en la prehistoria los primeros humanos dormían en grupo por cuestiones de seguridad, dormir separados también fue costumbre en la Europa de antes del siglo XIX, sobre todo entre los matrimonios de clase alta, que contaban con espacio suficiente en sus hogares o castillos para albergar habitaciones extra. De hecho, dormir en pareja era una práctica reservada a la procreación.

No fue hasta la Revolución Industrial cuando compartir cama con el cónyuge se convirtió en la norma, por el simple hecho de hubo una gran migración de las familias desde el campo a la ciudad que obligó a reducir los espacios domésticos.

Con esto, los hábitos de sueño de nuestros antepasados nos revelan que, mientras dormir en sí es una práctica común en todas las culturas de todas las épocas históricas, dormir en pareja es una costumbre relativamente reciente de los matrimonios occidentales, pero no adoptada por la sociedad en respuesta a la búsqueda de un beneficio fisiológico.

¿Dormir separados para permanecer juntos? no es tan sencillo

El término ‘sleep divorce’ no ha estado exento de críticas, ya que pone en duda una tradición aparentemente arraigada en las sociedades modernas. Sin embargo, cabe destacar que los autores del libro, conscientes de las connotaciones negativas del término “divorcio”, hacen hincapié en que esta práctica ayudaría especialmente a las parejas con problemas de insomnio o con desacuerdos en los hábitos de sueño, como distintos horarios para dormir, ronquidos o sonambulismo.

En ese contexto, los beneficios del divorcio del sueño son claros, o así lo demuestran los datos de la Fundación Americana del Sueño con respecto a la sociedad estadounidense: si bien en 2023 solo un 2% de los 1.250 adultos encuestados tomó la decisión de dormir separado de su pareja, el 52,9% de esas personas señaló que el acuerdo mejoró su calidad de sueño. De hecho, aseguraron que dormían 37 minutos más que cuando compartían cama con la pareja.

Por lo contrario, el 25,7% volvió a la cama junto a su cónyuge y una de las principales razones fue la sensación de extrañar a la pareja.

Lo cierto es que, del mismo modo que algunas parejas eligen dormir separadas por cuestiones de comodidad, y en efecto consiguen hallar grandes beneficios en esta decisión todavía tan estigmatizada, otras encuentran placentero compartir el sueño con el otro. Y esto no siempre responde a una cuestión cultural: un estudio realizado por la Universidad de Arizona en 2022 demostró que dormir acompañado se relaciona con mejoras en los niveles de estrés y, en general, en la salud mental.

Así que, por el momento, lo único que podemos descifrar de esta oposición de voces es que no existe una fórmula mejor para la higiene del sueño en pareja que la comunicación. Y en este sentido, en lo que sí está de acuerdo la comunidad científica es en que cada pareja debe valorar cuál es la modalidad de sueño que más beneficios fisiológicos le aporta, incluso si eso conlleva cuestionar las construcciones sociales.

Fuente: nationalgeographic.com.es

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