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Según la ciencia, el chisme libera oxitocina y ayuda a combatir el estrés

Durante mucho tiempo, el acto de chismear fue visto de manera negativa, asociado con la inmadurez, la envidia o incluso la traición. Sin embargo, investigaciones recientes comenzaron a cuestionar esa mirada. En ciertos entornos, hablar sobre otras personas podría tener efectos beneficiosos: reducir el estrés y favorecer la liberación de oxitocina.

Lejos de ser solo una práctica sin sentido, compartir historias, advertencias o novedades sobre terceros cumple un rol importante en la vida social de los grupos humanos. Desde la psicología y la neurociencia, diversos estudios analizan el impacto que esta costumbre tiene tanto en el ánimo como en los vínculos.

¿Qué tiene que ver la oxitocina con el chisme?

Conocida como la hormona del apego, la oxitocina es clave en momentos de conexión emocional: cuando abrazamos, mantenemos conversaciones profundas o tenemos relaciones íntimas. Investigaciones publicadas en Psicología Social y Ciencias de la Personalidad indican que chismear en un entorno de confianza puede generar una respuesta similar.

Cuando alguien comparte una información que le parece relevante con una persona cercana, el cuerpo libera oxitocina como parte del proceso de conexión. Esto puede generar “sensaciones de tranquilidad, empatía y bienestar”.

El chisme también une

Además de ese efecto hormonal, chismear puede fortalecer los lazos sociales. Según un estudio de la Universidad de California en Riverside, más de la mitad del tiempo que hablamos lo dedicamos a contar cosas sobre otras personas. Este tipo de interacción, lejos de ser siempre negativa, ayuda a establecer reglas grupales, entender jerarquías y fomentar un sentido de pertenencia.

Los autores del trabajo concluyeron que estas conversaciones ayudan a “evaluar comportamientos, reforzar valores comunes y facilitar la cooperación dentro de un grupo”, cumpliendo un papel clave en la organización social.

¿Cuándo el chisme alivia y cuándo no?

No todo chisme tiene los mismos efectos. Aquellos neutros o con un enfoque positivo pueden relajar y fortalecer las relaciones. En cambio, los maliciosos o destructivos pueden causar culpa, ansiedad o conflictos. El impacto depende del “contenido, la intención y el contexto”.

Un estudio del Departamento de Psicología de la Universidad de Pavia, en Italia, reveló que hablar de temas triviales con personas cercanas activa zonas del cerebro vinculadas con el placer, especialmente si hay confianza. Además, se detectó que quienes lo hacen tienden a tener menos cortisol, la hormona que se asocia al estrés.

Hablar de otros: una herramienta evolutiva

Compartir información sobre los demás ha sido clave para la supervivencia en grupos sociales complejos. Robin Dunbar, antropólogo y psicólogo de la Universidad de Oxford, sostiene que el lenguaje humano surgió para algo más que transmitir conocimiento: también para mantener unidas a comunidades numerosas.

Dunbar compara el chisme con el acicalamiento entre primates, una conducta fundamental para crear vínculos. En palabras simples, “al hablar sobre otros miembros del grupo, los humanos construyen alianzas, previenen conflictos y refuerzan el sentido de comunidad”.

Aunque la palabra “chisme” suela tener una connotación negativa, la ciencia plantea que hacerlo en un entorno de confianza y con buenas intenciones puede tener efectos positivos. Si favorece la liberación de oxitocina y reduce el estrés, se convierte en una herramienta poderosa para el bienestar emocional.

Eso sí, los especialistas advierten que debe evitarse el contenido ofensivo o malintencionado, ya que podría tener consecuencias contrarias.

Fuente: radiofonica.com