Revelan colisión de dos planetas y caída de sus restos a una estrella
Durante cerca de un siglo, los astrónomos se han sentido desconcertados acerca de la llamativa variabilidad en el brillo de ciertas estrellas jóvenes que residen en la constelación de Tauro-Auriga, a unos 450 años-luz de la Tierra. Una estrella en particular ha atraído la atención de los astrónomos. Cada pocas décadas, su luz se ha desvanecido brevemente antes de volver a brillar.
Desde 1937, los astrónomos han registrado cada pocas décadas caídas aparentes en el brillo de la estrella RW Aur A. Cada caso de disminución de brillo pareció durar alrededor de un mes. En 2011, la estrella volvió a apagarse, esta vez durante cerca de medio año. Al final volvió a aumentar de brillo, solo para volver a reducirlo a mediados de 2014. En noviembre de 2016, regresó a su luminosidad completa.
Para entonces, el enigmático cambio de conducta ya había desconcertado por completo a la comunidad científica.
En enero de 2017, RW Aur A volvió a atenuar su brillo, y el equipo internacional de Hans Moritz Guenther, del Instituto Kavli para la Astrofísica y la Investigación Espacial, dependiente del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Cambridge, Estados Unidos, se valió del Observatorio Chandra de Rayos X de la NASA para registrar la emisión de rayos X de la estrella.
Tras analizar las observaciones, Guenther y sus colaboradores hallaron evidencias de la aparente causa de la atenuación de brillo más reciente: una colisión de dos cuerpos planetarios muy jóvenes, lo cual produjo a su vez una densa nube de gas y polvo. A medida que los restos planetarios cayeron sobre la estrella, generaron un velo espeso, oscureciendo temporalmente su luz.
Los anteriores casos de atenuación de brillo de la estrella pudieron ser causados por choques parecidos, tanto de dos cuerpos planetarios como de grandes fragmentos dejados por colisiones pasadas que se encontraron frontalmente y se desmembraron todavía más.
Los astrónomos que estudian el desarrollo temprano de las estrellas observan a menudo las Nubes Oscuras de Tauro-Auriga, un conjunto de nubes moleculares en las constelaciones de Tauro y Auriga, que albergan criaderos estelares en los que residen miles de estrellas muy jóvenes. Estas últimas se forman a partir del colapso gravitatorio del gas y el polvo existentes dentro de estas nubes. Las estrellas que son muy jóvenes, a diferencia de nuestro Sol, comparativamente maduro, están aún rodeadas por un disco giratorio de residuos, incluyendo gas, polvo y acumulaciones de material cuyo tamaño oscila desde granos de polvo pequeños a guijarros. De tales discos pueden formarse planetas si las condiciones son las adecuadas.
Fuente: noticiasdelaciencia.com