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Nueva polémica china por introducir genes de la inteligencia en monos

La inteligencia humana es uno de los ingenios más trascendentales de la evolución. Es el resultado de un viaje que comenzó hace millones de años, produciendo cerebros cada vez más grandes y nuevas habilidades. Al final, los humanos se pusieron de pie, empezaron a arar y crearon la civilización, mientras que nuestros primos primates se quedaron en los árboles.

Ahora, un equipo de científicos del sur de China ha intentado reducir esta brecha evolutiva. Los investigadores han creado varios monos transgénicos con copias adicionales de un gen humano que se cree que influye en la configuración de la inteligencia humana. «Ha sido el primer intento de comprender la evolución de la cognición humana a través de un modelo de mono transgénico», afirma el genetista del Instituto de Zoología de Kunming y responsable del estudio, Bing Su.

Según sus hallazgos, los monos modificados genéticamente tuvieron mejores resultados en pruebas de memoria transitoria con imágenes de colores y bloques, y sus cerebros también tardaron más en desarrollarse, igual que los de los niños humanos. No se descubrió ninguna diferencia en el tamaño del cerebro.

Los experimentos, descritos a finales de marzo en la revista china National Science Review, y presentados por primera vez por los medios de comunicación chinos, aún están lejos de revelar los secretos de la mente humana o de provocar un alzamiento de primates inteligentes.

No obstante, varios científicos occidentales, entre ellos uno que colaboró ​​en este trabajo, consideran que los experimentos fueron imprudentes y que abren el dilema ético de modificar genéticamente a primates, un área en la que China lleva ventaja tecnológica.

«Usar monos transgénicos para estudiar genes humanos relacionados con la evolución del cerebro es un camino muy arriesgado», opina el genetista que realiza estudios comparativos entre primates en la Universidad de Colorado (EE.UU.) James Sikela. Le preocupa que el experimento muestre indiferencia hacia los animales y que dé lugar a modificaciones más extremas. «Es el clásico problema de terreno resbaladizo y es probable que se repita si se adopta este tipo de investigación», sostiene.

Las investigaciones con primates son cada vez más restrictivas en Europa y en EE. UU., mientras, China está aplicando cada vez más herramientas genéticas de alta tecnología sobre distintos tipos de animales. El país fue el primero en crear monos modificados con la herramienta de edición genética CRISPR, y en enero, un instituto chino anunció que había producido media docena de clones de un mono con un trastorno mental grave. «Es preocupante que el campo esté avanzando de esta manera», opina Sikela.

Desentrañar la evolución

El investigador del Instituto de Zoología de Kunming, Su, se especializa en la identificación de señales de la «selección darwiniana», es decir, busca los genes cuyo éxito les ha permitido propagarse. Su búsqueda abarca cuestiones como la adaptación a la altitud del yak del Himalaya y la evolución del color de la piel humana como respuesta a los inviernos fríos.

Pero el mayor enigma es la inteligencia. De momento, sabemos que los cerebros de nuestros antepasados humanos crecieron rápidamente en tamaño y fuerza. Para encontrar los genes que causaron ese cambio, los científicos han buscado las diferencias entre los humanos y los chimpancés, cuyos genes son similares en un 98 % a los nuestros. El objetivo, explica Sikela, era localizar «las joyas de nuestro genoma», es decir, el ADN que nos hace únicos.

Por ejemplo, un popular gen candidato llamado FOXP2, llamado el «gen del lenguaje» en los artículos de prensa, se hizo famoso por su posible vínculo con el habla humana. (Una familia británica cuyos miembros heredaron una versión anormal de este gen tuvo problemas para hablar.) Varios científicos de Tokio (Japón) a Berlín (Alemania) empezaron a mutar este gen en ratones y a escuchar sus chillidos con micrófonos ultrasónicos para ver si habían cambiado.

Pero a Su le fascinaba otro gen: el MCPH1, o el gen de la microcefalina. La secuencia de este gen no solo es distinta entre humanos y simios, sino que los bebés con daños en la microcefalina nacen con cabezas pequeñas, algo relacionado con el tamaño del cerebro. Con sus alumnos, Su usó calibradores y llaves para medir las cabezas de 867 hombres y mujeres chinos para ver si los resultados se podían explicar a partir de las diferencias en este gen.

En 2010, Su vio la oportunidad de realizar un experimento más interesante: añadir el gen de la microcefalina humana a un mono. En aquel entonces, China había comenzado a combinar sus importantes instalaciones de cría de monos (el país exporta más de 30.000 al año) con las últimas herramientas genéticas, un esfuerzo que ha convertido a China en la Meca de los científicos internacionales que necesitan monos para sus experimentos.

Para crear estos animales, Su y sus colaboradores del Laboratorio Yunnan Key expusieron a los embriones de monos a un virus que llevaba la versión humana de la microcefalina. Generaron 11 monos, cinco de los cuales sobrevivieron para participar en una serie de mediciones cerebrales. Cada uno de ellos porta entre dos y nueve copias de este gen humano.

Los monos de Su plantean cuestiones sobre los derechos de los animales. En 2010, Sikela y sus tres colegas escribieron un artículo titulado La ética del uso de primates transgénicos no humanos para estudiar lo que nos hace humanos. En el texto concluyeron que los genes del cerebro humano nunca deberían agregarse a los simios, como los chimpancés, porque son demasiado similares a nosotros.

«La imaginación popular simplemente se va al Planeta de los Simios», opina la bioética de la Universidad de Colorado (EE.UU.) Jacqueline Glover, coautora del artículo. La experta añade: «Humanizarlos equivale a causarles daño. ¿Dónde vivirían y qué harían? No se puede crear un ser que no vaya a poder llevar una vida significativa en ningún contexto».

En un correo electrónico, Su destaca que está de acuerdo en que los simios son tan parecidos a los humanos que sus cerebros no deberían modificarse. Pero los monos y los humanos compartieron un antepasado por última vez hace 25 millones de años. Para Su, eso calma las inquietudes éticas. El científico defiende: «Aunque su genoma se parezca al nuestro, también hay decenas de millones de diferencias». No cree que los monos vayan a convertirse en algo más que en monos. «Es imposible con solo unos pocos genes humanos», concluye.

¿Monos más inteligentes?

A juzgar por sus experimentos, el equipo chino sí esperaba que sus monos transgénicos tuvieran una mayor inteligencia y tamaño cerebral. Por eso metieron a sus criaturas máquinas de resonancia magnética para medir su materia blanca y les hicieron pruebas informáticas de memoria. Según su informe, los monos transgénicos no tenían cerebros más grandes, pero obtuvieron mejores resultados en pruebas de memoria transitoria, un hallazgo que el equipo considera extraordinario.

Varios científicos opinan que el experimento chino no ofrece demasiada información nueva. Uno de ellos es el científico informático de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.) y especialista en resonancia magnética Martin Styner, que figura entre los coautores del artículo chino. Styner explica que su función se limitó a formar a los estudiantes chinos en la extracción de datos del volumen cerebral de las imágenes de resonancia magnética, y que pensó en eliminar su nombre del estudio, aunque, según él, no pudo encontrar un editor en Occidente.

Styner destaca: «Hay muchísimos aspectos de este estudio que no se podrían hacer en Estados Unidos. Plantea cuestiones sobre el tipo de investigación y si los animales recibieron la atención adecuada».

Después de lo que ha visto, Styner asegura que no le gustaría volver a ver más investigaciones sobre evolución con monos transgénicos. El científico afirma: «No creo que sea una buena dirección. Hemos creado un animal que no es como debería ser. Cuando hacemos experimentos, tenemos que entender bien qué intentamos aprender para ayudar a la sociedad, pero ese no es el caso aquí». Otro problema es que los monos modificados genéticamente son caros de crear y cuidar. Con solo cinco ejemplares modificados, es difícil llegar a conclusiones sólidas sobre si realmente difieren de los monos normales en términos de tamaño del cerebro o habilidades de memoria. Styner concluye: «Están intentando entender el desarrollo del cerebro. Y no creo que lo estén logrando».

En un correo electrónico, Su coincide en que la pequeña cantidad de animales es una limitación. Aunque asegura que tiene una solución. Afirma que está creando más monos transgénicos con nuevos genes de evolución cerebral. Uno de ellos es el SRGAP2C, una variante de ADN que surgió hace unos dos millones de años, justo cuando el Australopithecus cedía la sabana africana a los primeros humanos. Ese gen ha sido bautizado como el «interruptor de la humanidad» y el «vínculo genético perdido» por su posible papel en la aparición de la inteligencia humana. Su asegura que ya se lo ha añadido a los monos, pero que es demasiado pronto para ver los resultados.

Fuente: technologyreview.es