Un estudio de la Universidad McGill demuestra que las emociones y los detalles objetivos activan redes cerebrales diferentes. Así, la manera en que se narra una historia puede cambiar la forma en que el cerebro guarda y recuerda los hechos
Cuando recordar depende de cómo te lo cuentan
¿Recordamos mejor una historia cuando nos emociona o cuando está contada con precisión? La ciencia tiene una respuesta: ambas pueden dejar huellas distintas en la mente. Investigadores de la Universidad McGill, en Canadá, comprobaron que el estilo narrativo —emocional o descriptivo— cambia la forma en que el cerebro activa sus redes y, por tanto, cómo se fijan y evocan los recuerdos.
El trabajo, difundido por la Society for Neuroscience, aporta una visión fascinante: la memoria no es un simple archivo, sino una construcción influenciada por la manera en que se nos presenta la información. Lo que recordamos no solo depende del hecho en sí, sino de cómo fue contado.
El experimento que reveló dos rutas cerebrales del recuerdo
El equipo liderado por la neurocientífica Signy Sheldon diseñó un experimento con 35 voluntarios. A todos se les narraron historias con el mismo contenido, pero en versiones distintas: unas con un tono emocional, centradas en los sentimientos de los protagonistas (narrativas conceptuales), y otras con un tono objetivo, detallando únicamente lo que podía observarse (narrativas perceptuales).
Después, los participantes intentaron recordar las historias mientras sus cerebros eran escaneados mediante técnicas de neuroimagen. Los resultados mostraron algo sorprendente: cada estilo narrativo activó rutas neuronales diferentes.
Las narraciones emocionales activaron con fuerza la red neuronal por defecto (DMN) y el hipocampo anterior, regiones implicadas en el procesamiento de la identidad personal y las emociones. En cambio, las versiones objetivas estimularon zonas parietales y temporales laterales, vinculadas a la percepción visual y auditiva.
En resumen, las historias emocionales ayudaban a recordar mejor la trama, mientras que las descriptivas fortalecían la memoria de los detalles concretos.
El cerebro como editor de historias
El estudio refuerza la idea de que el hipocampo actúa como un puente entre distintos sistemas de memoria. Su papel consiste en elegir qué información conservar y cómo integrarla según la experiencia narrativa.
Así, el cerebro no solo almacena recuerdos: los reescribe. Una historia contada con emoción deja una huella conceptual más duradera, mientras que un relato preciso y sensorial deja un registro perceptivo más fiel. Ambos son válidos, pero responden a distintas necesidades cognitivas.
Este descubrimiento también explica por qué las versiones de un mismo suceso pueden variar entre personas: cada quien recuerda no solo lo vivido, sino la historia que se contó a sí mismo sobre ello.
Aplicaciones en educación, psicología y comunicación
Más allá de la curiosidad científica, el hallazgo tiene implicaciones prácticas. En educación, adaptar el tono narrativo a la audiencia podría mejorar el aprendizaje. Los adultos mayores, por ejemplo, suelen retener mejor los relatos emocionales, mientras que los jóvenes responden mejor a los detalles visuales y concretos.
En psicología, comprender cómo se fijan los recuerdos emocionales podría ayudar a diseñar terapias para trastornos de ansiedad o trauma, donde la reestructuración narrativa tiene un papel central. Y en comunicación, desde el periodismo hasta la publicidad, conocer qué tipo de historia activa más eficazmente la memoria puede marcar la diferencia entre un mensaje olvidado y uno inolvidable.
“El modo de contar una historia puede cambiar cómo la recordamos y qué sentimos al evocarla”, señaló Sheldon. “Si entendemos esas diferencias, podremos usar la narrativa como herramienta para mejorar la memoria y la comprensión”.
La narración como arquitectura de la mente
La investigación de McGill muestra que narrar no es solo una cuestión de estilo, sino un acto biológico que moldea la memoria. Cada palabra, pausa o emoción construye un circuito neuronal distinto.
Lo que retenemos no es la historia literal, sino su interpretación cerebral: la versión que nuestro sistema nervioso elige preservar. En definitiva, recordamos según cómo nos lo contaron.
La próxima vez que alguien te relate una experiencia, pensá que tu memoria no solo escuchará los hechos… sino también el tono, la emoción y el ritmo de la historia que le da forma a tu recuerdo.
Fuente: es.gizmodo.com

