Minería de asteroides: ¿una burbuja que explotó antes de tiempo?
En el mejor de los casos, los creadores de la start-up Planetary Resources, Chris Lewicki y Peter Diamandis, pueden haber cambiado el curso de la civilización humana. La empresa fue lanzada en 2012 con el ‘modesto’ sueño de hacer minería de asteroides para obtener minerales, metales, agua y otros productos de valor. La reputación y los contactos de los fundadores dieron legitimidad a su alocada idea: Lewicki había trabajado en algunas de las principales misiones de la NASA, como las de los róvers Spirit y Opportunity, y Diamandis era un famoso impulsor del turismo espacial. Junto con un tercer socio, Eric Anderson, en 2016 Planetary Resources había recaudado cerca de 45 millones de euros, de los cuales, casi 19 millones de euros procedían de inversores de renombre, como Eric Schmidt de Google y el cineasta James Cameron.
En poco tiempo, un rival llamado Deep Space Industries (DSI) apareció en escena. Aunque su recaudación superó por poco los tres millones de euros y se complementó con algunos contratos gubernamentales, también tenía sus propios patrocinadores de alto perfil, objetivos utópicos y un miembro de la junta particularmente evangélico llamado. Se trataba de Rick Tumlinson, quien daba conferencias para promover la visión de la compañía. En un evento celebrado en Nueva York (EE. UU.) en 2017, el responsable proclamó: “Ideas locas: eso es lo que hace que la cultura avance. Nada nos dice que esto es imposible, excepto nuestras propias creencias”.
Era ciencia ficción haciéndose realidad, y a todos les encantó. “¡La minería espacial podría convertirse en algo real!”, exclamaban los titulares. El CEO de Amazon, Jeff Bezos, comenzó a hablar de un futuro en el que toda la industria pesada tendría lugar no en la Tierra, sino por encima de ella. La NASA financió una investigación sobre la minería de asteroides; la Escuela de Minas de Colorado (EE. UU.) creó una licenciatura de minería de asteroides; el senador Ted Cruz predijo que el primer trillonario de la Tierra obtendría su fortuna en el espacio.
El CEO del fondo de capital de riesgo que invierte en compañías relacionadas con el espacio Space Angels, Chad Anderson (sin relación con Eric), recuerda: “Había mucha ilusión y una sensación tangible en torno a todo eso con lo que habíamos soñado”.
Pero eso no era lo único que había. La idea de que la minería espacial era una oportunidad para ganar dinero dio lugar a un creciente grupo de presión comercial para el sector espacial, que promovió la Ley SPACE en el Congreso de EE. UU. en 2015. Este proyecto de ley no exento de controversia incluía una norma de “poder apropiarse uno de lo que encuentra”. Esto permitiría que las empresas privadas de EE. UU. dispusieran de todos los derechos sobre lo que extrajeran de los cuerpos celestes, sin tener que responder a ninguna pregunta. (Antes de eso no se podían otorgar derechos de propiedad ni concesiones mineras en el espacio, ya que no pertenece a ningún país.)
A su vez, esa norma permitía avanzar hacia un objetivo que Eric Anderson predijo que se alcanzaría a mediados de la década de 2020: extraer hielo de asteroides cercanos a la Tierra y venderlo en el espacio como propulsor para otras misiones. El agua se puede descomponer en hidrógeno y oxígeno para producir combustible o, como en la tecnología de DSI, se puede calentar y expulsar como un chorro de vapor.
“Ambas compañías creían que uno de los primeros productos sería el propulsor en sí mismo, es decir, el agua. Por eso, DSI desarrollaba sistemas de propulsión que funcionaran con agua. Y todos los que compraran uno estarían creando un ecosistema de usuarios que se podría alimentar por los recursos del futuro”, recuerda el exdirector de tecnología de Deep Space Industries, Grant Bonin.
En la primavera de 2017, Planetary Resources tenía un laboratorio en un almacén en Redmond (EE. UU.), decorado con los artículos de la NASA y con viejas máquinas de pinball. Los ingenieros trabajaban con pequeños satélites cúbicos tras gruesos muros de vidrio, elaborando planes para lanzar exploradores. Luxemburgo le había concedido una subvención multimillonaria para abrir una oficina en Europa. Japón, Escocia y los Emiratos Árabes Unidos anunciaron sus propias leyes o inversiones para la minería de asteroides.
Las estrellas habían cortado la cinta roja. Los cielos estaban listos para Silicon Valley.
Pero entonces, las cosas empezaron a complicarse. El verano pasado, Planetary no pudo recaudar el dinero con el que contaba. Los principales miembros de su plantilla, incluido el encargado de la política de la empresa, Peter Marquez, habían abandonado la nave. Márquez, quien ahora trabaja para una asesoría en Washington, llamada Andart Global, recuerda: “Todos estábamos frustrados por las perspectivas de ingresos, y el modelo de negocio no estaba funcionando como esperábamos”.
El exreponsable añade: “Se hizo más énfasis en la religión del espacio que en el negocio del espacio. Se trata de un momento religioso en el que las personas pensaban que, si creían lo suficiente, sucedería. Pero los pragmáticos aseguraban que la base de clientes para la minería de asteroides en los próximos 12 a 15 años no era suficiente”.
El año pasado, empezaron a surgir rumores de que Planetary Resources estaba subastando su maquinaria, entonces fue adquirida por ConsenSys, una compañía de software cadena de bloques (blockchain) que desarrolla plataformas descentralizadas para firmar documentos, vender electricidad y administrar transacciones de inmuebles, entre otras cosas. Uno de los primeros inversores de Planetary Resources Anderson Tan, quedó desconcertado por la adquisición, a pesar de ser uno de los defensores de blockchain y promueve empresas de terceros en LinkedIn. El inversor recuerda: “Sinceramente, no tenía ni idea … me impactó. Creo que querían adquirir la maquinaria y los activos. ¿Para qué? No estoy muy seguro.”
DSI, a su vez, fue adquirida por una compañía aeronáutica llamada Bradford Space. Pero estas adquisiciones no llevaron a las mencionadas empresas a ningún lado. “Desaparecieron, ya no existen”, afirma Chad Anderson.
Falta de visión
¿Qué salió mal? Como es de suponer, los puntos de vista de exempleados e inversores son ligeramente diferentes.
Bonin cree que la desaparición de DSI fue consecuencia de una la falta de voluntad de para asumir riesgos a largo plazo por parte de sus inversores. El exresponsable recuerda: “Teníamos un plan que iba a despegar después de cierto punto, pero no llegamos a ese punto. Nos quedamos a solo nueve millones de euros de alcanzarlo, pero nuestra planificación duró décadas, y el ciclo de vida de un fondo de capital de riesgo es de una década. Son incompatibles”. La compañera de trabajo de Bonin que ahora está lanzando su propio fondo de capital de riesgo para start-ups comerciales que se dedican al espacio, Meagan Crawford, está de acuerdo: “La línea de tiempo de un habitual fondo de capital de riesgo es de 10 años, que es cuando se debe devolver el dinero a los inversores, así que en siete años quieren salir. Un plan de negocios de 15 años no encaja”.
En cuanto a los inversores, la versión es un poco distinta. Chad Anderson lamenta: “No cumplieron sus promesas. Ambas compañías fueron realmente buenas en cuentacuentos y marketing, y crearon este impulso en torno a una idea que su tecnología nunca demostró realmente. Creo que los equipos no eran los adecuados para hacerlo”.
También hubo grandes obstáculos estructurales, como, por ejemplo, según explicaron los exempleados, la falta de infraestructura para una industria de minería de asteroides. Eso también disuadió a los inversores. Anderson Tan advierte: “Si algo se extrae de un asteroide, lo más lógico sería enviarlo a la Luna para procesarlo. No se procesaría en la Tierra, porque el coste sería enorme. Era como el problema del huevo y la gallina: ¿empezamos con la minería y luego desarrollamos una base lunar, o invertimos en construir en la Luna y después comenzamos con la minería de asteroides?”
La versión de los inversores es un poco distinta.
Finalmente, los mineros de asteroides tuvieron que competir por la financiación con un número creciente de empresas dedicadas al espacio. Desde que empezó la era empresarial espacial en 2009, “hemos pasado de una docena de empresas espaciales con financiación privada de un solo cliente, el Gobierno, a más de 400 compañías que valen millones”, destaca Chad Anderson. Por lo tanto, si las start-ups espaciales parecían una propuesta factible en 2012, para 2018 los fondos de capital de riesgo podían elegir entre las compañías con mejores perspectivas a corto plazo: las start-ups de telecomunicaciones que venden acceso a internet, por ejemplo, o las empresas que analizan la situación de la Luna, que es mucho más accesible.
“La conclusión es que ir al espacio es difícil. Es arriesgado, es caro; supone un montón de grandes costes iniciales. Y hace falta dinero. No se puede conseguir tanto dinero por tanto tiempo”, subraya el director del Instituto de Política Espacial de la Universidad George Washington (EE. UU.), Henry Hertzfeld, quien asesoró a Planetary Resources en asuntos legales.
Para tener éxito, según Hertzfeld, las compañías tenían que haber obtenido beneficios dando otros usos a su tecnología, como el sistema de propulsión por agua de DSI, que podría usarse en satélites, y los sensores hiperespectrales de Planetary Resources, que se construyeron para analizar la composición de los asteroides, pero también podrían funcionar estudiando la Tierra. “Pero no generaron ingresos, y una empresa solo puede existir sin ganancias durante un tiempo limitado”, añade Hertzfeld.
Según Space Angels, en el primer trimestre de 2019 se inyectaron 1.500 millones de euros en capital social en compañías espaciales, casi el doble que en el último trimestre del año pasado. De esa cifra, el 79 % se destinó a negocios con satélites y el 14 % a operaciones logísticas, como lanzamientos de cohetes. Los propios intereses del fondo se reflejan en estas tendencias.
En su libro The Consequential Frontier, Peter Ward, afirma: “La industria comercial del espacio está madurando y ahora es más seria. Algunas de las personas con las que he hablado últimamente ven la minería de asteroides como una broma”.
Construir una nueva frontera
A pesar de estos fracasos, los exmineros de asteroides se muestran muy contentos con sus perspectivas y con el futuro interestelar de la humanidad. La minería de asteroides despertó grandes esperanzas y sueños.
La estudiante de doctorado de la New School en Nueva York Tamara Alvarez, que ha asistido a conferencias espaciales en todo el mundo, cree que la retórica en torno a la minería espacial se adapta perfectamente a los antiguos tropos fronterizos. La joven opina: “La minería dejó impactada a mucha gente debido a la narrativa de la fiebre del oro. Había algo inconsciente de lo que se quisieron aprovechar”.
De manera similar, aunque ni los asteroides ni la California del siglo XIX crearon muchos multimillonarios de la noche a la mañana, sí establecieron marcos para el funcionamiento de una economía basada en un recurso en particular. Alvarez detalla: “No todo el oro estaba en California, pero se creó una infraestructura con la que algunas personas se hicieron ricas. Servicios, pesca, todo esto surgió de las ambiciones por el oro. Con los asteroides, pasa lo mismo: cuando existe la idea de que ahí espera todo el oro o lo que sea necesario, se construye también una infraestructura”.
Y parece que los mineros de asteroides pensaron de la misma forma. Gran Bonin cuenta: “Recuerdo que cuando DSI y Planetary Resources empezaron, los titulares decían que las [compañías] mineras de asteroides eran como las compañías mineras [tradicionales. Pero internamente bromeábamos: todavía no somos mineros. Somos el pico y la pala o los pantalones Levi’s del espacio. Somos los creadores de las herramientas que se inventaron para apoyar esa idea, pero que también ayudarían a muchas otras personas a hacer más cosas”.
También es digno de mención que la minería de asteroides empujó a los gobiernos a pensar en los derechos de propiedad en el espacio. Marquez señala: “La minería de asteroides está todavía a un par de décadas, pero creo que vamos a realizar las misiones a Marte, y necesitaremos recursos en el espacio. Y gracias a la minería de asteroides, se ha establecido un marco político”.
Por ahora, DSI y Planetary Resources se enfrentan a futuros inciertos. Ninguno de los trabajadores espaciales entrevistados para este artículo tenía idea de lo que una empresa de blockchain como ConsenSys estaba haciendo con las herramientas de exploración de asteroides. En noviembre, la compañía afirmó al periodista de SpaceNews Jeff Foust que las “capacidades de espacio profundo” de Planetary Resources “ayudarían a la humanidad a diseñar nuevos sistemas de reglas sociales a través de la confianza automatizada y la ejecución garantizada”, significara lo que significara eso. Una portavoz dijo después que la compañía “estaba pensando en una nueva forma menos enfocada para la minería de asteroides”.
Pero Bonin afirma que muchos de sus colegas de DSI pronto encontraron trabajo en otros lugares. Y los ingenieros despedidos de Planetary Resources se han unido para crear una compañía llamada First Mode, que construye hardware capaz de operar en entornos hostiles tanto en la Tierra como por encima de ella. Esta empresa, según sus fundadores, ya es rentable.
Así que, aunque la industria de la minería de asteroides se haya derrumbado por ahora, sus representantes siguen trabajando duro. Bonin concluye: “Cuando reflexionamos cuando estas dos compañías fueron creadas en el año 2012, y pensamos en cómo intentaron resolver ese problema durante siete años, una de las cosas geniales desde mi punto de vista es que se han ido a diferentes compañías. Una parte de mí está triste por la desaparición, pero hemos sembrado la industria de verdaderos creyentes que se preocupan por un futuro humano en el espacio para beneficio de toda la humanidad”.
Fuente: technologyreview.es