Mexicano lidera mega investigación europea sobre contaminación del aire en espacios cerrados
Ernesto Alfaro Moreno recibe recursos por 8 millones de euros para el estudio de cuatro años y participan 8 países. Uno de los objetivos del proyecto es cuidar la salud de los niños porque de ello depende la calidad de vida de los adultos del futuro, dice el científico
La Comisión Europea otorgó a un grupo científico multinacional, encabezado por el mexicano Ernesto Alfaro Moreno, un financiamiento para investigación por 8 millones de euros, para analizar la calidad del aire en espacios cerrados, detectar la presencia de partículas contaminantes en escala de nanómetros e identificar posibles impactos a la salud de niñas y niños, mediante sensores y biomonitores.
El financiamiento, que será ejercicio a lo largo de cuatro años, constituye uno de los fondos más grandes que otorga la Comisión Europea, pues en aquel continente existen diferentes mecanismos de financiamiento a la ciencia, que otorgan fondos entre 500 mil y 10 millones de euros, como explicó el doctor Alfaro Moreno, en conversación para los lectores de Crónica, desde Portugal, donde es líder del grupo de investigación en Nanoseguridad, en el International Iberian Nanotechnology Laboratory (INL), que es un organismo creado en 2005 por los gobiernos de España y Portugal.
El proyecto dirigido por el mexicano reúne a un consorcio de instituciones de Portugal, España, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Alemania, Suiza y Grecia. Este diario no pudo identificar antecedentes u otro proyecto europeo de tal magnitud encabezado por un científico formado en instituciones mexicanas.
Cazador de nanopartículas
Químico Farmacobiólogo, maestro y doctor en Ciencias por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en 2002 el doctor Alfaro Moreno encabezó el primer grupo científico del mundo en mostrar que las partículas contaminantes del aire, de tamaño menor a 10 micras o PM10, afectan de manera diferente a los tejidos del cuerpo aunque se produzcan en la misma ciudad.
Actualmente, el trabajo del científico originario de la Ciudad de México es construir sistemas que evalúen los efectos citotóxicos, genotóxicos, inflamatorios, locales y sistémicos que se presentan en tejidos humanos cuando están en contacto con nanomoléculas, es decir partículas cuyo tamaño se mide en millonésimas de milímetro. Para este objetivo, Ernesto Alfaro trabaja con cultivos celulares y con chips de computadora, en un tipo de dispositivos llamados Organ-on-a-chip (Un órgano en un chip).
–¿De dónde surge el financiamiento para este nuevo proyecto, que reúne a grupos de investigación de 8 países?
— Una de las grandes cosas que tiene la Unión Europea es que, además de las convocatorias de cada país para financiar investigación científica hay convocatorias europeas. Las nacionales otorgan financiamientos para investigación de entre 500 mil y un millón de euros, mientras que las de la Comisión Europea otorgan desde 2 millones hasta 8 o 10 millones por proyecto, pero tienen que ser investigaciones muy grandes donde se reúnen de seis a veinte grupos de trabajo que contribuyen a contestar preguntas muy ambiciosas, complejas y con una orientación muy específica que determina la propia Comisión Europea. La competencia es muy fuerte y no es fácil ganar.
— ¿Cuál es la pregunta o el problema que buscan abordar?
— En 2021 surgió una convocatoria de la Comisión Europea sobre Calidad del aire intramuros y salud. Yo conozco sobre el tema porque durante muchos años trabajé sobre contaminación del aire en la Ciudad de México y los efectos en la salud, pero yo no soy experto en calidad del aire intramuros. Entonces, nos dimos a la tarea de identificar a posibles colaboradores europeos y diseñamos un proyecto muy bonito, con varias líneas de acción y al final al proyecto lo llamamos “Desarrollo de nuevos métodos para evaluar la calidad del aire intramuros, su monitoreo y su impacto en la salud de los niños”.
— ¿Cuál es la responsabilidad de cada grupo participante?
— Por un lado, en el instituto de nanotecnología donde yo trabajo, que fue fundado por Portugal y España, vamos a desarrollar unos sensores que se pueden comparar con los oxímetros que miden la concentración de oxígeno en la sangre de las personas, a través de detectar el oxígeno que se desprende a través de la piel de los dedos. La diferencia es que nosotros vamos a desarrollar nuevos sensores que van a medir la cantidad de nanopartículas presentes en el aire. Esa es un área de trabajo en la que estaremos trabajando investigadores del INL, en Portugal, y otro grupo en Holanda o los Países Bajos.
Por otro lado, participa un asociado de Alemania especialista en sistemas de filtración de aire y trabajará para que, una vez que los sensores lleguen a identificar que la calidad del aire intramuros no es buena activará un sistema de limpieza por filtración que se activa en tiempo real.
Adicionalmente, otra motivación central del proyecto es cuidar la salud de los niños porque de ello depende la calidad de vida de los adultos del futuro. Nosotros llegaremos a la vejez con mejor calidad de vida que nuestros padres, gracias a más vacunas y mejores condiciones sanitarias. Del mismo modo, debemos trabajar para que nuestros hijos lleguen a la edad adulta y la vejez con mejor calidad de vida gracias a mejorar la calidad del aire que respiran, sobre todo en el espacio donde pasan gran parte de su tiempo, que son los salones de clases.
Para lo anterior, otros de los asociados van a tomar muestras de sangre y orina de niños en edad escolar, para medir qué tan expuestos están los niños a contaminantes en espacios cerrados, por medio de unas técnicas de microscopía muy sofisticadas, que nos permiten identificar la cantidad de partículas que se hallan en sangre y orina. Eso se hará con niños de Dinamarca Bélgica y Grecia, que representan tres diferentes niveles de desarrollo social en Europa.
Otro componente importante, que haremos en Portugal y en Suiza es analizar a mayor profundidad los efectos de los contaminantes sobre el organismo humano con unos equipos llamados Organ-on-a.chip (Órgano en un chip), que simulan un pulmón y nos permitirá ver qué tipo de respuestas se generan a nivel molecular, célula por célula. Esto nos permitirá encontrar indicadores tempranos de daño en el pulmón de un niño por contaminantes en el aire.
Por último, vamos a realizar un experimento muy innovador, estudiando un gusano microscópico llamado Caenorhabditis elegans, que mide menos de un milímetro de longitud y que se come los contaminantes cuando está en contacto con ellos. Lo maravilloso es que el gusano comparte muchos genes con el ser humano y algunos de esos genes se relacionan con el desarrollo del sistema nervioso y con el Alzheimer. Entonces, en ese gusanito vamos a poder observar si se presenta la activación de ciertos genes que puedan informar sobre posible riesgos en el desarrollo del sistema nervioso de los niños.
— ¿El proyecto también medirá la presencia en el aire de patógenos, como el coronavirus que provoca COVID19?
— El proyecto sí permitirá medir la presencia de virus en el aire del espacio cerrados, como el coronavirus SARS-CoV-2, pero su mayor atención estará en detectar la presencia de nanopartículas, específicamente las que miden menos de 100 nanómetros, que pueden provocar en los niños problemas cognitivos de largo plazo.
— ¿Hay partes del trabajo que ya estén en marcha?
— Hay trabajo que ya está arrancado: los suizos ya tienen el Organ-on-a-chip de pulmón; ya tenemos el conocimiento de las técnicas microscópicas para determinar exposición a contaminantes; ya tenemos a especialistas en monitoreo del aire en espacios cerrados, y entonces lo que estamos haciendo es tomar todos estos conocimientos que ya existen por separado, reunirlos y consolidar un proyecto coherente. Aquí es donde estuvo mi trabajo y donde pude aprovechar más de dos décadas de investigación en contaminación del aire. Este proyecto reúne herramientas muy variadas que ya conocíamos o que están surgiendo pero que, al momento de acoplarlas, proporcionan enfoques muy innovadores que aportan cosas nuevas al conocimiento ya establecido.
Los congresos de ciencia no son turismo científico
Ernesto Alfaro afirma que para integrar un consorcio tan grande como el que encabezará, con científicos de 8 países, es necesario el trabajo que ocurre en los Congresos científicos internacionales, donde presentan las novedades y se dialoga directamente con los autores “Muchas de las personas con las que ahora trabajaré las he ido conociendo en Congresos, a lo largo de 20 años. Quienes califican a estos encuentros como turismo científico no entienden que los consorcios de investigación se construyen conociéndose en persona y dialogando”, agrega.
Fuente: cronica.com.mx