Marte lleva 20 años enviando una señal que no habíamos entendido. Las tormentas que cubren su superficie podrían ser el mayor obstáculo para vivir allí

Miles de imágenes de la ESA revelan un patrón oculto bajo las dunas rojas del planeta: torbellinos gigantescos que se mueven como tornados silenciosos, alterando el clima marciano y sepultando los equipos de exploración. Lo preocupante es que su fuerza real es mucho mayor de lo que imaginábamos

Durante dos décadas, las cámaras de las sondas Mars Express y ExoMars Trace Gas Orbiter han estado observando la superficie de Marte casi sin descanso. Lo que antes parecían movimientos aleatorios del polvo marciano, hoy se revela como un sistema atmosférico complejo y mucho más violento de lo que se creía.

El nuevo estudio, publicado en Science Advances por un equipo del Centro para la Habitabilidad Espacial de la Universidad de Berna, ha permitido crear el registro más detallado hasta la fecha de los llamados dust devils: torbellinos de polvo que recorren el planeta y que podrían ser un obstáculo real para la vida humana.

Mediante el uso de una red neuronal que analizó imágenes tomadas entre 2004 y 2024, los científicos identificaron más de mil torbellinos distribuidos en diferentes regiones marcianas. El hallazgo no solo revela su extensión global, sino también su intensidad.

Tornados de 160 km/h en un planeta sin lluvia

Estos dust devils son auténticos tornados en miniatura. Según las mediciones del equipo, alcanzan velocidades de hasta 160 km/h, lo que los convierte en los vientos más rápidos registrados en Marte. Aunque la atmósfera del planeta es mucho más delgada que la terrestre —y por tanto, su fuerza de impacto es menor—, la violencia con la que levantan polvo es asombrosa.

El problema no es solo su potencia, sino su persistencia. Sin lluvias ni humedad que limpien el aire, las partículas que levantan pueden permanecer suspendidas durante semanas o incluso meses, alterando la radiación solar que llega al suelo. Durante el día, el polvo reduce la temperatura; por la noche, la retiene, provocando un efecto térmico irregular y extremo.

En otras palabras: el polvo marciano actúa como un termostato caótico que regula —y a veces desestabiliza— todo el clima del planeta.

Donde los vientos no duermen

Los investigadores detectaron que las zonas más activas se concentran en Amazonis Planitia, una vasta llanura del hemisferio norte que reúne todos los ingredientes para formar remolinos: una topografía plana, gran cantidad de polvo fino y abundante radiación solar.

Los cálculos indican que entre 2004 y 2024, los torbellinos levantaron más de 55.000 toneladas de polvo en el hemisferio norte y 25.000 en el sur. Es una cantidad suficiente para alterar el albedo marciano —la capacidad del planeta para reflejar la luz solar— y modificar sus ciclos estacionales.

“Cada torbellino actúa como una pequeña bomba atmosférica”, explicó Valentin Bickel, autor principal del estudio. “Redistribuyen energía y materia, y eso tiene implicaciones directas para cualquier misión que intente operar en superficie”.

El enemigo silencioso de las misiones

Las consecuencias no son solo teóricas. El polvo ha sido uno de los mayores enemigos de la exploración marciana. Los rovers Opportunity e InSight, por ejemplo, terminaron sus misiones tras quedar cubiertos por una capa de partículas que bloqueó por completo sus paneles solares.

El problema no es nuevo, pero el estudio confirma que los dust devils son mucho más frecuentes y potentes de lo que se pensaba. Además, su comportamiento estacional —más activo durante la primavera y el verano marcianos— sugiere que cualquier futura colonia humana tendrá que convivir con un ambiente lleno de microtormentas constantes.

La ingeniera Lori Fenton, del Instituto SETI, resume el desafío: “Si el polvo puede inutilizar un rover de varias toneladas, imaginen lo que puede hacer con hábitats, vehículos y sistemas de energía humana. Es un enemigo invisible y omnipresente”.

Un planeta que todavía se resiste

El hallazgo también redefine las estrategias de futuras misiones. Los datos del estudio se usarán en la planificación del aterrizaje del rover Rosalind Franklin de la ESA, previsto para 2030, y en la elección de zonas más estables para futuras bases.

Pero el mensaje es claro: Marte no es un desierto inerte, sino un mundo en movimiento constante. Sus vientos, torbellinos y tormentas no son meras curiosidades atmosféricas, sino fuerzas capaces de reconfigurar su paisaje y amenazar cualquier intento de habitarlo.

A más de 225 millones de kilómetros de la Tierra, el planeta rojo nos recuerda que la exploración no es solo cuestión de tecnología o voluntad. También es una conversación con el clima, con la física… y con un polvo que, después de 20 años de observación, parece querer decirnos algo muy claro:

Marte todavía no está listo para recibirnos.

Fuente: es.gizmodo.com

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