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Luis Mochán, el científico cazador de fraudes

En 2010, Luis Mochán Backal llevaba varios meses luchando contra el GT-200, pero las cosas se volvieron personales cuando el cuerpo de seguridad público de un retén revisó a su hijo con el aparato fraudulento mientras viajaba en un autobús por carretera. En ese momento, el físico Luis Mochán se dio cuenta de que las pseudociencias podían atentar contra la libertad, la integridad y la dignidad de cualquier persona, incluso la suya.

“Que con base en un equipo fraudulento señalen a una persona y la juzguen de narcotraficante, cuando la persona es inocente, le puede destruir la vida a ella y a su familia”.

El GT-200 se anunciaba como un detector molecular. La empresa británica que lo producía, Global Technical Ltd, proclamaba que era capaz de detectar explosivos, drogas, uranio, venenos y cuerpos humanos en un radio de cientos de metros. Además, en caso de que el cliente requiriera localizar alguna otra sustancia, podía comunicarse con el corporativo para encargar un nuevo chip y reprogramar el detector a sus necesidades.

Los submarinos no eran un problema para el GT-200, su alcance era de 800 metros bajo el agua. En la superficie terrestre podía rastrear sustancias a 700 metros de distancia o utilizarse para operaciones de rescate, pues detectaba cuerpos humanos a 60 metros bajo tierra; además, podía escudriñar el espacio aéreo hasta una altitud de cuatro kilómetros.

Luis Mochán se enteró de la existencia del “detector molecular” gracias a un mago: “el asombroso Randi”. Ya en 1988, James Randi había colaborado con la revista científica Nature para desenmascarar un experimento que se suponía demostraba la eficacia de los efectos homeopáticos. Así que, en el congreso de la Sociedad Americana de Física de 1999, la charla plenaria del mago Randi era una de las más esperadas por los científicos.

“Fue una charla muy divertida, donde habló de muchos temas: de la homeopatía, del hombre de Marte, del detector de mentiras —que es otro equipo fraudulento al que somos adictos en México—. Habló de muchas cosas relacionadas y habló de esos supuestos detectores moleculares, que en ese entonces se acababan de dejar de usar en Estados Unidos porque se demostró que eran fraudulentos, de hecho, él fue uno de quienes expusieron el fraude”.

Pasaron más de diez años para que Luis Mochán volviera a escuchar del GT-200. Andrés Tonini, un escritor que llevaba tiempo denunciando el fraude, contactó al físico y le comentó lo que había descubierto gracias a la solicitud de información, con número 0000700057809, que realizó a través del entonces Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI).

Lo que comenzaron a descubrir a partir de ese momento les pareció alarmante: el gobierno mexicano, incluyendo el ejército, la marina y Petróleos Mexicanos, había adquirido más de 940 dispositivos, pagando más de 340 millones de pesos por ellos. También se enteraron de que el GT-200 se estaba usando para detectar bombas en Irak, bombas que no fueron detectadas y estallaron provocando muertes, comenta Luis Mochán. En México, al GT-200 lo llamaban la ouija del diablo y con el supuesto detector se podía acusar de portación de drogas y armas.

La lucha contra el GT-200

Al enterarse de esto, Luis Mochán escribió un artículo de divulgación donde describió cómo era que se debían poner a prueba estos supuestos detectores moleculares, cómo funcionan las pruebas doble ciego y por qué es importante que una prueba científica no esté sujeta a los deseos del experimentador.

El artículo tuvo consecuencias, y la participación del físico en el tema fue creciendo. El 13 de septiembre de 2011 presentó una crítica al GT-200 en el Senado de la República. Consiguió el documento con la teoría de operación del equipo, elaborado por Global Technical Ltd, y demostró que era un fraude, lo cual comenzó a tener efectos judiciales.

“La denuncia tuvo que ver con la liberación de algunas personas que habían sido acusadas utilizando como prueba el detector falso. El caso llegó a la Suprema Corte y conduje junto con un colega, Alejandro Ramírez, un experimento en México en el que participó el ejército y se demostró que el equipo era fraudulento y no servía para nada. Bueno, el final de la historia fue que desde Gran Bretaña solicitaron las evidencias que presenté en México y estuve presente en el juicio en Londres en contra de Gary Bolton, el fabricante del equipo”.

Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia

En 2014, un año después de que Gary Bolton fuera juzgado culpable por comercializar el fraudulento GT-200, Luis Mochán recibió la noticia de que había ganado el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia “Alejandra Jaidar”. El físico, quien se considera un amateur de la divulgación no esperaba recibir el reconocimiento, cuando se enteró iba manejando y “casi se sale de la carretera”.

El reconocimiento de la tarea de divulgación es muy importante para Luis Mochán, quien considera que parte importante de la divulgación es proporcionar conocimiento científico ante el cual las personas puedan maravillarse, pero más importante es acercar a la gente al método que utiliza la ciencia para evaluar los supuestos, el criterio de verdad de la ciencia. Conocer este método es una herramienta que permite detectar el engaño y el fraude en la cotidianidad.

“Es la parte más importante de la divulgación, ayudar a que las personas no se dejen engañar, que los que toman decisiones no caigan en los engaños de un fabricante nada más porque el fabricante consigue el apoyo del embajador, o porque el fabricante contrate unos soldaditos que juren que el equipo es maravilloso, o porque el fabricante haga una buena demostración de ventas; lo que se tiene que hacer es una prueba científica”.

El divulgador

El artículo del GT-200 fue uno de los logros más significativos en la carrera de divulgador Luis Mochán, pero el físico ha sabido abordar temas científicos que afectan directamente a las comunidades.

Todo comenzó cuando uno de sus colegas consiguió que un periódico local, del estado de Morelos, publicara semanalmente un artículo de los miembros de la Academia de Ciencias de Morelos. Luis Mochán colaboró con varios artículos para el periódico, pero uno tuvo especial atención.

“Resulta que aquí en Cuernavaca alguien propuso una glorieta para resolver un problema vial, que era un problema real, pero las modificaciones no tenían ni pies ni cabeza y se me ocurrió demostrarlo ‘científicamente’ (así entre comillas), porque se me ocurrió hacer un simulador que representara cuál iba a ser la situación cuando echaran a andar la nueva propuesta. Corriendo el simulador en la computadora encontré que eso iba a ser desastroso y escribí un artículo que salió publicado el mismo día que se estableció la propuesta. El artículo decía: ‘Esto va a ser un desastre y lo van a revertir’. Y fue un desastre y lo revirtieron. Me hablaron del periódico para decirme ‘oiga, es que lo que usted hizo fue magia’, y yo les dije ‘no, eso no es magia, eso es ciencia’”, recuerda con humor el físico.

Desde entonces, Luis Mochán ha persistido en su trabajo de divulgador mediante charlas, artículos y en la creación de una exposición museográfica. Con ello el físico ha buscado que las personas compartan la actitud de la ciencia frente al conocimiento, que adquieran la capacidad de hacerse preguntas y de detectar y desechar las respuestas erróneas.

El investigador

Luis Mochán es físico teórico, entre risas dice que el experimento para demostrar que el GT-200 era un equipo fraudulento es el único que ha hecho en su vida. A lo que el miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) ha dedicado su carrera científica es a la óptica no lineal y a la física de superficies. Pero la física le llegó, al igual que la información sobre el GT-200, como una casualidad, esta vez no por un mago sino por su novia.

“Yo toda la vida quise ser ingeniero, mi padre era ingeniero y en mi familia había muchos ingenieros. Pero cuando salí de la preparatoria, por un desfasamiento entre el calendario de la escuela y de la UNAM tenía unas vacaciones demasiado largas, así que decidí meterme de oyente a la universidad. Resulta que en ingeniería no aceptaban oyentes, mi novia se metió a la Facultad de Ciencias y allí me aceptaron, me dieron la bienvenida. Ella se salió inmediatamente después, pero a mí me gustó y me quedé”.

En un principio a su padre le costó entender su decisión, pero después de un tiempo la aceptó de buena gana. Al final, Luis Mochán estaba alimentando a ese niño curioso que desde pequeño desarmaba los equipos electrónicos y hacía explotar los juegos de química que su tío le regalaba.

Fuente: Agencia Conacyt