Los vikingos que desaparecieron de Groenlandia
Corría el año 1000 de nuestra era. Una tripulación de vikingos se dirigía hacia el norte bordeando la costa oeste de Groenlandia. En una embarcación de seis remos, abierta, ponían rumbo al filo del mundo, según pensaban ellos. Mal protegidos contra el viento, la lluvia y las glaciales aguas saladas, la travesía debió de resultar harto desventurada. Ahogamientos e hipotermia debieron de sucederse sin tregua. Con todo, tras quince días de travesía, tal como se describe en un texto histórico, los vikingos arribaron a las playas de la actual bahía de Disko, adonde acuden las morsas arrastrándose fuera del agua para aparearse y descansar. Eran presas fáciles cuyos colmillos de marfil reportaban una fortuna en Europa. La extenuante travesía quedaba generosamente recompensada.
Durante cientos de años, los vikingos, o nórdicos, gobernaron aquellos asentamientos árticos: establecieron dos prósperas colonias que, en su apogeo, llegaron a tener millares de miembros. Pero desaparecieron entre principios y mediados del siglo XV.
Según la explicación clásica, su declive se debió a que los colonos se aferraron al estilo de vida europeo. El aprovechamiento de pastizales para las vacas y ovejas no resultaba adecuado en un clima tan frío y con un terreno tan rocoso como el groenlandés. Sin embargo, las pruebas arqueológicas apuntan cada vez más a que las razones del colapso de las colonias vikingas en Groenlandia fueron mucho más complejas. Por una parte, sí se desprendieron de las tradiciones europeas para adaptarse a las especiales dificultades de Groenlandia; la caza de morsas es un ejemplo de ello. Esta adaptación les permitió perseverar ante el cambio climático que hizo menos habitable un medio ya de por sí hostil. Al final, sin embargo, ni siquiera estas nuevas prácticas pudieron protegerlos de las transformaciones políticas y culturales a gran escala que los marginaron y les supusieron, puede ser, un problema aún mayor que el cambio del clima.
Los vikingos quizá no se habrían asentado nunca en Groenlandia si no hubiera sido por una sucesión de asesinatos cometidos por el famoso y temido Erik el Rojo, cuyas hazañas se relatan en las sagas islandesas. Erik y su padre, antes de que, según cuentan las sagas, los exiliasen a Islandia por su implicación en algunas muertes, eran en Noruega unos pequeños terratenientes. Como Erik no era de los que aprenden la lección a la primera, fue exiliado de nuevo unos años después tras matar a varias personas durante unas disputas con dos vecinos. Pero esta vez no había otras tierras adonde trasladarse. Así que Erik zarpó hacia el oeste sin saber muy bien lo que iba a encontrar al otro lado del mar, y descubrió la masa de tierra que vino a denominarse Groenlandia. Finalizado su exilio en el año 985, regresó a Islandia, reunió a un grupo de colonos, cargaron sus pertenencias en 25 embarcaciones conocidas como drakkars, o «naves largas», y partieron hacia las nuevas tierras. Tan solo catorce navíos sobrevivieron a la travesía.
Fuente: investigacionyciencia.es