Los secretos de la cueva de Balamkú: el santuario maya descubierto bajo las pirámides de Chichén Itzá
En 2018 una exploración arqueológica redescubrió una zona de rituales mayas de mil años de antigüedad que aportó datos precisos sobre la civilización prehispánica
El redescubrimiento de Balamkú (la cueva del Dios Jaguar) en 2018, fue catalogado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo XX debido a la hazaña de encontrar un santuario bajo la emblemática ciudad maya de Chichén Itzá con aproximadamente mil años de antigüedad.
La cueva de Balamkú era considerada un santuario en el que se realizaban múltiples rituales de la cultura maya, prueba de ello, es que en el lugar se encontraron vasijas, Tótems y otras figuras de cerámica, cuando analizaron el material registrado, descubrieron que el lugar se había mantenido intacto por casi mil años.
“Me quedé sin habla y empecé a llorar. He analizado restos humanos en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, pero nada de eso es comparable a la sensación que tuve al entrar yo solo por primera vez en esa cueva. Casi puede sentir la presencia de los mayas que depositaron aquí estas cosas”, comentó el arqueólogo Guillermo de Anda para National Geographic en marzo de 2019.
¿Cómo se descubrió la cueva del Dios Jaguar?
Guillermo de Anda es el director del Proyecto Gran Acuífero Maya en la cuál se investiga el acuífero de la península de Yucatán, una importante reserva de material histórico ubicado en cenotes y ríos subterráneos.
Durante una expedición buscando vías acuíferas para llegar a un asentamiento acuático debajo de la zona arqueológica de Chichén Itzá, el arqueólogo contacto con Luis Un, un habitante de la población más cercana de origen maya quién le comentó la existencia de un cenote que había visitado cuando era niño.
Según cuenta de Anda, el lugar se encontraba sellado con piedras, las cuales lograron remover y con ello accedieron al cenote que los llevó a la entrada de un túnel estrecho al que los arqueólogos no dudaron en ingresar.
El guardián del santuario y el ritual de acceso
“Luego de encontrar en el túnel una vasija, me di cuenta que era algo grande, así que seguí avanzando pecho tierra, iba muy entusiasmado hasta que me encontré en el pasillo a una serpiente coralillo a mitad del camino, por lo que no continué” contó el arqueólogo en el documental Arqueología Mexicana para TV UNAM.
La aparición de esa serpiente detuvo por unos días la investigación, ya que según los mayas residentes en la zona, representaba el espíritu guardián de un santuario y que al haber profanado el lugar, era necesario realizar un ritual para pedirle perdón y quedar absuelto de cualquier mal.
Un sacerdote maya fue quien preparó la ofrenda para los guardianes de Balamkú y les pidió que permitieran la entrada a los investigadores.
“Invocaron a una serie de deidades y su invocación tiene que ver con eso, también se invocan a los espíritus de la cueva, invocan a las cuevas que la rodean y a esta misma como rasgos sagrados. Y entonces, cuando invocaron al viento, empezó a soplar un viento fuerte, y me dijo el sacerdote ves cómo lo invoque”, recordó De Anda. “Si nos dejaron entrar finalmente, el sacerdote dijo que había tres espíritus de la cueva, tres aluxes que nos permitían el acceso” añadió.
Al volver a la cueva, la serpiente seguía ahí, pero no impidió el paso del arqueólogo por lo que llegó a su destino, asombrados por el hallazgo que podría aportar información crucial para entender la cultura maya.
El secreto que los mayas guardaron por años
Luego del descubrimiento, el equipo de investigadores se dedicó a rastrear archivos históricos de algún posible antecedente del lugar, y encontraron que la entrada de cueva había sido vista por un arqueólogo comisionado en la zona, pero que decidió no explorarla ni notificar el acontecimiento por razones desconocidas.
Sin embargo, en la comunidad maya del municipio de Tinum, Yucatán se empezaba a esparcir el rumor de que habían descubierto Balamkú. Ya que en 1966 ejidatarios de la comunidad de San Felipe se enteraron de la cueva luego de que un niño de maya de 13 años la descubriera escarbando en la zona en busca de agua. Hoy en día al descubridor del santuario se le conoce como Don Esteban Masón y tiene 71 años.
Fuente: infobae.com