Esto es lo que pasa en tu cabeza cuando escuchas rock
Al escuchar rock nuestro organismo segrega hormonas que generan placer. Pero no es ese el único beneficio de la música…
Hace nada menos que 40 años que Freddie Mercury compuso su ‘We will rock you’. Y sin embargo hay un puesto que nadie le ha conseguido arrebatar desde entonces a este ‘hit’ del rock: el de la canción más pegadiza de la historia. Según un estudio realizado por investigadores escoceses, después de escucharla lo más normal es que siga repitiéndose en tu cabeza durante horas o días.
No es, sin embargo, una exclusiva de ese tema. Es algo que también sucede con otro clásico de Queen, ‘We are the champions’, o con ‘The final countdown’ de Europe y ‘Livin’On a prayer’, de Bon Jovi. Y todo porque estos temas rockeros provocan el llamado ‘efecto gusano auditivo’, que hace que nuestras neuronas tarareen una y otra vez ciertas canciones que tienen, normalmente, melodías simples y repetitivas con algún patrón rítmico sorprendente.
Independientemente de si es pegadiza o no, escuchar una canción activa una extensa cascada de regiones cerebrales. Todo empieza en la corteza auditiva, que es la que se ocupa de procesar los componentes del sonido. Seguidamente entran en juego regiones frontales (situadas sobre los ojos) que procesan las expectativas musicales y la estructura musical. A continuación, se activa una red de neuronas que participan en la excitación, la transmisión de opioides y la producción de dopamina, la hormona del placer.
Finalmente se enciende el núcleo accumbens, es decir el centro cerebral de la recompensa y la motivación, lo que explica por qué la música tiene la capacidad de mejorar el estado de ánimo. A esto se le suma que, de principio a fin, se mantienen activos el cerebelo y los ganglios basales, que ayudan a procesar el ritmo y el compás.
“Cuestión de hormonas”
Que oír un buen tema de ‘rock&roll’ cause un placer similar al del sexo y las drogas se debe en gran medida a que el coco produce opioides internos cada vez que la música suena, según demostró hace poco el neurocientífico canadiense Daniel Levitin. Sin estas moléculas revoloteando entre nuestras neuronas, escuchar nuestras canciones favoritas nos dejaría indiferentes, asegura el investigador.
Levitin sabe de lo que habla: es exproductor musical de Stevie Wonder y Carlos Santana, y desde hace años investiga los vínculos entre el cerebro y la música desde la Universidad McGill de Montreal. Uno de sus descubrimientos es que diferentes canciones y estilos provocan distintas reacciones químicas en la sesera, que podemos aprovechar maximizar nuestra eficiencia en distintas tareas.
En base a eso, recomienda el rock a ritmo acelerado para motivar a los atletas e incrementar su rendimiento, como por ejemplo temas como el popular ‘I feel good’, de James Brown.
Por qué la música nos influye tanto es todavía un tema de debate. Por un lado, podría ser una exhibición de aptitud sexual, como ya adelantaba Charles Darwin. El número de parejas sexuales de las estrellas de rock puede ser decenas de veces mayor que el de un varón normal, sin que importe demasiado la apariencia física, como muestra el caso de Mike Jagger.
Según explica el Daniel Levitin en uno de sus libros más recientes, ‘Tu cerebro y la música’, “hacer música, dado que exige una serie de habilidades físicas y mentales, sería un despliegue claro de salud”. Una forma de lanzar el mensaje “elígeme” equiparable a la cola colorista del pavo real.
A esto se le suma que la música podría haber sido favorecida evolutivamente para fomentar el desarrollo cognitivo: ayudó a nuestra especie a perfeccionar habilidades motrices y preparó el camino para desarrollar el control muscular que necesitamos para el lenguaje vocal. Tampoco hay que obviar que juega un papel clave como medio de vinculación social: interpretar música de forma colectiva fomenta conexiones sociales y sentimientos de unidad y sincronía del grupo.
Fuente: tecnoxplora.com