Parece que la empatía y el sacrificio personal tienen un mayor legado evolutivo de lo que nadie esperaba. Que no solo se da en humanos. Y que, dado que produce satisfacción en el actor, resulta difícil hablar de altruismo o egoísmo altruista.
Un ejemplo sorprendente es el de las ratas, que son capaces de negarse a la tentación de un trozo de chocolate si ven que hay una compañera atrapada en una cárcel y pueden hacer algo por liberarla.
Empatía
En el estudio, realizado en 2010, se colocaron pares de ratas en recintos de plexiglás. Una rata quedaba atrapada en una jaula situada en el medio, mientras que la otra rata era libre de correr por todo el recinto.
La mayoría de las ratas libres rodearon a sus compañeros encarcelados, royendo la jaula y metiendo sus patas, narices y bigotes a través de las aberturas.
Después de una semana de prueba y error, 23 de las 30 ratas en el experimento aprendieron a abrir la jaula y liberar a sus compañeros golpeando la puerta de la jaula o apoyando todo su peso contra la puerta hasta que cedió. Además, los roedores no mostraron interés en abrir jaulas vacías o en aquellos que contenían ratas de juguete.
La cosa se puso más interesante cuando se pusieron dos jaulas: en una había otra rata, en la otra había cinco trocitos de chocolate con leche. Las ratas podrían haber comido fácilmente el chocolate antes de liberar a sus compañeros o haberse distraído tanto con los dulces que descuidarían a sus amigos encarcelados. En cambio, la mayoría de las ratas abrieron ambas jaulas y compartieron el festín de chocolate.
Al principio, la mayoría de investigadores pensaban que el verdadero altruismo era una característica humana única que requería una conciencia de las propias acciones como desinteresadas. Ahora parece que muchos animales han desarrollado instintos para ayudar a otros, incluso a costa de ellos mismos, y que hemos heredado estos mismos instintos.
¿Verdadero altruismo? A propósito de estos resultados, Yuval Noah Harari reflexiona así en su libro Homo Deus: Breve historia del mañana:
Los escépticos desestimaron estos resultados, aduciendo que la rata libre ayudaba a la prisionera no por empatía, sino simplemente para detener las molestas señales de angustia. Las ratas estaba motivadas por las sensaciones desagradables que sentían, y no buscaban nada más elevado que dar fin a esas sensaciones. Tal vez. Pero podemos decir exactamente lo mismo acerca de nosotros, los humanos. Cuando doy limosna a un mendigo, ¿acaso no reacciono ante las sensaciones desagradables que la visión del mendigo me hace sentir? ¿Me preocupa realmente el mendigo o sencillamente quiero sentirme mejor?
Fuente: xatakaciencia.com