Las diferencias culturales dejan marca en el ADN
Durante mucho tiempo se ha asumido que los individuos se conforman a partir de la información genética, aquella grabada como un manual de instrucciones de “fabricación” en nuestro ADN.
Sin embargo, cada vez está más claro que no solo es esa información la que influye en cómo serán las nuevas generaciones. También influye la epigenética o forma en que la información genética es ‘traducida’ y, por tanto, utilizada por el organismo para “construirnos”.
Así, gracias a la epigenética, de padres a hijos no solo se transmiten características físicas como el color de ojos o de pelo, sino también rastros de las experiencias vividas. Por ejemplo, se ha constatado que las experiencias traumáticas o el estrés que viven los padres pueden tener efectos perdurables en las generaciones subsiguientes.
Grupos y marcas estudiados
Ahora, un estudio realizado por los científicos Joshua Galanter, Esteban Burchard y Noah Zaitlen, de la Universidad de California en San Francisco (UCSF, EU) ha avanzado en el conocimiento de la epigenética, al hallar signos de etnicidad en el genomaque parecen reflejar la cultura y el ambiente compartido por grupos étnicos concretos.
Para ello, los investigadores examinaron una modificación epigenética llamada “metilación del ADN” que, aunque no modifica la secuencia genómica, sí afecta a la expresión de los genes provocando, por ejemplo, impactos significativos en el riesgo de padecer enfermedades.
De este modo, la epigenética puede influir en cuestiones tales como nuestro grado de sensibilidad al dolor, el nivel de riesgo de padecer algunos tipos de cáncer o la posibilidad de sufrir autismo, entre otras.
El examen de la UCSF fue realizado en 573 niños de dos grupos latinos distintos (mexicanos y puertorriqueños) y se centró en la metilación porque investigaciones previas ya habían demostrado que esta es un tipo de «marca epigenética» que puede ser heredada o alterada por las experiencias vividas.
Resultados Los científicos consiguieron identificar varios cientos de diferencias en la metilación asociadas con la etnicidad mexicana o puertorriqueña de los niños analizados.
Además, descubrieron que solo tres cuartas partes de estas diferencias epigenéticas entre ambos subgrupos étnicos podían explicarse por diferencias en la ascendencia genética de los menores.
El resto, afirman, reflejarían un sello biológico conformado por las diferentes experiencias, prácticas y exposiciones ambientales a las que estos dos subgrupos étnicos se habrían visto sometidos a lo largo de su historia.
Combinación de biología y cultura
Este hallazgo es importante porque podría ayudar a los científicos a entender cómo los factores sociales, culturales y ambientales interactúan con la genética para crear diferencias en la salud de poblaciones étnicas diversas. En un contexto médico, afirman los investigadores, “tanto la herencia genética como la epigenética podrían tener relevancia”.
Es decir, que las disparidades de salud entre razas y etnias podrían estar causadas no solo por las diferencias genéticas heredadas sino por otros factores, como las diferencias raciales y étnicas en dietas, hábitats más o menos contaminados, niveles diferentes de pobreza, mayor o menor propensión al tabaquismo, etc.
Este hecho explicaría por qué las diversas poblaciones raciales y étnicas suelen tener tasas diversas de diferentes enfermedades, responden de manera distinta a las medicaciones, y presentan resultados muy diversos en pruebas clínicas estándar.
Por otro lado, «este es un gran avance en nuestra comprensión de raza y etnicidad», asegura Burchard. «Hay un extenso debate sobre si la raza es fundamentalmente genética o si es sólo una construcción social. A nuestro entender, esta es la primera vez que alguien ha intentado cuantificar la firma molecular de los componentes no genéticos de raza y etnia. El estudio demuestra de una manera totalmente nueva que la raza combina genética y entorno».
Cómo funciona la epigenética
Hasta hace poco, se pensaba que la herencia de la respuesta epigenética podía desaparecer «de manera pasiva» en generaciones posteriores.
Esta idea derivaba de estudios como un trabajo realizado en 2014 por científicos de la Universidad de California en Santa Cruz (EU), en el que se logró ver, bajo el microscopio, cómo la memoria epigenética pasaba de generación en generación, de célula a célula, durante el desarrollo de los embriones de gusanos C. elegans.
Sin embargo, un estudio realizado más recientemente por la Universidad de Tel Aviv (también con gusanos C. elegans) demostró en 2016 que la herencia epigenética es un “proceso activo” que pasa de generación a generación.
Asimismo, el estudio constató que existen genes específicos, a los que se han llamado “MOTEK” (Modified Transgenerational Epigenetic Kinetics), implicados en este “encendido” y “apagado” de las transmisiones epigenéticas. Estos genes determinan, por ejemplo, si la memoria epigenética continuará en la progenie o no, y cuánto durará cada respuesta epigenética.
Otra característica recién descubierta de la epigenética es que podría permitir cambios rápidos en las especies que no implican al ADN. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de East Anglia (Reino Unido) y de la Universidad de Dalhousie, en Canadá, han hallado que en algunas especies de peces se están dando cambios físicos y funcionales como respuesta al cambio climático, sin una evolución genética significativa.
Fuente: tendencias21.net