La mujer agrícola prehistórica centroeuropea promedio tenía los brazos más fuertes que las campeonas de remo de hoy, según un estudio comparativo de huesos realizado en la Universidad de Cambridge.
Esta destreza física probablemente se obtuvo mediante la labranza del suelo y la cosecha manual, así como el molido del grano durante hasta cinco horas al día para hacer harina.
Hasta el momento, las investigaciones bioarqueológicas del comportamiento pasado han interpretado cómo eran los huesos de las mujeres únicamente a través de una comparación directa con los de los hombres. Sin embargo, los huesos masculinos responden a la tensión de una manera más visiblemente dramática que los huesos femeninos.
Los científicos de Cambridge dicen que esto ha llevado a la subestimación sistemática de la naturaleza y de la escala de demandas físicas que soportan las mujeres en la prehistoria. “Este es el primer estudio que compara los huesos femeninos prehistóricos con los de las mujeres vivas”, afirma la autora principal del estudio, la doctora Alison Macintosh, de la Universidad de Cambridge.
“Al interpretar los huesos de las mujeres en un contexto específico femenino, podemos comenzar a ver cómo de intensivos, variables y laboriosos fueron sus comportamientos, revelando una historia oculta del trabajo de las mujeres durante miles de años”, destaca en un comunicado.
El estudio, publicado en la revista ‘Science Advances’ y que forma parte del proyecto ADaPt (Adaptación, dispersiones y fenotipo), financiado por el Consejo Europeo de Investigación, utilizó un pequeño escáner de CT en el laboratorio PAVE de Cambridge para analizar los huesos del brazo (húmero) y pierna (tibia) de mujeres que participan en un rango de actividad física: corredoras, remeras y futbolistas con los de aquellas con estilos de vida más sedentarios.
Se compararon las fuerzas de los huesos de las mujeres modernas con las de las mujeres desde las épocas agrícolas neolíticas tempranas hasta las comunidades agrícolas de la Edad Media. “Puede ser fácil olvidar que el hueso es un tejido vivo, que responde a los rigores a los que sometemos nuestros cuerpos –explica Macintosh–. El impacto físico y la actividad muscular ejercen presión sobre los huesos, lo que se denomina carga. El hueso reacciona cambiando de forma, curvatura, espesor y densidad en el tiempo para adaptarse a la tensión repetida”.
“Al analizar las características óseas de personas vivas cuyo esfuerzo físico habitual se conoce y compararlas con las características de los huesos antiguos, podemos empezar a interpretar los tipos de trabajo que nuestros antepasados ??realizaban en la prehistoria”, subraya esta experta.
Durante tres semanas a lo largo de la temporada de entrenamiento, Macintosh escaneó los huesos de los miembros de los equipos Open y Lightweight del ‘Cambridge’s Women’s Boat Club’, que terminaron ganando la carrera de este año y rompiendo el récord del campo. Estas mujeres, la mayoría de veintipocos años, se entrenaban dos veces al día y remaban en promedio 120 kilómetros a la semana en ese momento.
Las mujeres neolíticas analizadas en el estudio (desde entre 7.400 y 7.000 años atrás) tenían una fuerza similar en los huesos de las piernas a la de las remeras modernas, pero los huesos de sus brazos eran entre un 11 y un 16 por ciento más fuertes que los de las remeras y un 30 por ciento más fuertes que los de los estudiantes típicos de Cambridge. Las mujeres de la Edad del Bronce del estudio (desde hace entre 4.300 y 3.500 años), tenían entre un 9 y un 13 por ciento más de fuerza en sus huesos del brazo que las remeras, pero que poseías huesos de las piernas un 12 por ciento más débiles.
La actividad agrícola, posible desencadenante
Una posible explicación para esta fuerza feroz del brazo es el triturado del grano. “No podemos decir específicamente qué comportamientos estaban causando la carga ósea que encontramos. Sin embargo, una actividad importante en la agricultura temprana fue la conversión de granos en harina, y esto probablemente fue realizado por mujeres”, sugiere Macintosh.
“Durante milenios, el grano se habría molido a mano entre dos piedras grandes llamadas montura de molino de mano. En las pocas sociedades restantes que todavía usan estos artilugios, las mujeres muelen grano durante hasta cinco horas al día. La acción repetitiva del brazo de moler con estas piedras durante horas puede haber cargado los huesos de los brazos de las mujeres de una manera similar al laborioso movimiento hacia adelante y hacia atrás del remo”, explica.
Sin embargo, Macintosh sospecha que el trabajo de las mujeres difícilmente se haya limitado a este comportamiento. “Antes de la invención del arado, la agricultura de subsistencia implicaba plantar, labrar y cosechar manualmente todos los cultivos –plantea Macintosh–. También es probable que las mujeres hayan ido a buscar comida y agua para el ganado doméstico, procesando leche y carne, y convirtiendo pieles y lana en textiles”.
“La variación en la carga ósea hallada en las mujeres prehistóricas sugiere que una amplia gama de comportamientos estaba sucediendo durante la agricultura temprana. De hecho, creemos que puede ser la gran variedad de trabajo de las mujeres lo que en parte hace que sea tan difícil identificar las firmas de cualquier comportamiento específico de sus huesos”, añade.
El autor principal del trabajo y director del Proyecto ADaPt, Jay Stock, agrega que los hallazgos sugieren que, durante miles de años, el riguroso trabajo manual de las mujeres”fue un impulsor crucial de las primeras economías agrícolas”. “La investigación demuestra lo que se puede aprender sobre el pasado humano al entender mejor la variación humana en la actualidad”, concluye.
Fuente: Europa Press