La ciencia ha entregado evidencia de que nuestro ritmo biológico podría influir en el momento final de nuestras vidas. Variantes genéticas sugieren una conexión entre nuestro reloj biológico y el fallecimiento
La naturaleza nos presenta una sinfonía de ciclos y patrones, y entre ellos, uno de los más intrigantes es nuestro reloj biológico. Según la ciencia, este no solo determina cuándo nos despertamos y dormimos, sino que también influye en el momento de nuestro último suspiro.
Según una investigación de la facultad de medicina de Harvard, en Estados Unidos publicada en 2012, existe una variante genética común que no solo influye en si eres madrugador o noctámbulo –por ejemplo–, sino que también podría predecir la hora del día en que es más probable que fallezcas.
Más allá del sueño: ritmo circadiano de la vida y la muerte
Durante décadas, los científicos han observado cómo algunas familias parecen heredar preferencias por las mañanas tempranas o las noches tardías, lo que sugiere la existencia de factores genéticos detrás de nuestros ritmos de sueño.
El estudio publicado en la revista Annals of Neurology en noviembre de 2012, identificó un gen llamado «Period 1» y cerca de este gen, existe una variante que puede ser de dos tipos: A-A, A-G y G-G. Resulta que las personas con el tipo A-A tienden a levantarse aproximadamente una hora antes que las personas con el tipo G-G. Aquellos con el tipo A-G están en algún lugar intermedio.
Sorprendentemente, esta misma variante genética también parece afectar el momento de nuestro fallecimiento. La investigación mostró que las personas con el genotipo AA o AG tienen más probabilidades de fallecer justo antes de las 11 a.m., mientras que aquellos con el genotipo GG tienden a partir más cerca de las 6 p.m.
Este hallazgo subraya la profunda influencia que nuestro reloj biológico tiene en la totalidad de nuestra existencia.
¿Y qué pasa con la posible fecha de muerte?
Aquí entramos en un terreno mucho más impredecible, pero al que la ciencia busca dar una respuesta, considerando además que existen distintos factores que influyen en el momento de nuestra muerte.
Las estadísticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) muestran que los meses de invierno, enero y diciembre en particular, tienden a ser los más mortales.
Además, el análisis de millones de certificados de defunción revela que el día más mortal es el de año nuevo, un patrón que se repite independientemente de las causas naturales de muerte.
En una nota de prensa de la facultad de medicina de Harvard, el doctor Donald Lloyd-Jones, presidente voluntario de la Asociación Americana del Corazón, señaló al respecto que «las fiestas son un momento ocupado y a menudo estresante para la mayoría de nosotros. Las rutinas se ven interrumpidas; es posible que tendamos a comer y beber más y a hacer menos ejercicio y relajarnos».
Implicaciones para la salud y el futuro
Esta fascinación/obsesión de la ciencia por estudiar la genética y la muerte es un asunto que puede ir más allá de la pura curiosidad, ya que puede abrir nuevas puertas en el ámbito de la medicina.
Al identificar marcadores genéticos como el descubierto en este estudio, los investigadores pueden adaptar intervenciones médicas y tratamientos a los ritmos biológicos individuales.
Este conocimiento podría conducir a una mejor planificación de horarios laborales, mejoras en el tratamiento de trastornos del sueño y refinamiento en el momento de los procedimientos médicos.
A medida que continuamos explorando los intrincados detalles de nuestro reloj interno, nos acercamos a aprovechar todo su potencial para mejorar nuestra calidad de vida y comprender más profundamente nuestra propia naturaleza.
Fuente: meteored.com.ar