Un equipo de paleofisiologos y ecólogos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) (España) ha analizado la influencia de las proporciones corporales en el coste de la locomoción mediante un estudio de energética experimental con 46 sujetos de ambos sexos.
Los resultados, publicados en la revista American Journal of Physical Anthropology, indican que la marcha de los homininos del Pleistoceno era igual de eficiente energéticamente que la de los humanos actuales.
El coste energético de la locomoción es un aspecto que ha sido ampliamente estudiado y debatido dentro de la paleoantropología por sus importantes implicaciones. Los investigadores han utilizado la relación entre la anchura de la cadera, la longitud del fémur y la masa corporal para modelizar dicho coste en un buen número de homininos extintos.
Tradicionalmente se pensaba que la mayor gracilidad del esqueleto de los humanos actuales respondía a ventajas biomecánicas que hacían de la locomoción una actividad más eficiente. La pelvis más estrecha de nuestra especie comporta que el parto sea más difícil, pero reduce la fuerza que tienen que ejercer los músculos abductores de la cadera para mantener la estabilidad de la pelvis durante la marcha.
Sin embargo, como explica Marco Vidal Cordasco, autor principal de este trabajo, “eso no implica que los homininos con pelvis más anchas gasten más energía al caminar. De hecho, los resultados obtenidos demuestran que las pelvis más anchas, a la altura de la cresta ilíaca, permiten que el coste energético de la locomoción sea significativamente más bajo”.
Desde hace dos millones de años, con la aparición de la especie Homo ergaster, la masa corporal y el tamaño del cerebro de los homininos ha ido aumentando considerablemente. Estos cambios han conllevado un importante reajuste a nivel metabólico, aumentando la demanda de energía para mantener esos órganos de mayor tamaño.
“No obstante, nuestros resultados muestran que la mayor eficiencia de la locomoción no fue un mecanismo compensatorio ante ese incremento de tamaño. Es decir, que los cambios observados en la anchura de la pelvis y en la longitud de los miembros inferiores no redujeron el coste de caminar lo suficiente para compensar el incremento de gasto energético resultante de una mayor masa corporal”, concluye Vidal.
Fuente: noticiasdelaciencia.com