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La clonación de Elvis y la vuelta a la vida del mamut y el ‘pollosaurio’

Si pudiera desextinguir a alguien, a quién elegiría: ¿Albert Einstein, Leonardo Da Vinci o Chiquito de la Calzada? ¿Podríamos clonar a un neandertal para estudiar las claves de la evolución? ¿Tiene sentido devolver a la vida al tigre de Tasmania o al pájaro dodo? Estas preguntas y muchas más se plantea Helen Pilcher, periodista científica, humorista y bióloga celular inglesa en Que vuelva el rey (Ed. Biblioteca Nueva), un divertido ensayo sobre la ciencia de resucitar especies.

Un momento, ¿resucitar especies? Eso sería hacer realidad Parque Jurásico, jugar a ser dioses, llevarle la contraria a Darwin. Pues sí, y es una realidad que está a la vuelta de la esquina. «La extinción es reversible a través de la clonación y la edición genética», afirma la autora sin atisbo de dudas. Y delante de nosotros se abre un apasionante campo científico en la frontera misma de la ciencia ficción, los dilemas éticos y la conservación de la biodiversidad.

«Mi intención era conocer hasta qué punto es posible devolver a la vida especies extintas. Y cómo los fundamentos científicos que hay detrás de todo ello pueden ayudar a las especies en peligro de extinción», resume la autora a EL MUNDO mientras pasa fugazmente por España para presentar el libro. Pilcher aborda un tema tremendamente complejo con grandes dosis de humor. De hecho, ella se autodefine como el eslabón perdido entre la divulgación científica y la stand-up comedy, porque compatibiliza ambas disciplinas, lo que le permite hacer accesible al común de los mortales la, a menudo críptica, jerga científica.

Pilcher hace desfilar por sus páginas lo que pasaría si resucitáramos a Elvis gracias a un mechón de su tupé o la triste imposibilidad de traer de vuelta a los tiranosaurios, ya que sólo se puede recuperar ADN viable para clonación cuando tiene menos de un millón de años. Hipótesis aparte, el libro también es la historia de los científicos implicados en la materia y los animales que se quieren devolver a la vida. Y en esa lista, además del bucardo español, ocupan un lugar de honor la rana de incubación gástrica, el mamut lanudo, el tigre de Tasmania y los uros, ancestros del ganado bovino.

El que más llama la atención, sin duda, es el tatarabuelo del elefante, que habitó en Siberia hasta hace 3.700 años. «Aquí la motivación principal es lo que yo llamo el elemento ‘¡oh Dios mío, eso sería increíble!'». Y la consecución del objetivo no está tan lejos como podríamos creer. «Hay tres equipos que están intentando desextinguirlo, uno en Corea del Sur, otro en Japón y otro en EEUU. Los estadounidenses están trabajando con edición genética: cogen una célula de un elefante vivo, la editan para añadirle genes de este mastodonte de la Edad de Hielo y usarán eso para crear un híbrido de elefante y mamut».

El resultado será un paquidermo genéticamente adaptado al frío, que podría volver a dominar la estepa siberiana. «George Church, una eminencia de Harvard, está convencido de que en dos años tendrá listo un embrión de esta nueva especie, aunque después quedaría un largo camino hasta que naciera un animal viable. Los otros dos equipos están intentando la clonación, pero de momento no tienen células en un estado lo suficientemente bueno como para tener éxito a corto plazo».

Más allá de los proyectos específicos, lo que es apasionante, sostiene Pilcher, es que los mismos métodos pueden usarse con especies en peligro de extinción. «La regénesis no trata solo de traer especies de vuelta a la vida, sino de ayudar a los que todavía viven, como el rinoceronte blanco del norte, del que sólo quedan tres ejemplares vivos incapaces de reproducirse». Las técnicas que se están aplicando para resucitar al mamut pueden servir, entre otras cosas, para que especies que no tienen ninguna otra opción más que extinguirse recuperen su sitio en el planeta.

No todo es tan positivo a primera vista: el sueño de la razón produce monstruos. Experimentos como los de Jack Horner, asesor científico de las películas de Parque Jurásico, empeñado en revertir el proceso evolutivo para obtener un híbrido entre gallina y dinosaurio (conocido como pollosaurio), amenazan con convertir todo esto en una inquietante versión de La isla del Doctor Moreau.

Lo que están intentando a través de esta modificación genética que añadiría dientes, hocico y extremidades anteriores a un pollo, es entender cómo una simple célula embrionaria se transforma en cientos de tipos de tejido diferentes. Si se logra, tendremos una ventana abierta para combatir enfermedades genéticas y encontrar curas que ahora mismo parecen imposibles. Así que sí, el pollosaurio merece la pena.

Tan relevantes son estos logros científicos como los escabrosos dilemas éticos que plantean. Por eso hay grupos de expertos ayudando a guiar a los científicos en las decisiones que toman. La Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (UICN en sus siglas en inglés) ha señalado los criterios a la hora de seleccionar qué animales son los más propicios para este procedimiento.

«Hay quien piensa que todo esto está va contra la naturaleza, que es inmoral. Mi contraargumento», dice Pilcher, «es que estamos en plena sexta extinción masiva. La Humanidad destruye hábitats, provoca el cambio climático… Eso es lo verdaderamente inmoral y lo que va contra natura». Jaque mate.

Fuente: elmundo.es