La ciencia del miedo: ¿por qué nos gusta tanto asustarnos?
Uno de los componentes que hacen popular al Halloween son las historias de terror
El miedo es una de las que podríamos llamar emociones primarias y resulta de la percepción de algún peligro a nuestro alrededor.
Tener miedo es algo natural y es un mecanismo que la evolución nos dio para tener una ventaja: si tenemos miedo nuestro cuerpo activa la respuesta de lucha o huida, que nos prepara para enfrentarnos o escapar de una situación que nos pone en peligro.
Así que parte de nuestra supervivencia como especie se la debemos al miedo: mientras no nos paralice nos ayuda actuar para defendernos o ponernos a salvo.
Aunque en general se considera que la reacción que nos provoca el miedo es desagradable, también es cierto que los seres humanos a veces buscamos esa emoción, por ejemplo leyendo una historia de miedo o viendo una película de terror. Esto puede llevar a preguntarnos si realmente los seres humanos disfrutamos asustarnos en cierta medida.
El cerebro y el miedo
Nuestro sistema nervioso central y específicamente el cerebro, están encargados de procesar e interpretar los estímulos que recibimos del exterior, y reaccionar en consecuencia.
En el caso del miedo, la reacción inicia en la amígdala: una región del cerebro encargada justamente de procesar las emociones, tanto las positivas, como las negativas.
En el caso de recibir alguna señal externa relacionada con el miedo, como por ejemplo la presencia de un depredador, la amígdala reacciona enviando señales a todo el cuerpo, que disparan reacciones que nos pueden hacer más eficientes frente al peligro.
Las pupilas se dilatan para recibir más luz, la respiración se vuelve más rápida y profunda, para tener más disponibilidad de oxígeno, el corazón se acelera para bombear más sangre, sobre todo a las extremidades, por si tenemos que luchar o huir. Y los órganos que no son indispensables para actuar, como los intestinos, disminuyen su funcionamiento.
¿Cómo sabe nuestro cerebro qué estamos frente a un peligro? Durante nuestra vida la amígdala almacena cierto “aprendizaje emocional”, pero en esto también interviene otra región del cerebro.
El hipocampo ayuda a percibir otros estímulos, además del que se percibe como origen del miedo. Podríamos decir que ayuda a racionalizar la emoción, para saber qué tan real es el peligro que enfrentamos. El hipocampo da contexto a las emociones.
Sustos que dan gusto
Cuando vemos una película de terror, nuestra amígdala reaccionará a los estímulos del miedo, pero el hipocampo analizará la situación y nos hará saber que estamos más seguros de lo que parece.
De ese modo, aunque nuestro cuerpo reacciona con miedo, no nos sentimos tan estresados como en una situación de peligro real, lo que hace más llevadera la experiencia de ver una historia de terror.
Por otro lado, esta respuesta de lucha o huida que se deriva del miedo, activa las mismas regiones cerebrales que el sistema de recompensa del cerebro, relacionado con sensaciones placenteras o de felicidad. Esto da mucho más sentido al hecho de que haya personas que realmente disfruten asustarse.
Sin embargo no todo mundo disfruta las películas de terror, ni de todos los géneros, y eso tiene mucho que ver con el aprendizaje sobre las experiencias del miedo que hemos tenido en nuestra vida y qué tanto nuestro cerebro puede contextualizar una historia como algo que no es real.
Por ejemplo, si alguien considera que no es biológicamente posible que existan los zombis podrá disfrutar de una película de ese género, pues su cerebro le dará ese contexto. Sin embargo, historias que nos parezcan más reales tienen el poder de aterrorizarnos y no las disfrutaremos.
Así que ya saben: si verán una película de terror este Halloween, elijan alguna que realmente puedan disfrutar.
Fuente: fayerwayer.com