Investigadores del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) han identificado por primera vez un gen que predispone a una peor recuperación tras sufrir un ictus isquémico.
La investigación, que publica la revista Circulation Research, es el trabajo más importante hecho hasta ahora en el campo de la genética y el pronóstico del ictus, y el primero que se publica, con datos de más de 2.000 pacientes y 12 centros internacionales implicados.
Los investigadores han descubierto que tener unas variantes específicas en el gen PATJ predispone a una peor recuperación de un ictus isquémico y que siete de cada diez pacientes con estas variantes sufren secuelas graves tres meses después del infarto cerebral, es decir, quedan en una situación de dependencia, ante menos de la mitad de los pacientes que no presentan estas variantes.
El coordinador del estudio ha sido el médico adjunto del Servicio de Neurología del Hospital del Mar, Jordi Jiménez, quien ha explicado que han analizado el grado de discapacidad al cabo de tres meses de más de 2.000 pacientes con ictus isquémico, el que se origina por la obstrucción de una arteria cerebral y representa el 88% del total de los ictus, estudiando múltiples factores clínicos y sus datos genéticos.
En concreto, han estudiado más de cinco millones de variantes genéticas por individuo, «y el gen PATJ muestra diversas variantes que influyen de forma significativa en la recuperación de los pacientes», según Jiménez.
Un gen relacionado con desórdenes del sueño y obesidad
Se trata de un gen implicado en las uniones celulares, con una presencia importante en el tejido nervioso y que ya se había visto relacionado con desórdenes del sueño y la obesidad.
«En un futuro, estas variantes se podrían utilizar como biomarcadores en el momento del ictus, y, según la presencia de los alelos (formas alternativas que puede presentar un mismo gen) de riesgo que tenga cada individuo, personalizar las estrategias de rehabilitación», ha señalado Jiménez.
«A la vez -ha añadido- nos puede indicar una zona del genoma muy involucrada en procesos de neuroplasticidad y neuroregeneración, y quizás, si conocemos bien las vías, podemos desarrollar nuevos tratamientos que utilicen este gen como diana terapéutica y que nos ayuden a mejorar el pronóstico de los pacientes».
Fuente: rtve.es