Hallazgo en meseta tibetana muestra que los humanos pueden ser más fuertes de lo que pensamos
Los primeros seres humanos que se aventuraron a ir a la meseta del Tíbet, a menudo llamada el “techo del mundo”, se enfrentaron a uno de los ambientes más brutales que nuestra especie puede soportar. A una altura media de más de 4 mil 500 metros, es un lugar frío y árido con la mitad del oxígeno presente al nivel del mar. La ciencia ha sostenido por mucho tiempo que los seres humanos no pusieron sus pies en este lugar hasta hace 15 mil años, según sugiere la evidencia arqueológica del asentamiento más viejo que se conoce, en la franja noreste de la meseta a 3 mil metros sobre nivel del mar. Pero ahora nuevos datos genéticos indican que esto pudo haber ocurrido mucho antes, posiblemente desde la última era glacial, hace 62 mil años.
Una mejor comprensión de la mezcla genética y la diversidad de los tibetanos modernos podría ayudar a reconstruir la historia de la migración y la expansión de la población en la región y podría ayudar a desentrañar el misterio de los orígenes étnicos de los tibetanos y de cómo los humanos se han adaptado a condiciones de bajo oxígeno en elevadas altitudes.
Para el nuevo estudio, los investigadores secuenciaron el genoma entero de 38 tibetanos étnicos y 39 chinos Han (el grupo étnico mayoritario del país) y compararon los resultados con secuencias genómicas publicadas de otros grupos étnicos alrededor del mundo —información que permitió al equipo identificar el origen genético común de diferentes poblaciones y tener una mejor comprensión de la historia de la migración en el Tíbet–.
“Las secuencias de ADN específicas del Tíbet se remontan a los antepasados hace 62 mil – 38 mil años… Esto representa la colonización más temprana de la meseta tibetana”, dice Shuhua Xu, un genetista de poblaciones en los Institutos Shanghái para las Ciencias Biológicas de la Academia China de las Ciencias. El trabajo de Xu se publicó en septiembre en el American Journal of Human Genetics y fue presentado en la reunión anual de la Sociedad Americana de Genética Humana, en Vancouver.
Desde esa migración inicial, a medida que la edad de hielo se adhería con más fuerza sobre la meseta, la mezcla genética entre tibetanos y no tibetanos probablemente se interrumpió durante decenas de miles de años —lo que sugiere que el movimiento hacia el Tíbet cayó al mínimo–. “Las rutas de migración probablemente fueron reducidas por las capas de hielo”, dice Xu. “Es simplemente demasiado duro, incluso para los cazadores y recolectores más fuertes”.
Pero hace unos 15 mil o 9 mil años —después del llamado Último Máximo Glacial (conocido por sus siglas en inglés, LGM), durante el cual la capa de hielo de la Tierra había alcanzado su punto más extenso y el clima era más severo— las personas acudían en masa al Tíbet. “Es la ola más significativa de migración que modeló el grupo genético tibetano moderno”, dice Xu. “Realmente podemos ver una rápida expansión de la población [en la meseta] durante ese tiempo”. Curiosamente, agrega, esto fue también cuando el antepasado común de los tibetanos y los chinos Han se dividieron —contrario a un estudio previo que sugiere que la divergencia tuvo lugar hace 2 mil 750 años–.
“Este es el primer estudio para secuenciar todo el genoma de los tibetanos y la resolución es realmente impresionante”, dice Mark Aldenderfer, un arqueólogo de la Universidad de California, en Merced, que no participó en el estudio de Xu. La divergencia mucho más temprana entre tibetanos y chinos Han tiene sentido porque hay culturas materiales continuas en la meseta desde hace 15 mil años, dice.
El estudio, añade Aldenderfer, “también proporciona detalles precisos de cómo diferentes poblaciones provenientes de varias direcciones pueden haber combinado sus genes para crear a la gente que llamamos tibetanos”. Los datos muestran que el 94 por ciento de la composición genética tibetana actual provino de los humanos modernos —posiblemente los que se aventuraron a ir al Tíbet en la segunda ola de migración— y el resto provenía de homínidos arcaicos como los de Denísova, los neandertales y otros grupos desconocidos. La parte moderna del genoma tibetano comparte 82 por ciento de similitud con los asiáticos del este, 11 por ciento con los asiáticos del centro y 6 por ciento con los asiáticos del sur. “Entre todos los grupos éticos, los chinos Han están más estrechamente relacionados con los tibetanos”, dice Xu.
Los hallazgos también revelan una sorprendente continuidad genética desde que la meseta fue colonizada hace 62 mil años. “Esto sugiere que el Tíbet siempre ha estado poblado, incluso en los momentos más difíciles en lo que respecta al clima”, dice Xu. Esa idea contradice la creencia común de que los primeros habitantes de la meseta habrían sido eliminados durante los duros intervalos climáticos como el LGM y otro período conocido como el Dryas Reciente entre 12 mil 900 y 11 mil 600 años atrás, dice David Zhang, geógrafo de la Universidad de Hong Kong, quien no estuvo involucrado en la investigación de Xu.
En 2002, Zhang y un colega publicaron un controvertido estudio en Geophysical Review Letters que mostraba huellas de manos y pies de al menos seis individuos en rocas que antes eran barro blando, datado de hace 20 mil años a 4 mil metros sobre el nivel del mar en el corazón del Tíbet. Basándose en esto, teorizaron que la gente vivía en el Tíbet durante el LGM, pero la falta de hallazgos arqueológicos cerca del sitio ha puesto en duda esto. “Muchas personas no creen que sea posible”, dice Aldenderfer. “Pero había un montón de lugares para que [esas primeras poblaciones] vivieran donde las condiciones locales no fuesen tan malas, como los grandes valles de los ríos en la meseta”. Las huellas de las manos y pies fueron descubiertas cerca de una de las muchas aguas termales de la meseta, que podría haber servido como refugio para plantas, animales y seres humanos, añade.
Dos estudios arqueológicos independientes presentados en el 33º Congreso Internacional de Geografía, celebrado en agosto en Pekín, también apoyan la antigüedad del asentamiento en el Tíbet, como sugieren los datos genéticos de Xu. Un equipo dirigido por el arqueólogo Guanghui Dong, de la Universidad de Lanzhou, en la provincia de Gansu, dio a conocer la primera evidencia arqueológica de la presencia humana —que data de hace 39 mil a 31 mil años— en la franja sureste de la meseta tibetana. El sitio, rico en herramientas de piedra y huesos de animales, se encuentra a 2 mil 500 metros sobre el nivel del mar en la orilla del río Salween. “Esto puede representar uno de los primeros pasos de la colonización humana en la meseta”, dice Dong. “Esos cazadores y recolectores entonces podrían haberse expandido a la meseta interior a lo largo del valle del río”.
El segundo estudio retrocede unos 4 mil años las fechas de asentamiento humano por encima de 4 mil metros. El arqueólogo de la Universidad Normal de Qinghai, Guangliang Hou, y algunos de sus colegas recientemente excavaron un sitio arqueológico fechado hace 11 mil 500 años, lo que se alinea con la segunda ola de migración más importante que sugiere el estudio de Xu. Hou dijo en el congreso de geografía que el sitio, cercano a un afluente principal del río Amarillo, está lleno de carbón, un signo revelador del uso del fuego por los seres humanos. “Esto pudo haber ayudado a los habitantes de la meseta a sobrevivir a las duras condiciones en elevaciones tan altas que se acercan al final del Dryas Reciente”, dice.
“Cada vez es más claro que ha habido una ocupación humana mucho más temprana y mucho más persistente de la meseta de lo que pensábamos anteriormente”, dice Aldenderfer. Sin embargo, enfatiza que todavía faltan piezas en el rompecabezas: “Se necesitan más excavaciones para cerrar esas brechas”.
Fuente: scientificamerican.com