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¿Estamos preparados para la clonación digital de las personas fallecidas?

Recrear artificialmente a un ser querido con la ayuda de la realidad virtual, IA y la tecnología de voz sigue suscitando polémica

Más de la mitad de la población considera aceptable la clonación digital de una persona fallecida, siempre que haya dado su consentimiento antes de morir, aunque el mismo porcentaje de encuestados se opone a ser clonado después de su muerte. Una nueva investigación mantiene viva la polémica.

Un estudio publicado en la revista Science analiza cómo el consentimiento o la disconformidad de una persona fallecida influye en la aceptabilidad social de su resurrección digital.

La resurrección digital consiste en crear un clon digital de una persona fallecida a partir de su información personal, tanto digital como no digital, utilizando la realidad virtual, la inteligencia artificial y la tecnología de voz.

Este clon puede interactuar con los usuarios mediante una aplicación o un dispositivo inteligente, simulando la personalidad y el lenguaje de la persona original.

Sondeo sobre la resurrección

Para conocer las actitudes de las personas hacia lo que ya es una realidad tecnológica, los investigadores realizaron un experimento con una muestra de ciudadanos estadounidenses, a los que se les presentaron diferentes escenarios de resurrección digital, variando el grado de consentimiento de la persona fallecida.

Los resultados mostraron que el consentimiento tiene un efecto significativo en la aceptabilidad social de la resurrección digital, con una diferencia de 2 puntos en una escala de 5.

Cuando la persona fallecida había dado su consentimiento, el 58% de los encuestados consideró la resurrección digital como socialmente aceptable, mientras que este porcentaje fue solo del 3% cuando la persona fallecida se había opuesto.

Estos hallazgos sugieren que las regulaciones legales pertinentes deberían respetar la decisión de la persona fallecida, señalan los autores del estudio.

Consentimiento previo

El estudio también exploró la regla por defecto óptima, utilizando una investigación observacional: el 59% de los encuestados se mostró en contra de la idea de su propia resurrección digital.

También puso de manifiesto que una regla de opt-inparece socialmente deseable, según los encuestados. Una regla de opt-in significa que la persona tiene que dar su permiso explícito para que se pueda hacer algo con su información o sus datos. En este caso, se trata de crear un clon digital de la persona fallecida. Si la persona no da su permiso, se asume que no quiere que se haga.

Esta regla parece socialmente deseable porque respeta la voluntad de la persona fallecida y evita que se cree un clon digital sin su consentimiento. Además, evita posibles conflictos o problemas legales entre los familiares o herederos de la persona fallecida y la empresa que ofrece el servicio de resurrección digital.

Se debe asumir, además, que la persona fallecida no quiere que se cree un clon digital de ella, a menos que haya dicho lo contrario. Esto implica que la empresa que ofrece el servicio de resurrección digital tiene que comprobar que la persona fallecida dio su consentimiento expreso antes de crear el clon digital.

El consentimiento expreso es una declaración clara y directa de la persona fallecida, donde dice que quiere que se cree un clon digital de ella. Puede ser verbal, escrito, o mediante algún otro medio que deje constancia de su decisión. El consentimiento expreso no se puede inferir de otras acciones o declaraciones de la persona fallecida que no estén relacionadas con la resurrección digital.

En 2020, la realidad virtual consiguió que una madre surcoreana compartira una experiencia virtual con su hija de seis años que había fallecido víctima de una enfermedad incurable.

¿Estamos preparados?

Aunque la resurrección digital es tecnológicamente posible, la mera idea suscita una serie de preguntas que se hacen los expertos en psicología, filosofía y tecnología, que ven tanto beneficios como riesgos en esta innovación.

¿Es sano hablar con una versión artificial de alguien que ya no está? ¿Qué pasa si el avatar dice o hace algo que la persona real nunca haría? ¿Quién tiene el derecho a crear y acceder a estos clones digitales? ¿Qué consecuencias puede tener esta práctica para la sociedad y la cultura?

Algunos expertos argumentan que puede facilitar el proceso de duelo, al proporcionar una forma de mantener el vínculo y la comunicación con el difunto. Otros advierten que puede interferir con la aceptación de la pérdida, al crear una ilusión de presencia y continuidad.

Además, hay que tener en cuenta que los avatares digitales no son copias exactas de las personas reales, sino que se basan en algoritmos y datos limitados. Por lo tanto, pueden cometer errores, omitir información o generar expectativas falsas. También pueden ser objeto de manipulación, explotación o abuso, si no se respetan la privacidad y el consentimiento de los implicados.

Fuente: elperiodico.com