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‘Esponjas carnívoras’: la científica que descubre a las criaturas jamás vistas por la humanidad

Guadalupe Bribiesca-Contreras explora el mar profundo; encontraron 55 especímenes que pertenecen a 48 especies diferentes

“Yo la verdad me muero de emoción”. “Es que es impresionante. Hay animales que nunca vimos o comportamientos que nunca observamos, es un mundo completamente diferente”. La científica mexicana Guadalupe Bribiesca-Contreras compartió con BBC Mundo qué sintió al ver por primera vez algunos de los seres que halló con sus colegas a profundidades de hasta más de 5000 metros.

La bióloga marina, investigadora del Museo de Historia Natural de Londres, es la autora principal de un nuevo estudio sobre los hallazgos de una expedición a una zona muy poco estudiada del Océano Pacífico. Con un vehículo operado en forma remota, los científicos recogieron 55 especímenes del mar profundo que pertenecen a 48 especies diferentes. Y se confirmó que al menos 7 de ellas son nuevas para la ciencia, explicó Bribiesca-Contreras. Y se cree que en total el número de especies jamás registradas podría llegar a más de 30.

Pero este mundo desconocido, diverso y deslumbrante se encuentra bajo amenaza. En el océano profundo también hay grandes cantidades de metales y ya existen planes para su explotación.

Recolectar organismos que no sobreviven fuera de su medio natural puede parecer una intervención drástica. Pero los científicos advierten que saber más acerca de los seres del mar profundo es más urgente que nunca para intentar protegerlos.

¿Dónde se halló a los animales y a qué profundidades?

La expedición recogió muestras en una región del Océano Pacífico entre Hawái y México que se conoce como la zona Clarion-Clipperton (CCZ, por sus siglas en inglés), una vasta área que cubre más de 5 millones de km cuadrados. Además de planicies abisales, “hay allá un montón de montes submarinos y la profundidad varía”, señaló la bióloga.

“Varios de los ejemplares que tenemos son de más de 5000 metros de profundidad, pero algunas muestras se tomaron en montes submarinos a unos 3200 metros”, apuntó. Las profundidades en la zona Clarion-Clipperton llegan a unos 5500 metros, tanto como la altura del Monte Kilimanjaro.

“Imagina solo que vas a correr 5 kilómetros, cuánto tardás. Esa es la profundidad a la que recolectamos organismos, es increíble”, señaló Bribiesca-Contreras.

La amenaza de la minería en el fondo del mar

La zona Clarion-Clipperton atrajo en años recientes la atención no solo de la comunidad científica, sino de gobiernos y empresas. Grandes extensiones de sus planicies están cubiertas de nódulos polimetálicos, trozos de roca del tamaño de una papa ricos en metales como cobalto, níquel, manganeso y cobre.

Estos materiales se utilizan en tecnologías verdes como torres eólicas y autos eléctricos. El interés en extraerlos aumentó, especialmente por parte de compañías y gobiernos, según los cuales los metales del océano profundo serán esenciales para combatir el cambio climático.

Sin embargo, quienes se oponen a estas iniciativas advierten que la extracción de metales podría devastar vastas áreas del océano y causar un daño irreparable a ecosistemas únicos que aún no son comprendidos. Para Bribiesca-Contreras, “si no sabemos ni siquiera qué vive allá, no sabemos el daño que ocasionará el tratar de extraer este recurso”.

Expediciones como la del Museo de Historia Natural de Londres son parte de un esfuerzo científico en una carrera contra el tiempo. Adrian Glover, director del grupo de investigación sobre el mar profundo en el Museo de Historia Natural de Londres, es coautor del nuevo estudio.

“Si bien la minería en aguas profundas es una preocupación medioambiental muy válida, nos encontramos en una situación positiva en la que pudimos realizar una gran cantidad de investigación fundamental, mientras la industria sigue restringida de la explotación a gran escala”, afirmó Glover.

“Una gran decisión a nivel de la sociedad sobre la minería en aguas profundas está en el horizonte y nuestro papel es proporcionar la mayor cantidad de datos posible para informar esa decisión lo mejor que podamos”, concluyó.

“Hacen cosas rarísimas”

Bribiesca-Contreras describió a BBC Mundo algunos de los animales extraordinarios hallados en la expedición. “Por ejemplo, tenés esponjas carnívoras, lo que suena súper raro. Uno esperaría que sean como una planta carnívora que está como esperando a que le caiga la comida. Pero tenemos videos en los que se ve que pasa un camaroncito y la esponja cambia de forma para engullirlo y luego escupe el exoesqueleto”, explicó.

“Hacen cosas rarísimas, producen luz. También tienen adaptaciones súper raras para reproducción, porque no es como caminar por Londres ,que está lleno de hombres o de mujeres. Allá abajo podés pasar un kilómetro y no encontrar a alguien de tu misma especie. Entonces tienen adaptaciones donde los machos se convierten en parásitos de las hembras, por lo que las hembras siempre tienen como un reservorio de espermatozoides para cuando quieran reproducirse”, detalló.

Uno de los especímenes que más llamó la atención de la científica es un erizo. “Cuando buceás, normalmente ves erizos moviéndose, pero muy lento. Este erizo, cuando se le acerca el vehículo operado, remotamente se levanta y comienza a galopar, lo ves corriendo en el fondo”, contó.

La bióloga señaló que en el oeste de la zona Clarion-Clipperton hay muy poco alimento. “A la zona este le llegan más nutrientes en forma de ‘nieve marina’, todo lo que se muere y no se lo comen en el camino, todo eso cae. Hay más nieve marina en la zona este que en el lado oeste”. Los científicos esperaban ver solo animales pequeños debido a la falta de alimento. “Pero encontramos un pepino de mar de más de medio metro y una esponja de como un metro de longitud”, expresaron.

¿Por qué es importante recolectar animales del mar profundo?

La expedición se centró en áreas del oeste de la zona Clarion-Clipperton, que es la parte menos estudiada. Y otra particularidad del estudio es que recogió muestras de animales grandes. “Lo que se estudia más comúnmente en esta zona son todos los organismos que viven en el sedimento. Agarran un montón de lodo, lo tamizan y todas las cosas chiquititas, gusanos, algunos crustáceos, todo eso es a lo que se dio más énfasis. Los animales grandes son muy difíciles de colectar”, explicó.

La ventaja de contar con especímenes, y no solamente fotos como las tomadas en expediciones anteriores, es que para estudiar estas especies “necesitás tener al ejemplar, contarle los tentáculos, las patas, ver caracteres internos”. Los ejemplares se comparan por taxónomos expertos con los escasos especímenes considerados tipo de su especie, para así determinar con certeza si efectivamente más de 30 de los organismos colectados son especies nuevas.

Y también será posible realizar estudios de ADN. “Secuenciamos un gen que se utiliza comúnmente y lo comparamos contra secuencias que ya existen. Pero ese es otro de los grandes problemas, que los animales de mar profundo son tan raros y pertenecen a linajes tan completamente diferentes que no hay nada similar cuando los comparas en bases de datos. Necesitamos empezar a generar bases de datos de mar profundo”, agregó.

Una expedición, mil preguntas

El estudio generó todo un abanico de interrogantes para Bribiesca-Contreras y sus colegas. “Nos gustaría investigar cómo se reproducen estos animales y algo que me encantaría saber es cuánto tiempo viven. Hicieron algunos estudios en ciertas esponjas que tienen mil o dos mil años de edad”, dijo.

“¿Qué tan viejos son los animales que recolectamos? Como decía antes, algunos de los animales que encontramos eran enormes. Y para llegar a ese tamaño en un ambiente con tan poca energía, yo creo que es porque pasó mucho tiempo”, apuntó.

Los científicos también esperan investigar cómo se relacionan esos organismos con otros grupos de animales marinos: “Muchos de estos grupos de mar profundos representan ramas muy largas en el árbol de la vida. Se separaron de grupos de aguas más someras a lo mejor hace 100 millones de años, son grupos súper ancestrales”.

Guadalupe Bribiesca-Contreras supo de niña, cuando crecía en Ciudad de México, que quería ser bióloga marina. Aunque entonces nunca había visto el mar y solo lo conocía por documentales, como los de Jacques Cousteau. Hoy en día y luego de años de estudios y expediciones, esa pasión crece, junto a un sentimiento de gran respeto por los animales que habitan las profundidades del océano.

“Imaginá lo difícil que debe ser vivir en el mar profundo. ¿Cuánto tiempo lleva la especie humana? Es incomparable con algunas de estas especies que sobrevivieron a eventos de extinción masiva y tienen linajes de 100 millones de años. Yo a estos animales los veo hermosos y ante ellos siento sorpresa, admiración y un montón de curiosidad. Cada vez que vemos algo tenemos mil preguntas”, señaló.

Fuente: lanacion.com.ar