¿En qué piensa tu perro? La ciencia tiene la respuesta
Los análisis de los cerebros caninos muestran muchas similitudes con los de los humanos. Ellos también saben contar, quieren a sus amigos e incluso identifican palabras
Callie, mezcla de terrier y raza desconocida, de tres años de edad, se queda muy quieta mientras el escáner fMRI de resonancia magnética funcional analiza las reacciones de su cerebro ante diferentes estímulos. Su quietud le ha costado al neurocientífico Gregory Berns meses de adiestramiento. A Callie la conoció en un refugio cuando ella tenía nueve meses. Berns la adoptó y decidió que fuera la protagonista de sus nuevas investigaciones. Su propósito es demostrar científicamente que los perros sienten alegría, empatía, curiosidad, que de verdad entienden lo que se les dice e incluso averiguar qué están pensando.
“Podemos ver cómo reaccionan partes específicas del cerebro de los perros ante recompensas como la comida o la interacción con un humano y deducir cuánta de su motivación procede, en realidad, de cada tipo de recompensa”, proclama Berns, que lidera un equipo de investigadores de la Universidad de Emory, en Atlanta (Estados Unidos).
El escáner ha descubierto que los perros son capaces de distinguir lo que les decimos, al margen del tono en el que se lo decimos
Sus pruebas muestran, por ejemplo, cómo se refleja en el cerebro canino la alegría por encontrarse con su amo. A Callie le hicieron llegar el olor de Berns y su emoción quedó patente en los aparatos de neuroimagen.
También un equipo de la Universidad Eötvös Loránd de Budapest ha entrenado a un grupo de golden retrievers y border collies para estudiar sus cerebros en un escáner fMRI. Una de sus cuidadoras los felicitaba con las palabras habituales utilizadas por los dueños de los animales, ‘bien hecho’, ‘muy listo’, ‘eso es’. Combinaban estos elogios con palabras neutras del tipo ‘todavía’ o ‘sin embargo’, palabras que los investigadores creían que no tenían significado conocido para los perros. Cada perro escuchó todos esos términos en dos tonos: neutral y de felicitación. Los investigadores vieron en las imágenes de actividad cerebral su reacción ante las palabras de ánimo y recompensa incluso cuando las escuchaban en un tono apagado y neutral y comprobaron que ante los elogios reaccionaba su hemisferio izquierdo, como en los humanos.
El tono o la emoción en pronunciar las palabras se percibía en las regiones del cerebro destinadas a la audición en el hemisferio derecho, igual que sucede con el cerebro humano. Los animales desligaron la palabra del entusiasmo con el que se pronunciaba. La distinguieron.
Tamás Faragó, de la universidad húngara, explica que eso no demuestra que los perros entiendan el significado de las palabras, pero sí comprenden que esas palabras tienen cierta ligazón con ellos. Las reconocieron. Por supuesto, también comprobaron que se activaba su centro de recompensa cuando esas palabras positivas se les dirigían en un tono positivo.
“Los perros no solo distinguen lo que les decimos y cómo se lo decimos, sino que también combinan ambas cosas para hacer una correcta interpretación de lo que las palabras significan”, explica Attila Andics, de la Universidad Eötvös Loránd.
El perro y el hombre llevan la friolera de 15.000 años juntos: hay pruebas de la domesticación de canes desde entonces. La relación continúa: en 2015 había 7.438.689 perros oficialmente censados en hogares españoles, un 214,28 por ciento más que en 2005.
En diversos experimentos, los perros han demostrado ser mucho más espabilados que bebés de tres años
Además de que los estamos humanizando cada vez más, con líneas de ropa, chucherías, alimentos especiales y otras fruslerías, les prestamos más atención científica. Hay departamentos específicos de investigación canina en universidades de Europa y Estados Unidos. Incluso sesudas publicaciones dedicadas a la psicología dedican números especiales a la mente perruna. El especial sobre perros de la revista de la Asociación de la Ciencia Psicológica traía conclusiones muy llamativas: los canes pueden contar (les hicieron pruebas con tableros llenos de formas geométricas y escogían los más poblados), pueden leer las caras humanas, comprenden la importancia de la mirada en la comunicación y aprenden varias destrezas mucho antes que los bebés humanos.
Respecto a las caras, no solo reconocen a sus amos, también identifican cosas: los investigadores les mostraron objetos, los colocaron tras una pantalla, los volvieron a mostrar con cambios (más grandes, de otro color) y los animales se percataron de que se trataba de objetos distintos. No lograron engañarlos.
Otro estudio realizado en Viena calibró las habilidades de niños de tres años de edad y perros adultos. Entregaron a ambos unas cajas que podían abrir utilizando una palanca que servía para una única apertura. Dentro de las cajas había un premio. Todos la abrieron y obtuvieron recompensa. Intentaron volver a abrirla. La palanca ya no servía para nada, pero los niños se empeñaban en usarla. Los perros, sin embargo, abrieron la caja [era fácil] olvidando la palanca tras comprobar que ya no servía. Fueron mucho más espabilados.
Otro experimento analizó la capacidad canina de sentir empatía. Situaron a dos perros en jaulas. Enseñaron a uno de ellos a activar una palanca que proporcionaba comida a la jaula del otro perro. Cuando había premio, el perro alimentador no fallaba. A falta de recompensa, casi nunca activaba la palanca de la comida… salvo si el otro perro era un compañero de juegos, entonces le daba de comer sin recibir nada a cambio. Conclusión: los perros ayudan a sus amigos.
¿Y a sus amos? Aquí, los resultados han sido menos positivos de lo esperado. Estamos acostumbrados a escuchar enternecedoras noticias de perros salvadores que alertan de un incendio o buscan ayuda cuando su dueño cae desplomado por un infarto. Cuenta la revista Time que William Roberts, de la Western University de Ontario (Canadá), hizo experimentos simulando el infarto y con gente apostada en lugares cercanos para que los perros pudieran pedir ayuda. Y no lo hicieron. Su conclusión es que, cuando ladran por el incendio o buscan socorro ante el desmayo de su amo, lo hacen porque están asustados. Los héroes son la excepción a la regla, piensa Roberts. “En la mayoría de los casos de peligro los perros no hacen nada, pero eso no es notica”, añade. Menuda decepción.
Fuente: abc.es