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Contar cuentos también cura: la ciencia detrás de leer historias a los niños cuando están enfermos

El arte de contar historias ha sido durante mucho tiempo una habilidad respetada y una tradición importante en muchas culturas. Los seres humanos se han estado contando historias durante miles de años. Incluso antes de la creación de la escritura, la gente usaba la narración para transmitir conocimientos y construir un sentido de comunidad. Pasamos horas consumiendo las historias de otras personas a través de todos los medios: periodismo, cine, literatura, videojuegos… Escuchar una buena historia es pasar de una realidad a otra. Y los niños son los mejores espectadores para ello.

Los médicos saben que interactuar con los más pequeños de esta manera puede distraer, entretener y aliviar su sufrimiento psicológico. Pero hay algo más. Algo muy importante. Las historias o los cuentos pueden estimular algunos mecanismos fisiológicos.

El estudio. Teniendo en cuenta los procesos psicológicos y biológicos que se producen durante y después de escuchar una historia, a los investigadores del Instituto D’Or y la Universidad Federal de ABC se les ocurrió la idea de buscar una evidencia científica que explicara los efectos que realmente tiene la narración de cuentos en niños críticamente hospitalizados en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI). Algo así como tratar de explicar si la labor de personas como Patch Adams en los hospitales da sus frutos o no.

¿Cómo? Se seleccionaron 81 niños, con edades comprendidas entre 2 y 7 años y con condiciones clínicas similares, como problemas respiratorios por asma, bronquitis o neumonía y fueron divididos aleatoriamente en dos grupos: a uno se les leía cuentos infantiles durante 25 a 30 minutos mientras que al otro grupo de control se les planteaban acertijos.

¿Qué sucede? Un milagro. O no. Ambas intervenciones redujeron el nivel de cortisol y aumentaron la producción de oxitocina en todos los niños analizados, mientras que también se mitigó la sensación de dolor y malestar, según la evaluación de los propios niños. Sin embargo, una diferencia significativa fue que los resultados positivos de los niños en el grupo de narración de historias fueron dos veces mejores que los del grupo de acertijos.

Sí, dejar volar nuestra imaginación puede ser la cura de todos nuestros males. El autor principal del estudio, Guilherme Brockington explicaba que durante la narración «ocurre algo que llamamos ‘transporte narrativo’. El niño, a través de la fantasía, puede experimentar sensaciones y pensamientos que lo transportan a otro mundo, un lugar diferente a la habitación del hospital y, por tanto, alejado de las adversas condiciones de su hospitalización”.

Como elemento terapéutico. Si bien es cierto que la narración de cuentos ya se estaba adoptando en muchos hospitales infantiles (hay cientos de asociaciones de cuentacuentos en el mundo), esta es la primera vez que se nos presentan pruebas sólidas de sus impactos fisiológicos y psicológicos. Y lo cierto es que además de ser un método terapéutico eficaz y de bajo coste, puede marcar una gran diferencia en la calidad de vida de los niños de las UCIs. La investigación ahondaba también en la percepción que tenían los niños de su realidad.

Por ejemplo, aquellos que tuvieron que resolver acertijos respondían a un dibujo de un hospital como: «Este es el lugar al que va la gente cuando está enferma». Los niños del grupo de las historietas lo definían como: «Este es el lugar al que la gente va para mejorar». Para las ilustraciones de una médica se observó el mismo patrón. Unos la definían como: «Esta es la mujer mala que viene a ponerme una inyección», mientras que el resto opinaba: «Esta es la mujer que viene a curarme».

La biología de las historias. La narración tiene el poder de involucrar, influir, enseñar e inspirar a los oyentes. Es un arte contar una buena historia, y todos reconocemos una cuando la escuchamos. Pero también hay elementos científicos adicionales en juego. Los científicos están descubriendo que sustancias químicas como el cortisol, la dopamina y la oxitocina se liberan en el cerebro cuando las escuchamos.

¿Por qué importa? Si estamos tratando de hacer valer una idea, el cortisol ayuda a formular recuerdos sobre ella. La dopamina, que ayuda a regular nuestras respuestas emocionales, nos mantiene comprometidos. Cuando se trata de crear conexiones más profundas con los demás, la oxitocina se asocia con la empatía, un elemento importante para construir, profundizar o mantener buenas relaciones. Esto podría aplicarse a otros campos, como el laboral. Quizás esto explica por qué los vídeos se han convertido en los nuevos powerpoints. Como sea, hacen falta más Patch Adams en los hospitales.

Fuente: xataka.com