Cinco cosas científicamente probadas sobre el deseo sexual
Hay algunas correlaciones de nuestro día a día con el deseo sexual, según han podido comprobar los científicos. A saber…
Más ganas con migraña
Las migrañas y el deseo sexual guardan relación directa, aunque no del modo en que imaginas. En contra del cliché popular, un estudio de la Universidad Wake Forest en EEUU ha revelado que las personas que sufren este tipo de dolor de cabeza tiene mayores niveles de deseo sexual.
Esto se debe a que tanto la migraña como el deseo sexual están relacionados con los niveles de un neurotransmisor llamado serotonina. En concreto, este tipo de cefalea causa el descenso del neurotransmisor, lo que a su vez aumenta las ganas de mantener un encuentro sexual. Así que desde ahora, si quieres usar la migraña como argumento, que sea para decir: «Sí, cariño, que hoy me duele la cabeza».
Genes que encienden (o apagan) tu apetito
Tanto si ardes en deseos como si tienes la libido baja, puedes echarle la culpa a tu ADN. Analizando el material genético de cerca de 150 estudiantes un equipo de científicos israelíes de la Universidad Hebrea de Jerusalén ha demostrado que existe una relación entre ciertas variantes del gen del receptor D4 -responsable de producir la proteína receptora de dopamina, la hormona del placer- y la libido.
Algunas variantes, presentes en el 30% de la población, aumentan el apetito sexual, mientras que existen otras que reducen el deseo al mínimo y que forman parte del genoma del 60% de las personas.
Adelgazar aumenta el deseo
Los michelines son poderosos enemigos de la vida sexual. Un estudio realizado en mujeres obesas revelaba que el deseo y la excitación sexual aumentan con la pérdida de peso. Por el contrario, acumular demasiados kilos de más reduce el apetito sexual.
Testosterona para la libido
La hormona sexual masculina por excelencia aumenta el apetito sexual femenino, según revelaba un experimento del que se hacía eco ‘The Journal of Sexual Medicine’.
Los autores del trabajo usaron parches en la piel para administrar bajas dosis de testosterona a mujeres con un trastorno de deseo sexual hipoactivo, que cursa con ausencia de fantasías sexuales, escaso deseo y poca receptividad a la actividad sexual. Después de seis meses de tratamiento, la frecuencia de actividad sexual satisfactoria se multiplicó por cinco.
El amor y el deseo van unidos
Al menos en la sesera, sexo y amor tienen que ver. Un mapa cerebral para ubicar el amor y el deseo, publicado también en la revista ‘Journal of Sexual Medicine’, revelaba que ambos procesos activan dos áreas distintas pero próximas de una estructura conocida como núcleo estriado. Cuando los sentimientos de deseo sexual evolucionan hacia amor, sencillamente migran de una zona a otra de este núcleo.
«El amor es un hábito que se forma a partir del deseo sexual, cuando el deseo es recompensado», explica James G. Pfaus, neurobiólogo coautor del estudio. Y a efectos prácticos, asegura Pfaus, funciona de manera similar a las drogas, que crean adicción.
Fuente: Cienciaxplora