Investigadores de Google DeepMind y de la Universidad de Berkeley, dieron a conocer que, por primera vez, han logrado crear más de una treintena de nuevos materiales mediante inteligencia artificial y robots
En los últimos años, los usos de la inteligencia artificial (IA), por increíble que parezca, ya no se reducen solamente a que una computadora gane partidas de ajedrez, o a que realice predicciones sobre la existencia de nuevas proteínas, o a que tenga la capacidad de predecir cada vez con mayor exactitud el clima, o a que escriba ensayos y poemas a veces tan originales a como lo hace un ser humano, o a que resuelva problemas matemáticos complejos.
También ésta ha contribuido al surgimiento de una sociedad en la que cada vez es más difícil distinguir entre lo que es real y lo que no lo es (actualmente ya es posible manipular la voz y la imagen de alguien sin su consentimiento para que exprese cosas que no dijo). Un mundo que vira hacia conceptos tales como el de posverdad, en donde lo relativo -la verdad de cada uno- impera sobre lo que es realmente verdadero.
Y es que, apenas hace unos días, Google anunció a través de un artículo publicado en la revista Nature que DeepMind -su poderosa IA que ha ganado innumerables partidas de ajedrez y de otros complejos juegos de mesa como el Go, aprendiendo por sí misma- también es capaz de diseñar y producir nuevos materiales desde cero, por lo que la mayoría de éstos aún no existen.
El sistema en cuestión se llama A-Lab y se encuentra en la Universidad de Berkeley, Estados Unidos. Tiene el potencial no solamente de elaborar recetas de materiales -sin intervención humana-, sino también de poner en práctica dichas recetas para utilizarlas, por el momento, en la producción de baterías que duren más o de paneles solares mucho más eficientes de los que actualmente existen.
De hecho, hace no muchos años, otro sistema de Inteligencia Artificial que no pertenece a Google predijo la existencia de cientos de miles de materiales considerados como estables en el sentido de que éstos pueden utilizarse casi para cualquier aplicación, y ahora Google los aprovechará a través de su nueva tecnología en la que participan robots.
Sus creadores aseguran que este avance sin precedentes permitirá “acelerar de forma muy importante el descubrimiento de materiales para crear energías más limpias, así como la próxima generación de componentes electrónicos, además de otro tipo de aplicaciones” que aún no se han anunciado pero que seguramente veremos concretarse en un futuro no tan lejano.
Además, los robots en el laboratorio A-Lab, guiados por inteligencia artificial, han logrado ya crear y probar materiales de manera rápida (se calcula que en unos meses podrán procesar más de 100 muestras al día).
También, los robots poseen la capacidad de mezclar y calentar ingredientes sólidos en polvo para posteriormente analizar el producto con el fin de comprobar si el procedimiento funcionó.
Según datos de Google, el laboratorio A-Lab costó 2 millones de dólares y tardó unos 18 meses en construirse.
Por otro lado, uno de los mayores desafíos para poner en funcionamiento dicho laboratorio tuvo que ver con que el sistema fuese verdaderamente autónomo, es decir, que pudiese planificar experimentos, interpretar datos y tomar decisiones sobre cómo mejorar, por ejemplo, la síntesis de los materiales utilizados.
Otra de las innovaciones es que, tras realizar más de 30,000 procedimientos de síntesis de materiales ya existentes, la IA fue capaz de proponer nuevos ingredientes y de sugerir las temperaturas de reacción necesarias para fabricarlos. Posteriormente, el sistema seleccionó los ingredientes, realizó la síntesis y finalmente analizó el producto.
En total, y según datos publicados por Nature, A-Lab tardó 17 días en producir 41 nuevos materiales inorgánicos, nueve de los cuales se crearon solamente después de que el aprendizaje por inteligencia artificial mejorara la síntesis de estos materiales. Además, de los 17 materiales que A-Lab no logró fabricar, la mayoría falló debido a dificultades con los experimentos.
Al finalizar los experimentos, algunos de ellos sí lograron sintetizarse, pero solamente después de que los investigadores intervinieran en el proceso. No obstante, en futuras pruebas se espera que ya no intervengan seres humanos en ninguna de las etapas de la producción.
Otro de los objetivos que los científicos de Google tienen en mente es que toda la información que sea generada a través del laboratorio A-Lab, sea compartida con el llamado Proyecto de Materiales, el cual consiste en una inmensa base de datos ubicada en un servidor de internet donde investigadores de todo el mundo (actualmente ya hay más de 400,000 personas registradas) contribuyen todos los días con ideas creativas para generar nuevos materiales tanto orgánicos como inorgánicos.
Por otra parte, sobre el futuro de la inteligencia artificial y su aplicación en todos los ámbitos del conocimiento y de la vida cotidiana, hace unos días escuché una interesante y larga entrevista que le realizó Steven Bartlett a Mustafa Suleyman, un ex alto ejecutivo de Google, en la que afirmó, casi con lágrimas en los ojos, que las empresas que actualmente dominan la tecnología para crear inteligencia artificial, cometieron un error garrafal al poner Chat GPT al público en general sin medir los peligros que esta tecnología representa desde el punto de vista ético, ya que, él considera que en unos dos o tres años dicha inteligencia será capaz de pensar por sí misma y, quizá, de generar un caos sin precedentes en internet porque, ¿cómo sabemos si tiene buenas o malas intenciones?
La postura de Suleyman en torno a las intenciones de la IA no es para nada descabellada y nos invita a reflexionar respecto a la capacidad de ésta para transformar el mundo tanto para bien como para mal. Y, sobre todo, nos pone a pensar sobre los peligros de poner en funcionamiento, para el gran público, una tecnología que finalmente no sabemos cómo podrá comportarse una vez que adquiera conciencia de sí misma, si es que logra tenerla.
Sobre el asunto de la conciencia y la inteligencia artificial, Raymond Kurzweil, un famoso inventor y empresario estadounidense, quien también ha contribuido al desarrollo de la IA, afirmó no hace mucho que estamos cada vez más cerca de la llamada Singularidad. Con este concepto se augura, entre otras cosas, que la vida humana se transformará de manera irreversible y que los seres humanos trascenderemos las limitaciones de nuestros cuerpos biológicos y nuestro cerebro a través de la IA y la tecnología.
El concepto de singularidad en computación podría ser equiparable al concepto de singularidad aplicado a un agujero negro porque finalmente no sabemos que hay más allá de un cierto límite, de esa barrera que nos impide ver más allá, pero que sabemos que está ahí proponiéndonos incertidumbre. En el caso de los agujeros negros, lo que hay más allá de esa barrera es que desconocemos qué leyes físicas prevalecen una vez que se atraviesa dicho límite. Y, en el caso de la computación, y concretamente de la IA, desconocemos si ésta alcanzará algún nivel de conciencia de sí misma aún desconocido.
En definitiva, tanto el desarrollo de la inteligencia artificial, como el cambio climático, son dos de los grandes desafíos que la humanidad tiene por delante. Ambos son fenómenos que poseen un alto grado de incertidumbre y que, por tanto, es casi imposible predecir lo que sucederá en las próximas décadas.
Fuente: aristeguinoticias.com