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El arma secreta del tigre dientes de sable

Los tigres dientes de sable llevaban en las mandíbulas un arma de doble filo. Estos animales presentan un gran ejemplo de cómo funciona la evolución. La selección natural fue modelando un cuerpo, una dentadura y una constitución especializada en matar grandes presas hasta dar con soluciones aparentemente perfectas. Una de ellas era poder abrir la boca casi 180 grados para poder morder a sus presas, aunque su mordisco era menos fuerte que el de un león. Estos mamíferos extintos tenían una forma muy diferente de matar a sus presas que los felinos actuales. Sus alargados y aplanados colmillos eran perfectos para causar una muerte rápida al atravesar las arterias y la tráquea o incluso los pulmones si mordían por el costado. En cambio, los grandes felinos de la actualidad matan por asfixia, mordiendo el cuello de la presa y aguantando el bocado durante largos y peligrosos minutos de agonía.

Los colmillos de los dientes de sable también tenían un punto débil. Eran más frágiles que los caninos cónicos de los felinos actuales. El análisis de un buen número de especímenes de smilodon —los dientes de sable que vivieron en América hasta hace unos 10.000 años— ha demostrado que estos félidos se partían los colmillos con mucha más frecuencia que los actuales. La razón de este problema no está clara. Algunos expertos creen que se debe a la violencia inherente de la caza, especialmente porque los dientes de sable eran especialistas en abatir mamuts, mastodontes, perezosos gigantes y otras especies de megafauna durante la última era glacial. La otra opción es que las roturas de caninos indiquen una creciente falta de presas que llevó a los dientes de sable a comer huesos y no solo carne, como hacían habitualmente, y sus dientes no lo aguantasen bien.

Lo que está claro es que estos animales también desarrollaron un segundo arma para evitar perder la dentadura. “En paralelo a los cambios en las mandíbulas hubo un segundo paso, desarrollar huesos cortos y más anchos capaces de soportar grandes músculos para inmovilizar a las presas de mayor tamaño, como los paquidermos, antes de asestarles el mordisco fatal”, explica Paul Palmqvist, paleontólogo de la Universidad de Málaga. “Hasta ahora se pensaba que ese desarrollo había afectado solo a las extremidades delanteras”, añade.

Alberto Martín-Serra. Borja Figueirido y Palmqvist han analizado cientos de huesos de 10 felinos actuales y 10 dientes de sable extintos de tres grupos diferentes. Los resultados del estudio, publicados en Journal of Anatomy, desvelan que los dientes de sable también desarrollaron unas patas traseras más potentes. Posiblemente esto también era una adaptación a la caza para saltar sobre las presas y colgarse de ellas. Además, este hecho muestra que los repertorios de formas y adaptaciones con los que trabaja la naturaleza no son infinitos. “La conclusión que sacamos es que durante la evolución se dan cambios concertados, unos conllevan los otros y hay limitaciones en las variantes sobre las que puede trabajar la selección natural”, explica Palmqvist.

Es posible, continúa el paleontólogo, que la formidable anatomía de estos depredadores contribuyese a su desaparición final. “Precisamente se extinguieron por estar tan especializados en cazar presas grandes. La extinción de la megafauna fue la razón de la desaparición de los dientes de sable, así como los osos gigantes” y otros depredadores especialistas en estas presas, concluye Palmqvist. Los ancestros de los lobos y los grandes felinos, más versátiles, aún siguen aquí.

Fuente: elpais.es