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ADN revela redes de apareamiento frente a la endogamia hace 34, 000 años

Los primeros seres humanos parecen haber reconocido los peligros de la endogamia hace al menos 34.000 años, y crearon redes sociales y de apareamiento sorprendentemente sofisticadas para evitarlo.

Un estudio publicado en Science examinó la información genética de los restos humanos anatómicamente modernos que vivieron durante el Paleolítico Superior, periodo en que los humanos modernos de África colonizaron por primera vez el oeste de Eurasia.

Los resultados sugieren que las personas buscaron deliberadamente parejas más allá de su familia inmediata, y que probablemente estaban conectadas a una red más amplia de grupos desde donde eligieron a los compañeros, con el fin de evitar ser endogámicos.

Esto sugiere que nuestros antepasados distantes probablemente han sido conscientes de los peligros de la endogamia, y deliberadamente la han evitado en una etapa sorprendentemente temprana en la prehistoria. El simbolismo, la complejidad y el tiempo invertido en los objetos y joyas encontradas enterradas con los restos de humanos prehistóricos también sugiere que es posible que desarrollaran reglas, ceremonias y rituales para acompañar el intercambio de compañeros entre grupos, lo que tal vez prefiguró las ceremonias matrimoniales modernas y pueden haber sido similares a las que todavía practican las comunidades de cazadores-recolectores en partes del mundo de hoy.

Los autores del estudio sugieren que el desarrollo temprano de sistemas de apareamiento más complejos puede explicar al menos en parte por qué los seres humanos anatómicamente modernos demostraron ser exitosos mientras que otras especies, como los neandertales, no tuvieron tanto éxito. Sin embargo, se necesita información genómica más antigua de los primeros seres humanos y ‘Neanderthales’ para probar esta idea.

La investigación fue llevada a cabo por un equipo internacional de académicos, dirigido por la Universidad de Cambridge, Reino Unido, y la Universidad de Copenhague, Dinamarca. Se secuenció el genoma de cuatro individuos de Sunghir, un famoso sitio del Paleolítico Superior en Rusia, que se cree que estuvo habitado hace unos 34.000 años.

Los fósiles humanos enterrados en Sunghir representan una rara y muy valiosa fuente de información porque es muy inusual realizar hallazgos de este periodo; las personas enterradas parecen haber vivido al mismo tiempo y haber sido enterradas juntas. Sin embargo, para sorpresa de los investigadores, estos individuos no estaban estrechamente relacionados en términos genéticos; a lo sumo, eran primos segundos. Esto es cierto incluso en el caso de dos niños que fueron enterrados cabeza con cabeza en la misma tumba.

Evitaron la endogamia a propósito para mantener la diversidad

Según el autor principal del estudio, Eske Willerslev, del ‘St John’s College’, de Cambridge, y la Universidad de Copenhague, esto significa que incluso las personas en el Paleolítico Superior, que vivían en pequeños grupos, entendieron la importancia de evitar la endogamia. “Los datos que tenemos sugieren que se evitó a propósito. Esto significa que deben haber desarrollado un sistema para este propósito –explica en un comunicado– Si pequeños grupos de cazadores-recolectores se mezclaran al azar, veríamos mucha más evidencia de endogamia que la que tenemos aquí”.

Los primeros humanos y otros homínidos como los neandertales parecen haber vivido en pequeñas unidades familiares. El pequeño tamaño de la población provocó probablemente la endogamia, pero entre los seres humanos anatómicamente modernos finalmente dejó de ser común. Sin embargo, no está claro cuándo sucedió esto.

“Es probable que las pequeñas bandas familiares se hayan interconectado con redes más grandes, facilitando el intercambio de personas entre grupos para mantener la diversidad”, plantea el profesor Martin Sikora, del Centro de GeoGenética de la Universidad de Copenhague.

Sunghir contiene entierros de un macho adulto y dos individuos más jóvenes, acompañados por los restos incompletos simbólicamente modificados de otro adulto, así como una espectacular variedad de objetos de sepultura. Los investigadores secuenciaron el genoma completo de los cuatro individuos, todos los cuales probablemente vivían en el sitio al mismo tiempo. Se compararon estos datos con la información de un gran número de genomas humanos modernos y antiguos.

Los autores de este trabajo, publicado en ‘Science’, encontraron que los cuatro individuos estudiados eran genéticamente no más cercanos que primos segundos, mientras que un fémur adulto lleno de ocre rojo hallado en la tumba de los niños habría pertenecido a un individuo no más cercano que el tatarabuelo de los muchachos. “Esto va en contra de lo que muchos habrían predicho –dice Willerslev–. Creo que muchos investigadores habían asumido que las personas de Sunghir estaba muy estrechamente relacionada, especialmente los dos jóvenes de la misma tumba”.

La gente de Sunghir puede haber sido parte de una red similar a la de los cazadores-recolectores modernos, como los aborígenes australianos y algunas sociedades históricas de los nativos americanos. Al igual que sus antepasados del Paleolítico Superior, estas personas viven en grupos bastante pequeños de alrededor de 25 personas, pero también están menos directamente conectados a una comunidad más grande de quizás 200 personas, dentro de los cuales hay reglas que gobiernan con qué individuos pueden formar asociaciones.

“La mayoría de las sociedades de primates no humanos se organizan alrededor de un solo sexo donde uno de los sexos permanece residente y el otro migra a otro grupo, minimizando la endogamia”, explica la profesora Marta Mirazón Lahr, del Centro Leverhulme de Estudios Evolutivos Humanos de la Universidad de Cambridge.

“En algún momento, las sociedades humanas tempranas cambiaron su sistema de apareamiento a uno en el cual un gran número de individuos que forman pequeñas unidades de cazadores-recolectores no son parientes. Los resultados de Sunghir muestran que los grupos humanos del Paleolítico Superior podrían utilizar sistemas culturales sofisticados para sostener tamaños de grupos muy pequeños, integrándolos en una amplia red social de otros grupos”, añade.

En comparación, la secuenciación genómica de un individuo de Neanderthal de las montañas de Altai que vivió alrededor de hace 50.000 años indica que no evitó la endogamia, lo que lleva a los investigadores a especular que un enfoque temprano y sistemático para prevenir la endogamia puede haber ayudado a los seres humanos anatómicamente modernos a prosperar, en comparación con otros homínidos.

“No sabemos por qué los grupos de Neanderthal de Altai eran consanguíneos –dice Sikora–. Tal vez estaban aislados y ésa era la única opción; o tal vez realmente no han desarrollado una red disponible de conexiones. Necesitamos más datos genéticos de poblaciones neandertales diversas para estar seguros”.

Willerslev también destaca un posible vínculo con la sofisticación inusual de ornamentos y objetos culturales encontrados en Sunghir. Pueden haberse utilizado expresiones culturales específicas de grupo para establecer distinciones entre bandas de humanos tempranos, aportando un significado para identificar con quién emparejarse y a quién evitar como pareja.

Fuente: Europa Press