7 inventores que murieron a causa de sus propios inventos
La ciencia ha permitido que lleguemos hasta donde estamos, pero algunos de esos avances han costado la vida a quienes los descubrieron.
Es el caso de estos siete inventores y científicos, que acabaron siendo víctimas de sus propios inventos. Hay desde luego otros casos, pero aquí están algunos de los más destacables de esa parte más trágica de nuestra evolución científica.
Francis Edgar Stanley
Este emprendedor y hombre de negocios norteamericano que primero se dedicó al mundo de la fotografía —vendió su negocio a George Eastman, de Eastman-Kodak, por 500.000 dólares— para luego interesarse por los automóviles.
Fue así como junto con su hermano Freelan creó los singulares coches de motor de vapor en 1897. Sus vehículos eran sorprendentemente rápidos y llegaron a alcanzar los 205 km/h en 1906.
Sin embargo los coches de combustión eran mucho más económicos y prometedores, y el negocio no llegó a prosperar. Stanley murió en un accidente en uno de sus coches cuando lo estrelló contra una pila de leña al tratar de esquivar una serie de carros que atravesaban la carretera por la que iba.
Franz Reichelt
Este sastre francés tenía una obsesión muy especial: diseñar un traje que pudiera convertirse en paracídas. El auge de la aviación empezaba a ser notable, y Reichelt logró que en varias pruebas con maniquíes aquel traje se comportara de forma satisfactoria.
Eso le llevó a querer probarlo él mismo. Convenció a la policía francesa de la época para que le dejaran tirar un maniquí con su traje-paracaídas desde la Torre Eiffel, pero en el último momento fue él quien saltó a pesar de las advertencias de sus amigos, que alegaron que entre otras cosas el viento no era favorable. El paracaídas no funcionó bien y se acabó estrellando contra el suelo. Una autopsia posterior reveló que Reichelt murió en realidad de un infarto durante la caída.
Henry Smolinski
Smolinski llevaba años trabajando para Northrop como ingeniero aeronáutico cuando se le ocurrió que crear un coche volador tenía futuro. Dejó aquel trabajo y acabó creando un diseño singular con su socio, Hal Blake.
Aquel proyecto que acabó llamándose AVE Mizar mezcló un Ford Pinto con las alas del Cessna 337, y aunque hubo algunos fallos durante su primera prueba, lograron tener un éxito parcial.
A finales de 1973 ambos realizaron un vuelo de prueba y su coche aéreo se estrelló con un árbol debido a un problema con las alas: el Mizar acabó chocando contra una camioneta y ardió en llamas matando a los creadores de esta idea.
Marie Curie
Probablemente la más celebre y famosa de todos los que integran esta lista, la física y química polaca logró ganar el premio Nobel dos veces en su vida: en 1903 por la radiaoactividad y en 1911 en química por el descubrimiento del radio y el polonio.
Tras la muerte de su marido Pierre en 1906, Madame Curie continuó la labor de ambos, pero su continua exposición a materiales radioactivos acabó matándola: su salud empezó a empeorar a finales de la década de los 1920, y enfermó de leucemia para morir el 4 de julio de 1934.
Otto Lilienthal
Este ingeniero alemán persiguió de forma temeraria el objetivo de lograr que el hombre volase, y de hecho sus últimas palabras fueron «¡Los sacrificios son necesarios!». Se le considera el primer ser humano en lanzarse en el aire, en volar y en aterrizar con éxito gracias a sus planeadores.
El trabajo de Lilienthal inspiró a los hermanos Wright. Su diseño de planeadores es histórico: creó 18 modelos distintos y realizó más de 2.000 vuelos en estos mecanismos que tenían un gran problema: no había prácticamente medios de controlar el vuelo. En su último vuelo en agosto de 1986 Lilienthal cayó desde una altura de 17 metros y se rompió la espina dorsal. Murió al día siguiente.
Alexander Bogdanov
Este médico, filósofo, economista y político bieloruso fue especialmente activo en esos y otros campos, pero en el ámbito científico trató de revolucionar el mundo con un sistema que según él tendría la capacidad de rejuvenecer al ser humano a través de las transfusiones de sangre.
Incluso convenció a Stalin de crear el Instituto de Transfusión de Sangre, y tras someterse él mismo a varias afirmó que su vista había mejorado y que había dejado de perder pelo. A los 54 años recibió la sangre de un estudiante de física con trazas de tuberculosis y malaria y acabó muriendo.
Thomas Andrews
Este hombre de negocios irlandés tenía una gran misión ante sí: construir tres grandes trasatlánticos, uno de los cuales fue el legendario Titanic. Entre sus sugerencias para estos barcos estaban la de tener al menos 46 botes salvavidas, mamparos estancos y un basidor doble para proteger el buque de colisiones.
Buena parte de sus sugerencias fueron ignoradas por los directivos del astillero Harland and Wolff, que encargó a varios empleados hacer el viaje inaugural en el Titanic para asegurarse de que todo iba según lo programado. Aquella noche de abril de 1912 Andrews notó la vibración que siguió al choque del Titanic con el Iceberg y tras realizar la inspección avisó al capitán de que tenían como máximo hora y media para abandonar el barco.
Trató de salvar al mayor número posible de personas y varios testigos indicaron que recuerdan haber visto a Andrews en la cubierta localizando los chalecos salvavidas y animando a la gente a subir a los botes. Su cuerpo jamás fue recuperado.
Fuente: xatakaciencia.com