Los que padecen diabetes de tipo I, incapaces de producir la hormona insulina, han de vigilar sus niveles de glucosa (azúcar) en sangre. La hiperglucemia crónica, consecuencia de la carencia de insulina, provoca daños nerviosos y orgánicos; la hipoglucemia, por contra, crisis convulsivas o incluso la muerte. El tratamiento de referencia consiste en un glucómetro continuo (sensor insertado bajo la piel), una bomba de insulina (dispositivo portátil y programable que administra distintos volúmenes de insulina), y mucho ensayo y error por parte del usuario, porque el glucómetro y la bomba no están conectados. Los investigadores han estado trabajando para facilitar las cosas a los pacientes e integrar y automatizar todo el proceso. El resultado final, el páncreas artificial, es un sistema que determina casi en el acto cuánta insulina precisa el cuerpo y suministra esa cantidad automáticamente.
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