Crean membranas celulares artificiales con nanopartículas de oro
Desde que Prometeo modeló a los hombres a partir de un poco de barro después de su enésima bronca con Zeus y el doctor Frankenstein —el moderno Prometeo como lo llamó su autora Mary Shelley— trató de imitarlo intentando devolver la vida a un cadáver a base de corrientes eléctricas, la ficción no ha cesado en su intento de presentar relatos más o menos verosímiles en los que el ser humano consigue por fin dominar la vida. Quizás sin intención de dominarla, pero sí de imitarla, la ciencia ha buscado en la biología algunas de las soluciones a muchos de los problemas planteados, sin mayor pretensión metafísica que emular determinados procesos naturales útiles para el desarrollo de la misma ciencia o la tecnología.
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