Justo cuando el Imperio Bizantino comenzaba a florecer bajo el mandato de Justiniano I (527-565 después de Cristo), apareció un terrible enemigo al que no se podía derrotar en ninguna batalla campal; se movía a bordo de barcos y caravanas comerciales y era capaz de matar en cuestión de días en medio de fiebres, pesadillas y dolores. La peste había llegado al Imperio bizantino y estaba dispuesta a quedarse durante unos 225 años. La espantosa epidemia recibió el nombre de «plaga de Justiniano», aunque en realidad no solo afectó a los bizantinos, sino que se extendió por toda la cuenca del Mediterráneo, causando entre 25 y 50 millones de muertes, según los CDC.
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