El miedo humano es una emoción más compleja que la que pueden experimentar los animales. Por ejemplo, hombres y mujeres pueden sentirlo cuando recuerdan el pasado o piensan en el futuro, y una prueba estresante, como un examen, puede activar los mecanismos instintivos que a otros seres vivos les preparan para huir o luchar, aunque evidentemente no vaya a hacer falta en un test. Aún así, los neurólogos recurren a los animales para tratar de averiguar cuáles son las bases cerebrales en las que se basa el miedo, puesto que es muy difícil hacer pruebas con personas. Y lo hacen porque trabajar en ello puede ayudar en el futuro a luchar contra el alzhéimer y otras enfermedades neurogedenerativas.
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