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Ya es posible sentir que estamos en otro cuerpo

Ya es posible sentir que estamos en otro cuerpo

Sentir que cambiamos de cuerpo es posible, pero afecta a la personalidad: asumimos como propios los rasgos de la persona que sustituimos y olvidamos quiénes somos

El yo no es independiente del cuerpo que habita, ha descubierto una investigación que creó la ilusión en unos voluntarios de que habían despertado en el cuerpo de un amigo.

El estudio, dirigido por Pawel Tacikowski, del Karolinska Institutet de Suecia, utilizó una ilusión perceptiva para hacer que los amigos se sintieran como si hubieran intercambiado sus cuerpos.

Los participantes pudieron sentir que habían «despertado» en el cuerpo de otra persona durante un breve período de tiempo, que fue suficiente para alterar significativamente su autopercepción.

Antes del cambio de cuerpo imaginario, los participantes calificaron a sus amigos en rasgos como locuacidad, alegría, independencia y confianza.

Lo sorprendente es que, cuando se veían en el cuerpo de ese amigo, asumían como propios esos atributos que le habían otorgado antes del experimento. En realidad, sentían que, en ese breve momento, se habían convertido en su amigo y asumido su personalidad.

La ilusión también impactó la memoria: cuando los participantes se sentían en el interior del cuerpo de su amigo, disminuían los recuerdos asociados a su personalidad real. Su memoria se diluía mientras sentía que era su amigo.

No siempre

Los resultados del experimento no fueron siempre los mismos, ya que algunos voluntarios se sentían en el interior del cuerpo de su amigo, mientras que otros solo experimentaban desconexión de su propio cuerpo, sin poder alcanzar la sensación de estar en otro cuerpo diferente.

Los investigadores consideran al respecto que, en esos casos, los voluntarios no conseguían separar sus representaciones físicas y mentales y seguían aferrados a las sensaciones originales suyas.

Hasta ahora se sabía que nuestro sentido de quiénes somos está influenciado por nuestras experiencias infantiles, nuestras relaciones sociales y familiares. La nueva investigación añade un nuevo componente a la estructura de la personalidad: nuestros cuerpos.

Más allá de la ciencia ficción

El experimento se desarrolló mediante un grupo de voluntarios equipados con gafas que mostraban imágenes en directo del cuerpo de otra persona, pero que eran percibidas como propias por el usuario de las gafas.

Es decir, cada voluntario tenía unas gafas que alteraban la percepción de su cuerpo: lo que veía era el cuerpo de otro, al que percibía como suyo (sin perder en ningún momento la noción de que se trataba de una simulación).

Para darle mayor realismo a la ilusión, cuando el cuerpo del otro voluntario que estaba viendo como propio recibía un toque en la pierna, alguien le daba también en su pierna un golpe parecido. La sensación de que realmente estaba en el cuerpo del otro era completa. El cerebro caía fácilmente en el engaño. Y ya sabemos que la personalidad cambia al cerebro.

Incluso llevaron el experimento al extremo de amenazar a un voluntario con un cuchillo, y el que estaba experimentando su experiencia como propia comenzó a sudar.

«Sabemos que la ilusión funcionó porque la mayoría de los participantes mostraron un aumento en las respuestas de estrés fisiológico cuando el cuerpo del amigo se vio amenazado físicamente», dice Pawel Tacikowski en un comunicado.

Aplicaciones

Los resultados de esta investigación, que se publican en la revista iScience, pueden ayudar a los trastornos de despersonalización, que afectan a las personas que no consiguen relacionar completamente su estado mental y sus cuerpos.

Los investigadores también consideran que pueden ser útiles para tratar la depresión: las personas que sufren depresión a menudo tienen creencias muy rígidas y negativas sobre sí mismas que pueden ser devastadoras para su funcionamiento diario. Si cambia esta ilusión levemente, potencialmente podría hacer que esas creencias sean menos rígidas y negativas, señalan los investigadores.

De momento, están pensando en profundizar en el conocimiento de cómo se construye el yo, tanto en los niveles corporal como psicológico, y en descubrir los mecanismos cerebrales implicados.

Será en ese momento cuando este modelo se podrá utilizar para aplicaciones clínicas y ayudar al tratamiento de enfermedades relacionadas con trastornos de la personalidad, concluyen los investigadores.

Fuente: tendencias21.levante-emv.com

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